“Era la manera más clara y pacífica de demostrar lo que queríamos”, “sabía que [el referéndum] estaba anulado pero votar es la esencia de la democracia”, “si votar fuese delito, aquí en este banquillo deberíamos estar dos millones de catalanes”, “sabía por los medios que estaba prohibido, pero a mí no me notificaron nada”… Son algunas de las proclamas que se han escuchado durante la jornada 40 del juicio del procés y que evocan las primeras sesiones de la vista oral, cuando varios de los acusados --en especial el exvicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras y el exconseller de Exteriores Raül Romeva-- se introdujeron de lleno en el terreno político para legitimar el derecho a votar y el mandato popular por encima de cualquier prohibición.
Tal circunstancia no ha sido la única que revelaría el alineamiento entre el relato de los testigos y los procesados por el 1-O. A través de la declaración de los declarantes propuestos por el abogado de los exconsejeros Josep Rull y Jordi Turull y el expresidente de la ANC Jordi Sànchez se ha visualizado la defensa a la labor de los Mossos d'Esquadra durante la jornada de votación.
Estrategia opuesta a la de Forn
De hecho, es significativo cómo varios de los ciudadanos que han comparecido a lo largo de la tarde son testigos que votaron en centros donde no acudieron la Policía Nacional ni la Guardia Civil, sino únicamente la policía autonómica, como forma de acreditar que no se produjeron episodios de violencia en ellos y que la calma era patente en el lugar. Sin embargo, se trata de un hecho que podría menoscabar la táctica que, por su parte, despliega la defensa del exconsejero de Interior Joaquim Forn, quien basa su estrategia en desvincular su ideología política de su cargo en el Govern y en defender el trabajo llevado a cabo por los agentes de los Mossos durante la celebración de la consulta.
Y es que varios de los testigos han explicado cómo, en algunos centros, ante la aglomeración de votantes y al comprobar que no podían actuar ni acceder al interior, los efectivos autonómicos optaban por retirarse, mientras que otros lograban entrar, se limitaban a levantar acta y se iban, como sucedió en el caso de Sant Vicenç de Castellet (Barcelona). Tal habría sido la supuesta inacción de los agentes que, según una testigo que votó en Arenys de Munt, no vio a los mossos llevar a cabo intervención alguna. Lejos de ser consciente de cualquier irregularidad, la declarante ha subrayado que “aquello fue una fiesta”: “Hicimos una paella en la calle principal y estaba todo el pueblo”.
Uno de ellos ha ido incluso más allá. Según la versión de este testigo, que votó en la Escola de la Concepció de Barcelona, desconocía que los agentes tuviesen la orden judicial de impedir el referéndum.
Pañuelos y lazos amarillos
Visibles pañuelos, pines, pulseras y lazos y hasta un llamativo chubasquero amarillo son los atuendos con los que han desfilado ante el tribunal varios de los testimonios del día. Con o sin símbolos, todos ellos han explicado que acudieron a sus respectivos centros de votación en medio del ambiente reivindicativo de la que varios de ellos han coincidido en calificar como “la fiesta de la democracia”. “Todo fue lúdico, la gente estaba ilusionada por votar”, ha subrayado una testigo que estuvo presente en la escuela Ausiàs March, situada en el barrio barcelonés de Les Corts. Aunque ha asegurado desconocer cómo se organizó la jornada en el centro, ha recordado que durante la misma “se ayudaba a la gente mayor, se les ofrecía paraguas… Lo autoorganizó la gente que llegaba al colegio”.
Otro de los comparecientes, preguntado por el letrado Jordi Pina, ha explicado que se enteró a través de los medios de que “se había aprobado una ley y que se había convocado un referéndum el 1 de octubre”, aunque ha apuntado que la forma en que se desarrolló “fue algo espontáneo: la gente preguntaba qué había que hacer para que no se impidiera el referéndum”.
“Me agarraron de los testículos”
Otra de las notas en común de las declaraciones ha sido la descripción del comportamiento de la Guardia Civil en los centros en los que intervinieron, la más elocuente la de un testigo a quien, asegura, le agarraron “de los testículos”: “Me levantaron para arriba y me dejaron caer, para después arrastrarme fuera como si fuera un paquete. Uno de ellos, después, me pegó un puñetazo en la cara”. “Nos dieron con las porras, con los escudos, con todo…”, ha señalado otra ciudadana a preguntas de Vox, acusación a la que varios comparecientes han respondido “por imperativo legal”.
La declaración de los testigos de las defensas contrasta con la narración efectuada por agentes de la Policía Nacional y del Instituto Armado, quienes describieron numerosos episodios de hostilidad ciudadana a la que tuvieron que hacer frente y sirvieron en bandeja los ingredientes del presunto delito de rebelión que los fiscales atribuyen a seis de los procesados.