Un acuerdo para los presupuestos de la Generalitat para 2020. La noticia de que hay una mayoría parlamentaria para defender las cuentas del Govern de la Generalitat es buena en sí misma, especialmente porque después de tres prórrogas, las cuentas públicas no dan más de sí. Vivimos momentos de alta incertidumbre, y sea por la vía judicial o por la oportunidad política, el actual Govern puede saltar por los aires antes que el actual acuerdo se materialice en un presupuesto real. Pero tras años de marear la perdiz con temas que afectan más a los políticos que a los ciudadanos debemos congratularnos, nos guste o no el contenido, de tener un presupuesto soportado por una mayoría parlamentaria viable.
Respecto al contenido… No es un presupuesto de 2020, sino que está anclado en 2018 o comienzos de 2019. Es cierto que toca revertir recortes, pero no lo es menos que estamos a las puertas, si es que no hemos cruzado ya el umbral, de un frenazo económico. Los presupuestos actuales tienen más gasto, tratan de arañar más ingresos y generarán, seguro, más déficit del que anuncian.
Debilidad en los ingresos
Los ingresos son, sin duda, uno de los puntos débiles de estos presupuestos. Más presión fiscal sobre quien no se puede defender. Pero aún asumiendo su viabilidad técnica, algo por probar, no afrontan los retos de esta década: reindustrialización, digitalización y transición energética, los tres vectores que van a regir nuestro destino económico. Y de ellos no hay trazos en los presupuestos, al menos si nos atenemos a lo que han comunicado los políticos.
Recortar listas de espera, financiar guarderías, dar un paso más en la renta de reinserción, hacer viable la ley de dependencia, reducir las tasas académicas… claro que está bien, sobre todo si lo pudiésemos pagar. Pero que el Gobierno que encabezan los herederos de Convergencia enmiende el último presupuesto de Convergencia (adaptando en cada momento siglas, coaliciones y sensibilidades) no es suficiente, y menos si lo lidera ERC, lo cual no deja de ser paradójico. ¿Cuánto dinero hay para transformar el sector del automóvil (fabricantes, componentes, concesionarios, talleres,…)? ¿Y el energético? ¿Y el químico? ¿Cuántas ayudas habrá para digitalizar las empresas catalanas? ¿Y a mejorar la calidad del turismo? ¿Y a adaptar la movilidad urbana a las nuevas exigencias medioambientales? ¿Y a mejorar la eficiencia energética de los inmuebles? ¿Y a renovar el parque de coches? ¿Y a paliar los efectos de un clima cada vez más hostil, con más incendios, inundaciones y catastrofes? ¿Y con los menas? ¿Qué pasará con el Circuit de Catalunya? ¿Y con el resto de participadas de Avança? ¿Y con los créditos del ICF?
Preparar el futuro, que es presente
Un presupuesto de esta década debería centrarse en las necesidades actuales y prepararse para el futuro. Enmendar la plana a los presupuestos de Mas y Mas-Colell es muy poco ambicioso, especialmente por un Govern presidido por un descendiente directo de Convergencia, salvo que ahora renuncie no solo a sus siglas, sino también a la esencia del otrora partido de derechas nacionalista. ¿Serán estos presupuestos de izquierdas? ¿Ya no manda nada la otrora poderosa burguesía catalana?
Como el contenido es más bien flojo, al menos el que ha trascendido, lo que sí es interesante es ver cómo JxCat comienza a dar por bueno, desde fuera, el tripartito en el Gobierno de España, Ayuntamiento de Barcelona y ahora en el Govern. Tal vez por eso no me acabo de creer que acabe siendo una realidad, pues si algo ha demostrado JxCat es su habilidad para no caer en la irrelevancia cuando ha hecho números para que así fuera. Y con este presupuesto dan un paso más hacia la irrelevancia. Si yo fuese el vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, andaría con un retrovisor a la espera de un movimiento con la CUP o incluso con Ciudadanos, todo puede pasar en esta Cataluña cada día más anclada en el realismo mágico.