Pedro Sánchez abortó la posible discusión en su propio partido, el PSOE, y también la posibilidad de que en el PP se creara un debate serio, interno y público, sobre una hipotética abstención en la investidura del líder socialista. El acuerdo, en menos de 48 horas desde las elecciones del 10N, con Unidas Podemos, atajaba la discusión.
Pero falta la abstención de Esquerra Republicana, que este lunes consulta a su militancia. Y si los republicanos dejan en la estacada a Sánchez, se reabrirá la puerta de la gran coalición. ¿Es posible con los pies en el suelo, es deseable, o sólo se trata de un gran castillo en el aire? Los expertos lo analizan, y señalan como denominador común que la propia cultura política de los españoles y el tradicional “miedo a la derecha” lo impedirá.
Fuera un Gobierno en minoría con los 120 diputados del PSOE, apoyado desde fuera por el PP, o una coalición de gobierno, esa realidad sumaría 208 escaños, una mayoría absoluta que permitiría reformas de calado, y una posición unitaria para encauzar la cuestión de Cataluña, que es el gran problema político de España. Esos serían los beneficios, pero ese acuerdo tendría contraindicaciones.
Cultura política y prejuicios
Manuel Arias Maldonado, politólogo, profesor en la Universidad de Málaga, autor de La democracia sentimental, ha sido muy crítico con las decisiones de Pedro Sánchez, defendiendo “toda la legitimidad” de ese acuerdo con Unidas Podemos. Lo que se pregunta Arias Maldonado es el propio significado de las campañas electorales y de los posicionamientos previos, en los que se ofrece una información a partir de la cual los electores deciden su voto. Si después ese voto acaba en cambios drásticos, por parte de los partidos políticos, la democracia, a su juicio, se va dejando parte de esa legitimidad.
Pero, respecto a ese posible acuerdo entre PSOE y PP, este profesor, que mide siempre sus palabras, tiene claro las dos facetas: la positiva y la negativa: “No se trata de averiguar si un acuerdo centrista de los grandes partidos sería o no conveniente, que lo es a la vista de la presión centrífuga ejercida por el independentismo catalán, sino si es posible a la luz de nuestra cultura política y de los perjuicios electorales que en el corto plazo podría sufrir el PSOE”.
¿Perdería más el PSOE?
Y ese es, tal vez, el mayor problema que se detecta, teniendo en cuenta que el PSOE “a la postre se apoya en muchas fuerzas nacionalistas y parece compartir algunos de sus marcos explicativos”. ¿Es la piedra en el zapato, el PSOE? Sí, pero también en el PP se encuentran cuestiones insalvables: ”He ahí el principal obstáculo para que ese acuerdo pueda alcanzarse; los intereses electorales de ambos, pues el PP se encuentra también amenazado por Vox, y todo eso bloquea el entendimiento. No obstante, me parece que el PSOE tendría más que perder, pues el miedo a la derecha (presentada siempre como “extrema”) es un activo electoral fuerte y un rasgo central de su identidad ideológica. Por el contrario, un acuerdo constitucionalista podría servir para dar forma a una cultura política más dialogante y menos polarizada. De ahí que no vaya a producirse”.
Ese último comentario de Arias Maldonado puede resultar terrible. La falta de una cultura política más dialogante impide un acuerdo que podría ser positivo para todo el sistema político, y que generaría incentivos para reformas importantes, fuera en el terreno socio-económico o respecto al problema político catalán.
Ilusos o irresponsables
La idea la remacha Lorenzo Bernaldo de Quirós, economista, teórico de un cuerpo doctrinal que pide una derecha más liberal en España, que sepa atender las reformas que se necesitan, y que también acepte realidades nacionales como la catalana.
Más abierto que otros profesionales cercanos a la órbita del PP, o que forman parte de la familia liberal en España, Bernaldo de Quirós ofrece respuestas contundentes, a su pesar: “El PP y el PSOE no comparten en estos momentos ningún elemento sobre el que cerrar acuerdo alguno, salvo el respeto a las reglas del juego democrático. Es impensable dar la abstención a un socialismo que es el más izquierdista de Europa, que tiene de aliado a la extrema izquierda y a los independentistas. Quien piense que eso es posible es un iluso y quien presione para hacer eso, un irresponsable. Una vez investido Sánchez, no hay manera de sacarle tal como está regulada la moción de censura en la Constitución”.
