El temporal Gloria que ha azotado el litoral mediterráneo y catástrofes como los graves incendios de Australia han vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre el cambio climático en las últimas semanas. Desde hace décadas, organizaciones y entidades ecologistas advierten de la amenaza que este fenómeno supone para el medio ambiente y el futuro del planeta, así como de la necesidad de tomar medidas para frenarlo. Sin embargo, y a pesar de las cada vez más numerosas evidencias, no son pocos quienes quitan relevancia, urgencia o rechazan algunas de las medidas propuestas para atajar este problema. Entre ellos, los presidentes de EEUU y Brasil –Donald Trump y Jair Bolsonaro--, dirigentes de Vox y, en Cataluña, uno de los referentes y más acérrimos defensores del procés independentista catalán: Xavier Sala i Martín.
Profesor en la Universidad de Columbia (EEUU), y colaborador en varios medios catalanes como TV3, Catalunya Ràdio y RAC1, este economista neoliberal se ha significado desde hace más de dos décadas en contra de lo que considera discursos alarmistas sobre esta cuestión. Primero, rechazando la existencia del cambio climático en sí; y, más recientemente, admitiendo la existencia del mismo, pero subestimando su relevancia y rechazando algunas de las posibles soluciones que se plantean.
De sus reticencias sobre el cambio climático dan cuenta buena parte de sus 16 artículos en prensa sobre medio ambiente recogidos en su blog, así como también algunas de sus intervenciones mediáticas más recientes. La última de ellas, una entrevista en el programa Versió RAC1 en la que criticó con dureza el discurso de la activista sueca Greta Thunberg en la Cumbre del Clima de la ONU para que los países reduzcan sus emisiones de CO2 a la atmósfera, y también a la cumbre en sí misma.
"Discurso de 4º de la ESO"
En dicha intervención del pasado 24 de septiembre, Sala i Martín se mostraba desdeñoso con Thunberg afirmando que “su discurso lo podría hacer cualquier niño catalán de cuarto de la ESO, lleno de tópicos, buenos deseos, recriminaciones a los adultos y de errores científicos”. Un reproche que fundamentaba argumentando que no se puede hablar de riesgo de “extinción masiva” o de que una subida de las temperaturas de más de 1,5 grados centígrados tendrá efectos “irreversibles y catastróficos” en el planeta, porque el Grupo Intergubernamental de Expertos Sobre el Cambio Climático (IPCC) no ampara, según él, tales afirmaciones.
Sala i Martín considera que la lucha contra el cambio climático no debe considerarse una prioridad, escudándose en que los países del Tercer Mundo tienen otras más importantes y no lo perciben así, según estudios de la propia ONU: “Es verdad que hay un problema climático y de calentamiento que seguramente tendrá implicaciones dentro de 20, 30, 50, 100 años, no sé cuántos, y que tendrá efectos sobre sequía, etc. Pero hay muchas otras cosas que también lo son [importantes]”, apuntaba. Entre ellas, “el paro, la pobreza en el mundo” o los millones de niños que mueren por enfermedad o deshidratación. Lo cual le lleva a concluir que “la pregunta que tendría que hacer en la ONU es: ¿de todos estos problemas que hay en el mundo, entre los cuales hay también el cambio climático, cuál es nuestra prioridad?”.
"Fenómeno de marketing"
El economista neoliberal considera que estos países “no se han vuelto pobres por el calentamiento del planeta”, y advierte además de que “solucionar” el cambio climático “costará dinero. ¿Cómo lo asignamos a un problema u otro?”.
Sala i Martín define el fenómeno Greta como “una cosa de marketing”, y entre otras cuestiones le reprocha que viajara a la cumbre de Nueva York “en un velero de Pierre Casiraghi, hijo de Carolina de Mónaco, uno de los millonarios más grandes del mundo”. “Ha estado más de un mes allí mientras sus compañeros estaban en la escuela. Cada uno hace lo que quiere con su vida, pero mirad qué ejemplo da”, le afeaba.
Fe en la tecnología
Al tiempo que relativiza la importancia de los efectos del cambio climático, el gurú neoliberal del independentismo fía su solución a una cuestión de fe: que la ciencia lo arreglará en el futuro: “La solución no pasa por sacrificarnos ahora todos y volver a la Edad de Piedra sin hacer emisiones e ir en barcos en los que sólo pueden viajar los megarricos, y tardar 15 días en llegar a Nueva York. La solución pasará por la tecnología”.
