Enric Millo (Terrassa) era delegado del Gobierno en Cataluña durante los convulsos acontecimientos independentistas de 2017. Su libro El derecho a saber la verdad (Península) es un relato factual de aquellos días de desafío independentista, pues admite a modo de autocrítica que por parte del Estado no se hizo pedagogía.
Actualmente es secretario general de Acción Exterior en la Junta de Andalucía, comunidad a la que se trasladó con su esposa. Ambos han sufrido durísimos ataques por parte del independentismo más radical.
-Todo lo que ha pasado entre medio. Mi primera impresión fue: otra vez lo mismo, cómo puede ser que estemos igual como si no hubiera pasado nada. Esto no tiene sentido por muchas razones. Lo que se intentó hacer en 2016 era efectivamente un intento leal y sincero del Gobierno de España de buscar una solución a esta confrontación. Intentamos buscar una salida. Lo que dice ahora el Ejecutivo es lo mismo que decía Rajoy, dialogar en el marco de la ley. Mientras que los otros dicen que quieren la autodeterminación, lo mismo que decían entonces. Si no hubiera pasado nada estaríamos igual, pero han pasado muchas cosas. Ha habido un golpe al Estado de Derecho sin precedentes en democracia, una subversión de la legalidad vigente en el Parlament los días 6 y 7 de septiembre de 2017, hubo un 1-O que fue un golpe a la democracia, dos declaraciones de independencia y la aplicación del artículo 155, cesando en 24 horas a todo un gobierno.
-¿No se puede partir de cero?
-Es un error partir de cero, aquí parece que nadie ha perdido nada. Y es más, si el Estado no hubiera reaccionado como lo hizo, hoy no se darían las condiciones para sentarse a hablar de nada, estaríamos mucho peor, algo que debería reconocer Pedro Sánchez. La pregunta es: ¿hablar de qué?
Enric Millo es entrevistado por Crónica Global / CG
-Pero bajo esa lógica se puede interpretar que aquella operación diálogo fracasó.
-Lo que explico en el libro es desmentir los tópicos del relato independentista. Uno de ellos es que el Gobierno español no quería dialogar. Explico hechos que demuestran que es mentira. También dicen que la cosa no iba en serio, que el Gobierno no debía actuar con tanta contundencia. Mentira. Esto no era un farol, había una estrategia, iban en serio, pretendían que el Estado claudicara. Cuando el Gobierno tenía a punto un plan post155, llegó la moción de censura (de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy), el apoyo de los independentistas y se da la vuelta a la tortilla. Los golpistas desalojaron del Gobierno a quienes pararon el golpe gracias a esa moción. Ahí es donde los independentistas ganan lo que habían perdido. Lo que fracasó fue el golpe. En relación al diálogo, lo que ocurrió con nuestro Gobierno es que al otro lado de la mesa no había nadie, porque a la Generalitat le interesaba mantener la idea de que el Gobierno no quería dialogar.
-En ese sentido, en el libro explica que Oriol Junqueras y Carles Puigdemont se querían reunir con usted y con Rajoy a escondidas.
-Claro. Para el independentismo, el diálogo en sí mismo era un peligro, ni podían aceptarlo. Si se llegaba a un acuerdo, se acababa el procés. Referéndum o referéndum. Les decíamos que eso no iba a pasar porque acabaría mal, pero la respuesta siempre era desafiante. “¿Por qué va a acabar mal? ¿Qué haréis? ¿Os vais a atrever a meter en la cárcel a dos millones de personas?”, respondían. Yo advertía de que en ese camino había un muro, el Código Penal. Pero ellos siguieron hasta el final. Y cuando querían hablar, lo planteaban en secreto para mantener el relato de que Rajoy no se movía. Esto es una crítica a toro pasado, pero nos equivocamos accediendo a no explicar públicamente lo que estaba pasando. Eso impidió hacer pedagogía de lo que pasaba, y la ciudadanía solo tenía la versión del independentista. Este es el primer libro que explica los hechos desde la perspectiva del Estado.
