El PDeCAT tiene un plan. Y lo defiende como puede. Su presidente, David Bonvehí, recibe a distintos dirigentes en un hotel de la nueva izquierda del Ensanche de Barcelona. Con tranquilidad, y discreción, negocia y llega a acuerdos con otros dirigentes del partido, como Ferran Bel. Y una de sus últimas decisiones se ha convertido en un dardo envenenado contra Carles Puigdemont: es un reto para que sea él quien rompa, si se atreve, el propio partido. ¿Por qué?
Bonvehí, un hombre del círculo de Puigdemont, a quien colocó el expresidente al frente del PDeCAT, cargándose por el camino a la excoordinadora general, Marta Pascal, ha considerado que es más importante conservar un espacio político, la exConvergència, que lanzarse al vacío. Se atrevió, primero, con un acuerdo con el PSC para cogobernar la Diputación de Barcelona, y ahora ha designado al alcalde de Deltebre, Lluís Soler, como candidato para presidir la ACM (Associació Catalana de Municipis), sin haberlo acordado con la dirección de Junts per Catalunya. ¿Que el candidato de Puigdemont es otro? Que se arriesgue a perder las votaciones. Esa es la posición de Bonvehí, que cree que tiene una posibilidad real de conservar el PDeCAT sin llegar a fusionarse con Junts per Catalunya. Todo esto llega, además, a pocos días de que se puedan convocar, de nuevo, elecciones generales, con el problema que suscitará para elaborar listas al Congreso.
Los fieles de Puigdemont
Bonvehí y Ferran Bel, secretario de organización del PDeCAT, cocinaron esa elección de Soler en la mañana del pasado jueves en el hotel del Ensanche barcelonés. Y este lunes lo propusieron en la ejecutiva del partido, que lo ratificó por mayoría. Pero Soler deberá, a partir de ahora, recoger avales entre los alcaldes y presentarse ante la asamblea de la entidad municipalista para ser, oficialmente, elegido presidente. En la ACM se integran 932 consistorios, del total de 947 de Cataluña. También forman parte los consejos comarcales, las cuatro diputaciones provinciales y otros entres locales. Es decir, es el poder municipal que, históricamente, ha estado en manos de Convergència.
Será, si finalmente es elegido, un hombre de Bonvehí, un alcalde que apoyarán cuadros y dirigentes de todo el partido. No es, sin embargo, el candidato de los fieles de Puigdemont, que querían a la alcaldesa de Vic, Anna Erra, diputada de Junts per Catalunya.
"Incapaces" de llegar a un acuerdo
El grupo de Junts per Catalunya, en el Parlament y en el Congreso, no disimula su enojo. La diputada en Madrid, Lourdes Ciuró, quiso felicitar este mismo lunes a Soler, pero con un lamento contundente: “Felicitando de entrada a Lluís Soler, debo decir que me hubiera gustado más que hubiera sido designado con el acuerdo del espacio de Junts per Catalunya, pero parece que somos incapaces”.
La distancia es cada vez mayor. Mientras Bonvehí está dispuesto a luchar por el espacio del PDeCAT, ofreciendo una coalición o federación con Junts per Catalunya, el núcleo duro de Puigdemont --Ciuró es uno de sus exponentes-- reclama una integración total. El acuerdo que se suscribió, sin embargo, es taxativo: la marca no se podrá utilizar por ninguna de las dos partes si no hay pacto previo. Por eso, es Puigdemont el que necesita más al PDeCAT porque, en caso contrario, debería usar la marca de La Crida, menos conocida, y con poco músculo en las diferentes comarcas catalanas.
El dilema de los exconvergentes
También complica las cosas esa defensa de Bonvehí para los intereses de Junts per Catalunya y sus acuerdos previos con Esquerra Republicana. La cuestión es que JxCat y Esquerra llegaron a un pacto para repartirse las dos asociaciones municipales. Mientras la ACM sería para Junts-PDeCAT, la FMC (Federación de Municipis de Catalunya) quedaría bajo la presidencia de un alcalde republicano. La idea es que las dos entidades se fusionen al final del mandato municipal, en 2023. Los republicanos sustituirán al socialista, alcalde de Pineda de Mar, Xavier Amor, al frente de la FMC. Pero se podría reabrir ese acuerdo.
Con la vista puesta en el 21 de septiembre, en una reunión que se celebrará en el monasterio de Poblet, con dirigentes del PDeCAT y personalidades de la órbita exconvergente, Bonvehí sigue tejiendo acuerdos desde el hotel barcelonés. Quiere a toda costa proteger un espacio político que mantenga, en lo que se pueda, una cierta manera convergente de ver y entender el mundo. Y si es imposible, que sea Puigdemont quien rompa el juguete, de malos modos y de forma autoritaria. Ese es el dilema que se ha instalado en el espacio exconvergente.