Es la paradoja Vox, que ha movido todo el tablero de la política española. Ayer martes provocó que el PSOE presentara su acuerdo con Unidas Podemos, ni 48 horas después de las elecciones del 10 de noviembre. Ese pacto, rápido, aunque los dos partidos deberán ahora buscar los apoyos parlamentarios necesarios, supone un dardo para el independentismo, pero también puede ser un cohete contra el PP, en función de cómo reaccione. Los populares, liderados por Pablo Casado, justo comenzaban a debatir qué hacer en relación al PSOE, con dudas sobre si se podía o no establecer algún acuerdo de legislatura con los socialistas.
Y eso es lo que el PSOE quería también. Las fuentes socialistas consultadas señalan que la prioridad era alcanzar un acuerdo rápido con Unidas Podemos, aunque eso dependía también, y mucho, de Pablo Iglesias. Pero el segundo efecto era el de plantear al PP su problema frente al espejo. Si los populares tienen un problema con Vox, lo deben resolver “ellos mismos”, añaden las mismas fuentes.
El guiño de la vicepresidencia económica
¿Puede hacerlo el PP de Pablo Casado? El malestar es enorme, porque Casado pretendía iniciar un acercamiento con Pedro Sánchez, aunque al final no pudiera fructificar. Pero necesitaba un cierto tiempo para mostrar que el PSOE no podía acceder a las peticiones de los populares, que iban a pasar --y podrían pasar, en función de si el acuerdo de los socialistas con Podemos no prospera por la falta de apoyos al final-- por la cuestión de Cataluña. Con un campo de juego compartido, en el ámbito de la economía, que se plasma en la figura de Nadia Calviño como vicepresidenta económica (el nombramiento lo anunció Sánchez), las peticiones del PP se iban a centrar en Cataluña y en la necesidad de marcar muy de cerca al Gobierno catalán.
Eso, en estos momentos, ya no se producirá. La misma posición la apoyaban distintos barones del PP, como Alberto Nuñez Feijóo, que quería abordar la posible “gran coalición”. La retórica inicial pasaba por una nueva versión del “no es no”, que repitió hasta la saciedad Pedro Sánchez, en relación a la investidura de Mariano Rajoy. Pero esa actitud se iba a ir transformando en un posible diálogo. El mismo Pablo Casado expresó su malestar porque no había recibido la llamada de Sánchez.
Un pacto para una legislatura que no será
El problema para el PP ahora, sin embargo, es pensar y planificar qué oposición podrá ejercer, con Vox en la misma pista de baile. Santiago Abascal, el líder del partido de extrema derecha, se despachaba este martes con este comentario: “El PSOE se abraza al comunismo bolivariano, a los aliados de un golpe de Estado, en mitad de un golpe de Estado. Le haremos responsable de cada daño que produzcan a la convivencia y al orden constitucional”. Ante eso, ¿el PP seguirá en esa línea o puede permitirse un acercamiento al nuevo Gobierno de izquierdas que se forme, pactando leyes e iniciativas que considere razonables?
En el PSOE lo tienen claro. Un acuerdo con el PP podría suponer defender al partido de Casado de las garras de Vox. Siempre, eso sí, que la posible obra de Gobierno fuera presentable y vendible para los electorados de ambos partidos. Y eso exigiría una legislatura completa, para tener tiempo de lograr cosas tangibles para el conjunto de los españoles: desde una reforma de las pensiones, para asegurarlas en el futuro, hasta una política que garantizara el orden constitucional en Cataluña, pero sin caer en decisiones desproporcionadas.
Entre pactos de Estado y Vox
La paradoja Vox, como la llaman ya en las filas del PSOE, será un problema para toda la política española. Lo explicó este martes Pedro Arriola, el que fuera durante décadas principal asesor de los presidentes del PP. Para Arriola, fue un “error” que el PP diera legitimidad a Vox, con manifestaciones conjuntas como la de la plaza Colón en Madrid, a la que asistió también Ciudadanos.
Y el peligro ahora es modular una posición firme frente al Gobierno de Pedro Sánchez, si fructifica ese pacto con Unidas Podemos, buscando pactos de Estado, sin ser acusados de venderse al Gobierno “progre”, que será el latiguillo de Abascal.
Por eso la situación ha cambiado por completo respecto al 28 de abril. Pedro Sánchez ha podido sellar un acuerdo con Podemos por el ascenso de Vox, dejando al PP en la oposición, para que resuelva Casado qué hacer con una fuerza que, en parte, ha nacido del propio Partido Popular, con líderes como el propio Abascal.