Sala i Martín planteó tres de estas posibles soluciones de cara al futuro, aunque sin aportar datos sobre quién, cómo, ni cuándo, lo hará: “La primera es mejorar las energías renovables. Cuando la solar sea más barata que el petróleo, tranquilos, que se usará”. La segunda: “Otra cosa que haremos será aprender a limpiar la atmósfera. De la misma manera que emitimos CO2, encontraremos maneras de extraerlo. Una especie de aspiradoras gigantes, no sé cómo será, pero hay mucha gente que está trabajando en esto”. Y lo tercero en lo que, según él, se está trabajando “es en mejorar la reflexión del sol. Una parte de sus rayos rebotan y se quedan atrapados en la atmósfera debido al CO2, y eso hace subir las temperaturas. Tendremos que encontrar tecnologías que les permitan salir”, sostuvo, sin aportar más información al respecto en el programa.
Por ello, Sala i Martín considera que lo que debería hacerse es invertir en I+D y fomentar la formación científica de los niños: “El mensaje que hay que dar a los jóvenes es que sí que es verdad que hay un problema, que es grave, y que lo arreglaréis vosotros, digamos, a base de estudiar matemáticas, ciencias... esta será la solución real”. Y en aumentar, añadió, el precio de los coches y de la gasolina para reducir así su uso y compensar sus “externalidades”.
Negacionismo
Pero las críticas de Sala i Martín al movimiento ecologista vienen de lejos. Ya a finales del siglo XX, Sala i Martín negaba en sus artículos la existencia del cambio climático, postura que con el paso de los años fue relativizando pasando a rechazar luego la urgencia en su resolución o fiarla a la tecnología.
Los titulares de algunos de sus escritos en esa época ya eran de por sí elocuentes: ¿Cambio climático? ¿Qué cambio climático?, se preguntaba en uno publicado en 1999 en El Periódico. “No hay evidencia científica convincente que demuestre que la emisión de dióxido de carbono (CO2) o de otros gases cause el calentamiento catastrófico de la atmósfera”, escribía, basándose en opiniones promocionadas por el Instituto de la Ciencia y la Medicina de Oregón. Sosteniendo, además, que el efecto invernadero “es un fenómeno natural que hace que la tierra tenga una temperatura que permite la existencia de la vida”.
Tres años después, y bajo el título de Marketing climático, Sala i Martín volvía a subrayar las “discrepancias en la comunidad científica” para poner en duda que “el calentamiento del planeta se deba a las emisiones de CO2”. Y criticaba que “los defensores de la teoría del calentamiento global parecen haber convencido a la prensa y a la ciudadanía de que el problema está ahí. Su estrategia consiste en alarmar a la población cada vez que se bate un récord de temperaturas en algún lugar del planeta”.
"¿Cómo no ser escéptico?"
Ya en 2003, y en ese mismo diario, el profesor de la Universidad de Columbia se refería con sorna a la ola de calor que sufrió Europa en un artículo titulado Cuestión de fe: “Esas altas temperaturas no han hecho más que confirmar lo que ya se ‘sabía’: el calentamiento global es un hecho que demuestra que la globalización neoliberal (salvaje, no se olviden de lo de salvaje) está llevando al planeta por el camino del infierno”. Y agregaba: “¿No habíamos quedado que los casquetes polares se estaban derritiendo debido al calentamiento global? Si es así, ¿cómo puede ser que el hielo haya reaparecido justamente durante el verano más caluroso de la historia?”.
Semanas después, y en otro artículo titulado Los ojos del devoto, Sala i Martín volvía a aludir al fenómeno del deshielo de los polos para relativizarlo, apuntando que esto se ha producido cíclicamente a lo largo de la historia. Y equiparaba la alarma sobre su progresiva disminución con otras predicciones históricas que, según él, no se cumplieron: “Con el currículum de aciertos que tienen los medioambientalistas, ¿cómo quiere que no sea escéptico?”, se mofaba. “Hay que demostrar que ese aumento [de temperatura] no forma parte de las fluctuaciones naturales del planeta”, añadía, al tiempo que apuntaba lo siguiente: “Si para que los pobres dejen de serlo, las temperaturas del planeta tienen que aumentar un par de grados en los próximos cien años… ¿no creen que valdría la pena?”.
