Una pareja de jóvenes turistas franceses sonríen cogidos de las manos ante una barricada ardiendo mientras un tercero les hace una foto. Dos chicos mexicanos risueños se hacen un selfi con una enorme hoguera detrás. Una postadolescente japonesa posa ufana ante los disturbios mientras su novio le saca una instantánea con el móvil. Dos jóvenes juegan al ajedrez en actitud de aparente serenidad a escasos metros de una inmensa fogata. Una modelo e influencer rusa desfila por la ciudad en llamas. Una chica se marca un twerking en una calle tomada por el fuego.
Todas estas escenas han tenido lugar durante las algaradas causadas por el independentismo violento durante las últimas semanas en Barcelona. Y, para sorpresa y asombro de muchos, se han convertido en virales en las redes sociales. ¿Cómo es posible que, en medio del mayor caos y destrucción que ha conocido la capital catalana en décadas, haya espacio para frivolidades de este calibre?
La satisfacción de exhibirse
Para el psicoanalista y profesor de la UOC José Ramón Ubieto, este tipo de actitudes aparentemente incomprensibles responden a múltiples factores pero, sobre todo, a la satisfacción de mostrarse ante el resto de las personas.
Ubieto subraya que ese exhibicionismo no es exclusivo de los disturbios. “Los selfis, en general, son una práctica que ya lleva un tiempo y que tiene que ver fundamentalmente con las ganas de hacerse mirar, de presentarse a los demás, que los demás nos vean, nos sitúen”, señala. Pero destaca que eso “sucede en cualquier ámbito”, también en el caso de las barricadas de Barcelona. “Es una forma de decir: yo estuve ahí en ese momento y quiero que lo veas”.
En busca del reconocimiento
El psicoanalista añade que en el caso de los jóvenes “esa representación es mucho más importante” pues en esa etapa de la vida se está buscando construir “la perspectiva de uno mismo” --lo que no es tan necesario en el caso de los adultos--. “Y un disturbio no deja de ser un gran escaparate, un mostrador, un escenario preferente para conseguir esa representación y conseguir que otros le miren”, indica.
“Para algunos, eso puede ser una manera de presentarse como luchadores --yo estuve allí--. Otros, como valientes --me acerqué ahí--. Otros, como curiosos --estaba de turismo y de repente vi todo aquello, para que veáis qué bien me lo paso--”, explica. En el fondo, insiste, es una forma de obtener el reconocimiento de los demás: “Todos mis amigos de Estocolmo que han visitado Barcelona enviaron fotos del Parque Güell y yo envío esto porque soy más guay que los demás”.
’Dark tourism’
¿Se puede considerar este fenómeno como un tipo de dark tourism? El profesor de Economía y Empresa de la UOC y especialista en Turismo Pablo Díaz no lo ve así. El dark tourism, turismo oscuro o tanatoturismo --señala Díaz-- es el turismo asociado a hechos trágicos, guerras, muerte o similares. Se trataría de una práctica turística voluntariamente buscada, planeada, mientras que los turistas “se han encontrado” los disturbios de Barcelona. “Están haciendo turismo, les sorprende lo que pasa y lo documentan para compartirlo, pero no vienen expresamente a Barcelona para documentar los disturbios”, matiza.
Díaz apunta como ejemplos clásicos de dark tourism las visitas a Chernobyl, a los campos de concentración nazis, a Sarajevo para ver los restos de la guerra de Yugoslavia o a la Zona Cero de Nueva York. Pero Barcelona, insiste, no está en el mapa del dark tourism internacional. Aunque sí sería un ejemplo de ello viajar a la capital catalana con el objetivo de visitar la tumba de Puig Antich o las defensas antiaéreas del Carmel.
El atractivo de la violencia
El profesor de Economía y Empresa destaca que “la violencia tiene un potencial atractivo porque llama la atención”, que es lo que buscan principalmente los jóvenes que se hacen fotos para aumentar sus likes en las redes sociales. “Las fotos en las manifestaciones con cierta violencia y contenedores quemados es un fenómeno que va asociado a la cultura selfi como hecho narrativo”, indica.
También explica que “las redes sociales han creado nuevos hábitos de exhibición del entretenimiento y de las experiencias vividas”. “Las redes no son un ámbito de pausa, de análisis, de analizar las cosas con calma, sino de compartir las situaciones vividas muchas veces de forma impulsiva, todo ello en un entorno marcado por una sociedad de entretenimiento continuo”, añade
Marco mental adolescente
Díaz insiste en que este tipo de acciones son propias del marco mental adolescente o postadolescente “porque es un momento de reivindicación” personal y de búsqueda de “su espacio en una sociedad que está pasando por este trance”.
“Y, como jóvenes, les llama la atención la violencia y quieren formar parte de ello y documentarlo”, subraya.
Repercusión negativa en el turismo
En todo caso, el profesor de la UOC alerta de que “lo ocurrido tendrá repercusiones negativas para el turismo” en Barcelona, sobre todo para un tipo de viajero muy determinado y necesario para el sector al que “le puede repeler” lo que se ha visto. “Los que hacen esas selfis no son turistas senior británicos sino jóvenes de muchos países y muy introducidos en las redes sociales”, advierte.
“El turista que quiere pasear por la ciudad no quiere acción. Habrá turistas jóvenes que digan: qué bien, allí están en guerra, qué guay. Pero esos son pocos”, sentencia.