Ahora ya es definitivo. La pelea entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se presentará con toda su crudeza, con acusaciones cruzadas, con apelaciones a la traición del compañero de viaje, y saldrá a flote todo lo que se ha querido esconder en los dos últimos años, desde octubre de 2017. Lo que ocurrió este lunes en el Parlament, con una división clara entre los republicanos y el partido de Quim Torra, puede dejar al independentismo fuera del poder.
En las elecciones de 2015, las decisivas para entender por qué Cataluña ha llegado a esta situación de parálisis, el independentismo se presentó bajo unas mismas siglas, las de Junts pel Sí. Aunque ERC fue a esas elecciones arrastrando los pies, aceptó la candidatura conjunta, que resultó un fracaso: Artur Mas acabó viéndose forzado tiempo después por la CUP a dar un paso “al lado”, y los exconvergentes optaron por Carles Puigdemont.
Contra Esquerra
En las elecciones de 2017, a pesar de las diferencias internas, el independentismo fue a los comicios con un adversario en común: el 155 y los partidos constitucionalistas que lo habían apoyado. Y ahora, cuando se convoquen las elecciones, en los próximos meses, por primera vez el independentismo podrá pasar cuentas. “Está claro que no podremos disimular, ni queremos hacerlo, será una batalla por la victoria electoral”, señalan fuentes republicanas. En el otro lado, la percepción es la misma, con el objeto de que Esquerra “no crea que lo tiene todo ganado”.
Ese enfrentamiento, a cara de perro, es lo que espera el PSC, que se ha propuesto, por primera vez en muchos años, “ir a ganar las elecciones”, con toda la fuerza que tenga disponible. Miquel Iceta, su primer secretario, ha comenzado a interiorizar que lo tiene al alcance, y, al margen de la capacidad que tenga el partido socialista para convencer a buena parte de la sociedad catalana, el hecho relevante, el que marcará la suerte de la política catalana, será el nivel de desgaste que sufra el independentismo.
Ganar en votos
En las encuestas internas de los partidos se observa una tendencia, y es que ERC ya no vuela con la fuerza de los últimos meses. Junts per Catalunya, aunque dependerá del candidato que pueda presentar, no se hundirá. Ocurrió en las elecciones generales de noviembre, en las que la lista de JxCat, que encabezó Laura Borràs, ganó un diputado más, mientras que ERC perdió dos respecto a las anteriores elecciones del mes de abril.
Ese posible ascenso de JxCat, unido a un descenso de Esquerra, y a una campaña del PSC que quiere apoyarse en la tirada electoral de Pedro Sánchez en Cataluña, puede provocar una situación muy reñida, con tres partidos cercanos, o justo por encima de los 30 diputados. Los socialistas quieren jugar muy fuerte esta vez, y aspiran a ganar las elecciones en votos, y, en función de la ley electoral --que favorece al independentismo-- aspirar al Gobierno de la Generalitat.
La lucha por la "poltrona"
El PSC --a pesar de la presión de los Comuns, que sí quieren un tripartito de izquierdas con ERC--, no desea repetir la experiencia de los Gobiernos de Pasqual Maragall y José Montilla. El objetivo es buscar la victoria, y plantear “una alternativa” a los Gobiernos independentistas. Sin embargo, todas las encuestas publicadas hasta ahora descartan esa opción. Pero lo que ocurrió este lunes en el Parlament obligará a los partidos independentistas a afinar sus maquinarias electorales. La distancia del propio mundo soberanista con dos partidos que muestran modelos distintos --ERC quiere aterrizar a la realidad, mientras que JxCat, dominado por Puigdemont, desea mantener el pulso al Estado y ambos no se soportan--, puede llevar a muchos electores a la abstención.
El juego se ha abierto, y el independentismo se juega, esta vez, mantener el poder en la Generalitat, que ha sido, de hecho, el gran motor que explica la deriva independentista desde 2012. Lo explicó el líder del PP catalán, Alejandro Fernández, en el Parlament: “Sólo les ha interesado la poltrona”.