Una fuga muy pensada. Celestino Corbacho ha dejado en la estacada a Manuel Valls, después de posibilitar con su voto la elección de Ada Colau como alcaldesa de Barcelona. Ha preferido integrarse en el grupo de Ciudadanos para poder asegurarse un puesto en la Diputación de Barcelona, visto que con el ex primer ministro de Francia esa posibilidad se reducía de forma notable. ¿Por qué?
Corbacho se reunió este martes por la mañana en el domicilio particular de Manuel Valls, junto con el concejal de Ciudadanos Paco Sierra. El mensaje fue claro. Todo su reconocimiento y valoración a la figura de Valls, pero él es hombre de partido, aunque se declare independiente y haya realizado toda su carrera política en el PSC. Y sólo un partido, en este caso Ciudadanos, le asegura un puesto en la Diputación de Barcelona, gracias a los cuatro votos de la formación naranja en el órgano supramunicipal, que él mismo llegó a presidir antes de ser nombrado ministro de Trabajo en 2008.
Con Valls, nada; con Ciudadanos, cargo
Eso contando con la votación de Ciudadanos a favor del candidato o candidata socialista a la presidencia de la Diputación, que, previsiblemente, será Núria Marín, alcaldesa de L’Hospitalet, aunque ella no está pensando en esa posibilidad El problema para Corbacho es que él mismo rompió en su día con Marín, y esa mala relación podría frustrar sus expectativas.
En todo caso, esa promesa para tener una silla en la Diputación no la podía lograr por parte del PSC. Y todo lo que llegue de Manuel Valls estará ligado a partir de ahora con los socialistas. Por tanto, si Valls no garantizaba nada, sí podía hacerlo Ciudadanos. Y tampoco pone en un aprieto a Colau. El hecho de que Valls ya no pueda ser decisivo para sumar 21 concejales, junto a Barcelona en Comú y el PSC, no inquieta a la alcaldesa, porque no hay otra alternativa posible para hacerla caer una vez ya tiene la vara de mando.
La muesca en el cinturón de Valls
Antes de que eso ocurra en la Diputación, Corbacho ha logrado ya una cuestión importante: será el presidente del grupo municipal de Ciudadanos, un estatus que no hubiera tenido en el grupo de Manuel Valls. Y recibe el aplauso del partido de Albert Rivera por su decisión de abandonar la plataforma de Valls, tras enemistarse con el ex primer ministro francés, al que considera un “desleal” por sus continuas advertencias al líder de la formación naranja.
El experimento de Valls, por tanto, ha resultado un desastre, aunque con una muesca en su cinturón: con su decisión --también con la de Corbacho— no habrá un alcalde independentista en Barcelona. No lo será el republicano Ernest Maragall. El problema para Valls ahora es que poco puede hacer con dos concejales, él mismo y Eva Parera.
¿Un partido con Parera?
Ahora deberá replantearse su futuro en el Ayuntamiento de Barcelona. Este mismo miércoles Valls explicará su hoja de ruta, que no pasa, por ahora –a corto plazo— en dejar el consistorio. Junto a Eva Parera, ayudará a impulsar un nuevo partido, catalanista y socioliberal, con la mirada puesta en las elecciones autonómicas. Pero también valorará un posible acercamiento al PSOE, el partido al que, en realidad, se siente más próximo.
Lo que ha conseguido puede ser un rédito para más adelante. No hay un alcalde independentista en Barcelona, lo que hubiera supuesto un acto de propaganda internacional de gran alcance para todo el movimiento soberanista. Pero Valls tampoco ha logrado el objetivo que pensaba: ni tuvo opciones para ser alcalde ni para establecer una coalición de gobierno con el PSC. Con problemas desde el primer día con Albert Rivera, Valls se ve como líder de un grupo de dos concejales.