En un breve discurso a la nación, Felipe VI pidió la máxima unidad: "Debemos dejar de lado nuestras diferencias”. Fue una referencia clara a los partidos políticos que justamente, en la sesión plenaria del Congreso, celebrada unas horas antes, habían mostrado por primera vez su apoyo a las medidas del Ejecutivo. El jefe del Estado apuntalaba de este modo el paquete de medidas del Gobierno de Sánchez (200.000 millones de euros) que han de servir para aguantar el bache económico de la pandemia, con millones de parados nuevos y la pérdida de casi un 2% del PIB, antes de final de año.
El Rey quiso priorizar su solidaridad con las familias afectadas por el coronavirus y su apoyo sin reservas a la comunidad sanitaria, un colectivo que está dando ejemplo con su esfuerzo: “Sois la vanguardia de España; nunca os podremos agradecer lo que estáis haciendo por vuestro país”, señaló. El atrezzo del monarca en traje de calle y su presentación, más sensible que política, pudieron dejar en muchos el amargo sabor de la debilidad.
La versión de la Casa real
Detrás de los aspectos ambientales propios de la emergencia sanitaria, Felipe VI defraudó en parte las expectativas. Por más que dijo que ”el virus no nos vencerá sino que nos hará una sociedad más fuerte”, los ciudadanos vieron en su semblante el difícil momento de la institución, tras el escándalo provocado por los negocios de su padre, Juan Carlos I. Las redes sociales convocaron una cacerolada en señal de protesta desde ventanas y balcones de la capital, que resonó con fuerza, 15 minutos antes de la intervención del monarca en TV. Una parte de esa movilización le pide al rey emérito que entregue a la Sanidad pública los 100 millones de euros que supuestamente recibió de Arabia Saudí, como pago por una comisión de un negocio turbio.
El Rey Felipe VI ha dado su palabra de desconocer los asuntos financieros de su padre, y éste ha ratificado que le había mantenido al margen. La versión de la Casa del Rey es que Juan Carlos I, aceptando sus errores, ha sido capaz de proteger a su hijo dejándole al margen de sus trapicheos y que, finalmente, el Rey actual ha sabido defender la Corona al negarse a recibir la herencia de su padre y retirándole la asignación como miembro de la Casa.
Revisión a fondo de la Corona
La calle no es tan dulce; es más bien un debate a gritos. Los correrías informales del Rey que hizo la Transición han acabado con la paciencia de la gente llana que soporta crisis económicas, desempleo y situaciones difíciles como la actual. La ciudadanía quiere saber si existe una guerra sucia contra la primera institución del Estado o si la acusación que pende sobre la cabeza del rey emérito, que ahora esta en fase de instrucción fiscal en Suiza, es algo más que la venganza de Corinna Larsen, una amante despechada. Las aventuras del Borbón dejaron de hacer gracia hace mucho tiempo. Tener un monarca mujeriego no significó ningún lastre para el consenso real, hasta que la mayoría fue herida por la crisis de 2008 y comprobó que el poder estaba más dispuesto a proteger a los bancos que a los vecinos.
La 'pólvora del Rey' ya no es baladí. El doble sentido del deporte de la caza --altas piezas de falda y faltriquera-- ya no gustan ante los apretones que el destino ha reservado a los de abajo. Las buenas intenciones y la dulce caricia regia no mejoran a los débiles ni sobreponen a los que se hallan en el umbral de la pobreza. El apartado 3 del artículo 56 de la Constitución dice textualmente que “la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Pero los hechos parecen que llevan a una revisión a fondo de la Carta Magna con el papel de la Corona en danza.
La crisis del coronavirus
Ante la crisis, Europa se agarra al clavo ardiente de la rigidez moral y probablemente calienta los motores de la nueva austeridad. Alemania dio ayer un paso superlativo, cuando la canciller Ángela Merkel dijo que estamos ante “la crisis más grave desde la Segunda Guerra Mundial”.
La primera potencia de la UE controla los resortes de lo que está dispuesto a dar el Consejo Europeo. Pero la política española parece no haberse enterado de lo que hay en juego: España con un paquete de 200.000 millones e Italia con otro 300.000 saldrían de la crisis del Coronavirus convertidos en deudores nuevamente.
Aplazar los reproches
El país entero ha despertado hoy con Hoteles medicalizados para recibir infectados de los hospitales abarrotados y centros privados recibiendo pacientes de la pública. Una ayuda obligada por el Decreto del Gobierno, que no impide a las clínicas ponerle números a la cesión: 250 euros al día la hospitalización, de 650 a 700 la UCI y hasta 300 la prueba de coronavirus. La patronal ASPE afirma: "No es momento de reivindicar nada. Pero, cuando superemos la crisis, conversaremos con las autonomías y el ministerio".
La respuesta de la medicina privada es la misma que le dio Pablo Casado ayer a Sánchez en la sesión presencial muy singular del Congreso: “ya habrá tiempo después del coronavirus para hablar de los errores del Gobierno”. Los reproches no desaparecen, se aplazan, lo que significa que la lealtad no es completa.
Sensible, pero timorato
La jornada de ayer dejó dos cosas claras: los efectos de la pandemia serán mucho más graves de lo que pensábamos y las responsabilidades políticas quedan aplazadas. La segunda recae plenamente sobre la Casa Real, especialmente después de una intervención sensible pero timorata de Felipe VI.
La crisis de la corona se aplaza y el Jefe del Estado pierde una oportunidad de mostrar su fortaleza ante la nación.
Mensaje del Rey en pleno Estado de Alarma por el Covid-19 / EFE