Críticas a Al Gore
La postura de Sala i Martín sobre el calentamiento global queda reflejada de forma elocuente en una serie de seis artículos publicados también en La Vanguardia en 2007 bajo el título de Cambio climático. En el primero de ellos, acusaba al expolítico estadounidense Al Gore de “mentir” en su documental Una verdad incómoda. Ya por entonces, el economista admitía que “es verdad que hay casi unanimidad en que la tierra se ha calentado (menos de un grado, eso sí) durante el último siglo. Desafortunadamente para la credibilidad de Gore, la unanimidad se acaba aquí”. Y subrayaba que “en lo que se refiere a la Antártida, el IPCC dice que las temperaturas allí no sólo no han subido, sino que han bajado y se espera que su masa de hielo aumente durante el próximo siglo”.
“Es más, para ser intelectualmente honesto, a la cantidad de gente que morirá por culpa del calor, Gore debería restar la gente que dejará de morir de enfermedades relacionadas con el frío”, añadía, en alusión a las predicciones de mortalidad del exvicepresidente demócrata, a las cuales quitaba credibilidad.
"Histeria de los profetas de la calamidad"
En el segundo artículo de la serie --Mezclar ciencia y política--, Sala i Martín desmontaba un informe del IPCC de 2001 sobre el calentamiento global, calificándolo como “mentira”. “El análisis científico no sustenta la afirmación que el siglo XX, la década de los 90 y el año 1998 son los más cálidos del milenio”, decía, aludiendo al informe de un comité de expertos del National Research Country de EEUU. “Todo esto lo explico no sólo para recordar una vez más que podría ser que el calentamiento global del siglo XX fuese una oscilación natural que poco tiene que ver con las emisiones de CO2, sino para advertir de que cuando el IPCC afirma que hay consenso entre científicos sobre algo, puede ser que ese algo acabe resultando ser falso”. Y aplaudía que el nuevo documento del IPCC de 2007 fuera “mucho más comedido”. Por entonces, el economista ya admitía: “Sabemos que la teoría del efecto invernadero es cierta: emitir CO2 y dejarlo en la atmósfera contribuye al calentamiento del planeta”, aunque cuestionaba el método para llegar a esa conclusión.
En el tercer capítulo de la misma serie, A la vuelta de la esquina, Sala i Martín volvía a celebrar que los vaticinios del informe del IPCC de 2007 fueran “mucho menos dramáticos” y que, por ejemplo, en los mismos se redujera la subida del nivel del mar a “sólo 34 centímetros”. “Parece que, a medida que los conocimientos mejoran, las predicciones científicas son cada vez menos pesimistas, cosa que contrasta con la creciente histeria de los profetas de la calamidad”, apostillaba. Y añadía: “Ustedes se preguntarán: 'Y todo esto, ¿cómo lo saben?' Los catastrofistas simplemente se lo inventan, por lo que deben ser ignorados. ¿Y los científicos? Pues la verdad honesta es que… tampoco lo saben: lo proyectan con complicados modelos matemáticos”.
Contra el protocolo de Kyoto
En su cuarto artículo, titulado El tipo de Interés, el economista neoliberal calificaba de “terrible” el protocolo de Kyoto, criticando sus costes y apuntando que “se estima que si no hacemos nada, el aumento de temperaturas será de 2,8 grados en 100 años. Y si implementamos Kyoto las temperaturas aumentarán en 2,8 grados no dentro de 100 sino de… ¡106 años! ¿Vale la pena sacrificar el 1% del PIB (500.000 millones de euros) cada año durante 100 años para posponer el calentamiento en sólo 6 años? La respuesta es no”.
En el quinto, titulado Entre unos y otros, volvía a quitar importancia al problema, apuntaba que “si decidimos reducir emisiones, debemos hacerlo de la manera más barata posible”, e instaba a aumentar la inversión en I+D para desarrollar energías alternativas en ámbitos como la fusión nuclear; “limpiar” el CO2 de la atmósfera; o lograr el almacenamiento de energía, en especial la renovable: “Si pudiéramos acumularlas cuando sopla el viento o luce el sol para ser utilizadas cuando son necesarias, el problema se habría acabado”.
En el último y sexto capítulo de la serie, Sala i Martín declaraba, ya en el título, que el cambio climático “no es nuestra prioridad”. Y lo hacía con una contraposición, cuando menos, más que discutible: “Algunos dirán que no hace falta priorizar porque luchar contra el cambio climático no impide luchar también contra la pobreza. Pero eso es falso. Las restricciones presupuestarias existen”. Y agregaba: “Cuando una empresa dedica recursos de responsabilidad social a mejorar el medio ambiente, no los dedica a promocionar infraestructuras de agua en África”.