-Explico una anécdota: cuando Rajoy me llama a la Moncloa una noche para saber mi opinión cuando la cosa estaba muy avanzada. Le dije que ellos necesitaban un choque, cuanto más fuerte mejor, para ir alimentando el relato victimista del Estado represor. Le dije que en Cataluña se estaba instalando un discurso según el cual el Gobierno no quiere hablar, que se han roto los puentes. Le propuse reunirse con Carles Puigdemont. Entonces Rajoy me dijo que ya se había reunido con él en privado, que no quería ir a la Moncloa. ¿Cómo? ¿Cuándo? En un domicilio particular, estuvieron toda la tarde comiendo y hablando. Él reconoció que esto no se podía hacer y yo le dije que no se podía hacer un referéndum. Cuando le pregunté a Rajoy por qué no lo explicaba, me respondió que le había dado la palabra a Puigdemont de no hacerlo.
-¿Pero podíamos haberlo contado otros o alguien del entorno?
-Yo me ofrecí a contarlo. En una entrevista deslicé que hubo reuniones secretas al más alto nivel en Madrid con Puigdemont. Pero rápidamente salió Xavier García Albiol (expresidente del PPC) a desautorizarme. Me callé, pero la verdad era esa. Dos años más tarde, creo que la gente tiene derecho a saber cómo ellos han mentido y manipulado. Es un libro de hechos, no de opiniones. Aunque también haya un análisis político.
-Llegó el 1 de octubre y las imágenes de las cargas policiales durante el referéndum. Muchos no entienden por qué no se cerraran los colegios antes y usted explica en el libro que fue una decisión judicial.
-Nadie se puede sentir orgulloso del 1-O. Es un día importante, pero lo es más lo que pasó antes y después de esa fecha. Intentamos convencerles de que no se podía celebrar el referéndum, de que había sentencias judiciales que lo advertían, que aquello no era el 9N, que era una consulta participativa, que se habían aprobado leyes ilegales en el Parlament. En una cena de Pimec le dije a Puigdemont que no convocara porque íbamos a la colisión. Él se negó. En la Junta de Seguridad tres días antes del referéndum, le recuerdo que hay un auto de la juez Armas, que a diferencia del fiscal que pide cerrar los colegios tres días antes, dice que se haga el mismo día 1. Mal. Eso lo hicimos mal. Si hay urnas, dice, se entra y se incauta el material. Todo ello manteniendo la convivencia cívica en Cataluña, que es a lo que se agarra Puigdemont. El día 1-O, como los cuerpos y fuerzas de seguridad ya están judicializados, yo ya no puedo intervenir. El secretario de Estado de Seguridad me informa del dispositivo, pero le avisé de que si los Mossos no cumplían y la gente entraba en los colegios, eso iba a ser un problema.
Enric Millo escucha las preguntas de Crónica Global / LENA PRIETO
-¿Por qué la policía judicial incumplió la orden? ¿Quién dijo que dejaran de incumplir la orden?
-Comienza el día, hay 2.315 colegios y no se puede llegar a todos, se hubieran necesitado 200.000 hombres. En la mayoría la policía advierte, la gente se aparta y se incauta el material. El problema es en los 20 o 30 colegios donde hay una multitud de gente que quiere impedir la entrada, por lo que hubo que utilizar la fuerza. No son imágenes agradables, yo nunca he visto operaciones de antidisturbios que lo sean. Cumplían con un mandato judicial. A media mañana pedí en rueda de prensa a Puigdemont que desconvocara el referéndum por responsabilidad. Y Puigdemont, que se había escondido en túneles, comparece y no solo no desconvoca, sino que pide a la gente que ya ha votado que vuelva a los colegios a defender las urnas. Es de una irresponsabilidad tremenda. Hubo miles de personas que acudieron a hacer barreras humanas para enfrentarse a la policía. Entonces había dos posibilidades: entrar a cualquier precio, lo cual hubiera causado bajas, o bajar la intensidad por la tarde para no poner el riesgo a las personas. Fue una decisión técnica y profesional.
-Hay mucha gente que vio excesiva la intervención, pero otros la ven correcta, como una intervención del Estado en Cataluña ausente hace tiempo. Da la sensación de que quienes estuvieron implicados piden perdón.
-Ese día se debió evitar. El objetivo del Gobierno era intentar evitarlo. No dependía solo de él, porque la otra parte quiso hacerlo, Y eso ha tenido consecuencias. Destituidos, en la cárcel, huidos… Yo siempre he defendido que la policía actuó con profesionalidad, con proporcionalidad y cumpliendo con un mandato judicial. Hay un relato falso de quien critica esto. Aquí nadie claudicó. Había 12.000 personas que actuaron y que sopesaron hasta qué punto se puede poner en peligro la integridad física de los concentrados. Y ya había policías heridos, con chalecos antibalas rajados… Si alguien buscaba un muerto, no lo íbamos a consentir.
