Hubo un tiempo en el que la ultraderecha en Cataluña tenía un nombre que destacaba por encima del resto, el de Josep Anglada. Pero el declive de su figura política en las zonas de mayor presión migratoria ha ido en paralelo al ascenso de Front Nacional de Catalunya y Vox, así como a sus reiterados problemas con la justicia. Quien fuera el concejal más polémico del Ayuntamiento de Vic ha visto como el partido al que contribuyó a dar fama, Plataforma per Catalunya (PxC), ha perdido peso frente a otras nuevas formaciones de tintes xenófobos.
Anglada fue expulsado de PxC en 2014, pero gracias a él la formación logró ser el primer partido abiertamente racista en obtener representación en toda España. En las últimas elecciones municipales del 26 de mayo, sin embargo, el partido se integró en Vox, y su escisión, Som Catalans, y la nueva marca de Front Nacional de Catalunya (FNC) --ambos independentistas de extrema derecha-- lograron sacar más votos en algunos de los municipios en los que PxC contaba tradicionalmente con más apoyo.
Dos nacionalismos y un destino
En Ripoll, por ejemplo, FNC obtuvo este mayo un escaño (503 votos) y Som Catalans consiguió 112 sufragios, el 2,10%. En los últimos comicios en los que PxC se presentó, en 2015, solo se llevó 122 votos, el 2,47% del total, y ningún concejal. De este modo, la versión independentista de la ultraderecha ha logrado captar más apoyos en las urnas de la localidad que PxC en su momento. Aunque les separa el sentimiento nacional de pertenencia, las tres formaciones están unidas en su animadversión hacia la inmigración.
La otra fuga de votantes se dio en Salt (Girona) y, en esta ocasión, hacia otro nacionalismo, el español. Vox obtuvo tres concejales (1.117 votos) --uno más que los dos escaños de PxC en 2015--. Pero es en Vic, ciudad natal de Anglada, donde se ha visualizado más su derrota política. Su actual partido, Som Identitaris (SOMI), no ha logrado revalidar el único escaño que hasta ahora ocupaba cuando concurrió bajo las siglas Plataforma Vigatana en las anteriores municipales. Si bien es cierto que no pudo concurrir a los comicios de mayo al ser excluido por la Junta Electoral de las listas a raíz de su condena por amenazar a un menor de edad. En Manlleu (Osona) su partido ha resistido con un concejal, el excaporal de la Policia Local durante 40 años, Paco Zambrana.
Matices en las grandes urbes
Por lo que respecta a Mataró, PxC logró un escaño (2.572 sufragios) en las elecciones de hace cuatro años. La entonces concejal Mónica Lora se presentó en mayo como cabeza de lista de Vox, pero no logró reeditar el cargo. En el caso de la ciudad costera, no obstante, no concurrieron las formaciones homólogas independentistas (FNC o Som Catalans), dado que tienen más arraigo en la Cataluña interior.
Caso parecido ocurre en municipios como Santa Coloma de Gramenet o Sant Adrià del Besòs, en el que Vox no ha podido capitalizar los apoyos que en su momento tuvo PxC. En este sentido, la formación de Santiago Abascal ha restado más que sumado al antiguo partido de Anglada. En ambas metrópolis, ni Vox ni PxC tuvieron representación --ni en 2015 ni en 2019--, pero el número de sufragios finales fue más elevado cuando el partido concurría a las urnas bajo las siglas autóctonas.
Problemas con la justicia
A sus 60 años, Anglada acumula diversas denuncias y condenas judiciales. Entre las más notorias se encuentra la de dos años de cárcel por amenazar a un menor de edad que era miembro de Arran, o la que dictó la Audiencia de Barcelona (otro año de cárcel) por revelación de datos. Asimismo, su anterior partido, PxC, lo denunció en 2016 por fraude de los derechos del eslogan Primer, els de casa. Aunque recurrió la sentencia, la justicia le obligó a abonar un montante próximo a los 11.000 euros en concepto de costas.
Polémica con un activista
La última polémica en la que se ha visto envuelto tuvo lugar el pasado 20 de julio. El líder de Som Identitaris se negó a indemnizar a Kamal Baitaha, inmerso en una huelga de hambre por los presos del Rif. Anglada tuvo que ir a los juzgados de Vic para participar en una conciliación, después de publicar un tuit en el que recomendaba al activista, al que llamaba de forma despectiva "moro", que dejase de comer "como mínimo 365" días.
Ahora, sus comentarios de corte racista tienen menos repercusión que en su momento político álgido, pero su herencia continúa. La recogen desde la ultraderecha independentista hasta la españolista.