Ni razones políticas ni nacionales
Es decir, el acento se sitúa en el campo del PSOE, en sus intereses electorales y en el propio discurso que ha defendido en las últimas décadas, con el que ha apelado a la concentración de la izquierda, identificada en esas siglas, frente a una derecha que podía poner “en peligro” los avances conseguidos por la democracia española.
Pero, ¿qué pasa en el lado del PP? El politólogo Miguel Ángel Quintanilla, de talante conservador, menciona la necesidad de que cada país pueda contar con una alternativa política. El líder del PP, Pablo Casado, esgrime esa cuestión, aunque también se ha mostrado favorable a llegar a acuerdos de estado, pero siempre concretos, sin ataduras con el PSOE.
Quintanilla justifica esa negativa a la gran coalición. No podrá ser porque el PP deberá reservarse para ser una alternativa política. “Creo que destruir al PP, como una alternativa de Gobierno frente a lo que puede ser un fracaso seguro, con Sánchez a la cabeza, no se puede considerar como una apuesta por la gobernabilidad. Porque un Gobierno sin oposición constitucionalista, es un país sin red de seguridad”.
Ante eso, ¿qué debería hacer el PP entonces? A pesar de las dudas internas que se han generado, y aunque algunos dirigentes como el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Nuñez Feijóo, reclama que se estudie una abstención a Sánchez, Miguel Ángel Quintanilla tiene claro que el PP debería “preparar la alternativa al fracaso de Sánchez”. La conclusión de Quintanilla es contundente: “No veo ninguna razón política, ni de partido, ni nacional, que pueda aconsejar al PP a facilitar la investidura de Pedro Sánchez”.
Experiencia en gobiernos de minoría
La cuestión de la cultura política de los españoles, con un análisis urgente sobre cuándo se necesitan las grandes coaliciones, la debate Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano. "Las grandes coaliciones se dan en tres casos: como soluciones extraordinarias para momentos de crisis (guerras, procesos de transición); en aquellos sistemas políticos que no saben funcionar sin mayoría absoluta en el parlamento y no encuentran otra combinación aritmética (Alemania o Austria); y en el contexto de sistemas consociacionales donde no hay una única fractura política y nadie capitaliza exactamente la oposición (Bélgica o Holanda)".
¿Y dónde está España? "España tiene rasgos remotos de esas tres categorías (por el conflicto catalán, los problemas de gobernabilidad obvios desde 2015 y la fractura izquierda/derecha superpuesta a la territorial) pero no encaja realmente con ninguno (el peor momento de la crisis catalana en 2017 se superó sin gran coaliciñon, tenemos bastante experiencia de gobiernos en minoría con UCD, PSOE o PP y claramente no somos un sistema consociacional".
Hay alternativas
Si se produjera, habría repercusiones negativas para el sistema: "Una gran coalición rompería con muchos elementos propios de la cultura política española (alternancia izquierda-derecha y rendición de cuentas) y provocaría además que la oposición la encarnasen Podemos y Vox, radicalizando y polarizando".
Llegados a este punto habría que ver las posibilidades de otro acuerdo, el que intenta, precisamente, Pedro Sánchez. Molina entra de lleno en esa cuestión: "Hay una alternativa obvia en PSOE+UPs (con el apoyo de partidos pequeños) y si tanto aterra ERC, hay opciones de evitarlo vía apoyo de Cs o incluso con la abstención del PP (sin dejar de estar en la oposición) como ha ocurrido en otros países o incluso aquí en 2016".
¿Apoyo del PP, desde la oposición?
¿Y? "Claro que el gobierno de izquierdas será debil pero es legítimo y más acorde con el modelo de democracia español. Y el PP o Cs desde la oposicion lo que sí pueden es condicionar gobernabilidad y políticas concretas (presupuestos, leyes, etc)".
Por tanto, desde el análisis descarnado, ahora tocará hacer política. Sánchez se enfrenta, tras su acuerdo con Unidas Podemos, a una posible mesa de partidos con Esquerra. Esa es la exigencia. ¿Quién está dispuesto a probar otra cosa?