-¿Las imágenes calaron a nivel internacional? ¿Algún país se quejó al Gobierno de España?
-Ellos querían esas imágenes. Cuando llevan al Estado hasta el extremo, saben que solo había dos opciones: claudicar o cumplir la orden judicial. Y ellos utilizaron las imágenes de la intervención para alimentar su relato y lanzarlo internacionalmente. Algunas imágenes eran fake. Eso no llamó la atención de nadie porque en cualquier país de Europa, cuando hay una intervención de estas características, son mucho peores. En Cataluña incluso hubo imágenes de los Mossos iguales. También es falso que Merkel llamara para pararlo.
-¿La jueza Armas estuvo encima del dispositivo todo el tiempo?
-Si, incluso cuando hubo discrepancias entre los mandos, los reunió. Incluso el domingo. Y llamó el orden al mayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero. Para mí, la clave de todo era que el 1-O los colegios estuvieran cerrados y custodiados, como decía el fiscal. Pero la juez firmó un auto en el que no desautoriza lo que dijo el fiscal, sino que asume el mando y dice que se cierren el mismo día del referéndum. En el libro me refiero a ella. No era normal que en el auto incluyera lo de “garantizar la convivencia”. No lo entendí.
-¿Lo volverían a hacer igual?
-Posiblemente no, el ser humano aprende. Y los independentistas tampoco lo harían, pero lo van a intentar, son células vivas, como los CDR, yo lo veía como cambiaban de actuación cada semana. Llegué a identificar 425 CDR, sabía nombres y apellidos, algunos eran del casal, pero otros querían sangre. Había de todo, no se puede generalizar. Me preocupa que ahora haya un Gobierno de España que no reconozca que las cosas se hicieron bien, cuando el PSOE lo apoyó. En nuestro partido tampoco se reconoce, pues hubo un congreso donde hubo cambios. Cuando los independentistas ganan es en junio de 2018, cuando se presenta la moción de censura y se impide aplicar la segunda parte del 155 porque se echa del Gobierno a quien paró el golpe. Y ahora están en la mesa de diálogo como si no hubiera pasado nada.
-¿Usted le ofreció un referéndum a Junqueras?
-No, no lo explico bien en el libro. Junqueras me convoca en su despacho a una reunión en un ambiente muy secreto. Yo le dije que si los independentistas se quieren contar, cómo vería un referéndum en el que todos los españoles opinen, y así sabrían lo que se piensa en la circunscripción catalana. Junqueras no lo aceptó porque ni sería vinculante ni permitiría reconocer el derecho de autodeterminación. Le dejé claro que yo no tenía mandato ni poder para ofrecer ese referéndum, pero quería saber su opinión. ¿Es más fácil entenderse con ERC? Pues no, tienen otro estilo, hay una guerra interna sobre el liderazgo del independentismo.
-¿Es más moderado Junqueras que Puigdemont?
-¡No! El más independentista de todos es Junqueras, lo ha sido siempre. Lo que pasa es que su posición, inteligente, es decir que “Cataluña un día será independiente, no sé si lo veré o lo verán mis hijos, pero yo solo trabajo para eso, pero no tengo prisa. ¿Por qué tengo que hacerlo en 18 meses?” Quien habla así es el independentista de verdad, el otro que no lo ha sido nunca intenta demostrarlo. No te puedes fiar ni de uno ni de otro.
-¿Hay salida entonces?
-No, porque ellos ya han roto emocionalmente con España. Están desconectados. El tema es saber qué parte de la población ha desconectado realmente. Los millones de catalanes constitucionalistas que han sufrido el exilio interior, con miedo a las represalias si dicen lo que piensan, son los que necesitan la atención del Gobierno de España. Si no, no habrá servido de nada lo que hicimos.
-Para intentar evitar un nuevo golpe, ¿hay que dar más competencias a la Generalitat, mantener las mismas o quitarlas?
-Más no. Sería bueno reconocer que en los 40 años de democracia, el único presidente que no ha cedido en nada al nacionalismo, ni una sola competencia o privilegios, y encima les echó a la calle es Rajoy.
-¿Entonces por qué Ciudadanos ganó las elecciones catalanas?
-Pues unos porque creen que debimos evitar todo aquel follón y otros, que debimos haber actuado mucho antes. Y como no había un relato en positivo del Gobierno e incluso nuestro propio partido lo criticó, Ciudadanos aprovechó bien la ocasión.