Una operación con un alto riesgo y es que todo puede saltar por los aires. Artur Mas intentará en las próximas semanas proteger en lo que pueda el espacio de Junts per Catalunya, para que nadie tenga la tentación de impulsar un nuevo proyecto político, justo además ahora, después de un enorme fracaso electoral en las elecciones municipales, que se ha agravado tras los distintos pactos.
Pero para tener éxito deberá convencer a Carles Puigdemont de que es necesario virar en dos direcciones: reforzar el perfil de gobierno del partido y reorganizar internamente el propio partido, desde el convencimiento de que será contraproducente una nueva fuerza política que, sin dejar de ser independentista –aunque con el objetivo a largo plazo—quiera jugar en el tablero político catalán.
Mas, que se entrevistará con Puigdemont, sabe que no tiene ninguna garantía de éxito. Pero también considera, como apuntan fuentes de Junts per Catalunya, que el resto de fuerzas que intentan arrebatar una parte de ese espacio no lo podrán conseguir. Ese es el dilema que deben asumir los dirigentes del PDeCAT, y los que no quieren saber nada de Puigdemont.
Cómo captar 250.000 votos
Los expertos en demoscopia señalan que existe un posible espacio electoral de unos 250.000 votos, que se inclinarían por una fuerza catalanista, de centro-liberal, que podría romper la mayoría parlamentaria del independentismo. ¿Pero quién puede recoger ese trozo del pastel? ¿Alguien que surja de las propias filas, de los exconvergentes, o dirigentes que hayan bebido en las fuentes del PP o de Ciudadanos o del PSC, que tracen una línea rotunda en contra de la independencia?
Y, al margen de esas dudas, aparece la cuestión de la financiación. ¿Quién aportará los recursos necesarios? ¿Empresarios que han participado en movimientos como Societat Civil Catalana, a través de la Fundación Joan Boscà? ¿Las patronales catalanas, iniciativas particulares?
El partido de Bosch y Lliures
El movimiento de Josep Ramon Bosch, el todavía presidente de Societat Civil Catalana, pretende apostar por la segunda vía ideológica. Hay un equipo operativo de unas 20 personas, con la politóloga Astrid Barrio, y el notario Mario Romero, que ha liderado Portes Obertes al catalanisme. Se trata de un grupo que defiende un ideario constitucionalista, de centro-conservador. También se han acercado empresarios como Jaime Malet.
Existe también un partido, organizado, con militantes, que impulsó Antoni Fernández Teixidó, exdirigente de Convergència Democràtica. Se trata de Lliures, que busca una plataforma mayor, y que desearía la complicidad del catalanismo no independentista. Por ahora, todos esos grupos hablan entre ellos, intercambian opiniones. Pero no hay nada concreto.
¿Quién se mueve en el PDeCAT?
Otra fuerza política en ese campo, Units per Avançar, que dirige Ramon Espadaler, tiene previsto mantener sus acuerdos con el PSC, y no quiere sumarse a operaciones poco definidas. También está Convergents, el partido que impulsó el exconsejero Germà Gordó, que espera la evolución de esas plataformas, pero que está especialmente pendiente de Artur Mas, al que Gordó sigue respetando y escuchando.
Los que siguen en Junts per Catalunya, pero han mostrado sus discrepancias con Puigdemont, como los diputados en el Congreso en la pasada legislatura, Carles Campuzano o Jordi Xuclà, y también Ferran Bel, que ha repetido ahora como diputado, o Marta Pascal, excoordinadora general del PDeCAT, difícilmente podrán coincidir con el movimiento de Bosch. Se trata de otro mundo. De otras referencias.
Las opciones de Mas
Los dirigentes citados, todos crecidos en la cultura política de Convergència, ven casi imposible subir a esos dos barcos. Y, en el caso de Lliures, además, se insiste en que se quiere impulsar otra cosa diferente, no reproducir una especie de CiU del siglo XXI, más reducida, y de nuevo ambigua en el terreno nacional.
Todo eso juega a favor de las intenciones de Artur Mas: que nadie se mueva, y ya convencerá él a Puigdemont para reordenar el partido, con dirigentes solventes, no “prepolíticos”, como hasta ahora. En las próximas semanas, y ya se hecho en los últimos días, se potenciarán dos figuras: la consejera de Empresa, Àngels Chacón, y el alcalde de Igualada, Marc Castells.
La candidata de Puigdemont
Pero, ¿qué puede pasar? “Mas podría quedar, de nuevo, superado por Puigdemont”, señalan fuentes de Junts per Catalunya. Todo dependerá de la sentencia del Tribunal Supremo sobre los políticos independentistas presos, y del ambiente electoral que se generará. Puigdemont “querrá ser, otra vez, candidato, aunque haya dicho que lo descartaba, o puede imponer a los suyos”. Y en ese capítulo de “suyos”, aparece un nombre, el de Laura Borràs.
Ese pulso será decisivo para la suerte final del espacio postconvergente. Si lo pierde Mas, se descontrolará, y nadie se ve capaz de establecer un pronóstico.
Y Esquerra aprieta el acelerador
Lo que está en juego, hasta ese momento, es quién podrá articular una alternativa, aunque modesta, a ese espacio: Bosch lo intentará, y lo quiere concretar pasado el verano. Lliures espera el momento, con muchas dudas internas, y con la cuña que ha representado en su espacio la figura de Manuel Valls, con su decisión de apoyar a Ada Colau en Barcelona.
El convencimiento, en el entorno de Mas, es que será imposible que nadie ponga en marcha un espacio alternativo viable.
Pero, mientras todo eso no sucede, es Esquerra Republicana la que gana terreno, con un golpe que ha dolido mucho en Junts per Catalunya: el acuerdo en Sant Cugat entre ERC, PSC y la CUP, que deja fuera de la alcaldía a la candidata de Junts, Carmela Fortuny, actual alcaldesa. Es el símbolo de una debacle.