Ataviado con gafas, reloj y lazo amarillo; y con la obra Esperança y llibertat de Raül Romeva bajo el brazo, y después sobre la mesa, el cantautor y exdiputado de Junts pel Sí Lluís Llach ha tomado asiento frente al tribunal que juzga los acontecimientos que rodearon la celebración del 1-O. Lo ha hecho a petición de la acusación popular ejercida por Vox, ante cuyos abogados ha lamentado, “como homosexual, independentista y aspirante a ciudadano del mundo”, tener que responder sus preguntas.
El presidente del tribunal, Manuel Marchena, que ya había frenado al letrado de Vox Javier Ortega-Smith por inquirirle sobre sus adhesiones ideológicas, también ha tenido palabras de amonestación para Llach cuando éste ha expresado su queja: “La sala le respeta profundamente en todo, su interrogatorio debe desarrollarse conforme a la Ley de Enjuiciamiento Criminal. El abogado pertenece a la acusación popular de acuerdo con el régimen jurídico vigente y tiene la obligación legal de responder”.
Nada más posicionarse ante los magistrados, el testigo ha asegurado tener una “profunda amistad” con varios de los acusados y, de inmediato, al ser interpelado por su presencia en la concentración registrada a las afueras de la Consejería de Economía el 20 de septiembre de 2017, con motivo de los registros que se estaban llevando a cabo en su interior, ha justificado que acudió a la misma puesto que “era diputado y me parecía una responsabilidad ir, además de ser independentista”.
El papel de Sànchez y Cuixart
Como si de escenarios totalmente distintos se trataran --los descritos por Llach y por los agentes de los cuerpos de seguridad que intervinieron durante la celebración del referéndum--, el cantautor ha asegurado que en todo momento se pidió que la protesta “siempre fuese cívica, civilizada”. Al ser preguntado por el abogado del expresidente de la ANC Jordi Sànchez y de los exconsejeros Josep Rull y Jordi Turull, Jordi Pina, sobre si vio caras de agresividad, Llach ha respondido tajante: “En absoluto, fue un ejercicio de protesta clarísimo, pero vaya, no sentimos en ningún momento que tuviésemos que ejercer nada especial”.
De hecho, ha recalcado que escuchó a Sànchez y al presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, presentes en la concentración, haciendo un discurso en el que pedían “una actitud cívica”, y que el propio Llach les ayudase a hacer un cordón “no por mis cualidades, sino porque soy conocido”, aunque ha reconocido que pasaron “sudores y lágrimas” para bajar a la gente que se había subido a los vehículos de la Guardia Civil estacionados en la zona. Un coche contra el que previamente había afirmado que no vio que se produjera ningún acto de violencia “ni que se tirase ninguna piedra”.
La salida de la secretaria judicial
Llach ha insistido en varias ocasiones en la preocupación de todos ellos por que no se produjesen altercados: “quiero que el tribunal se dé cuenta de que no nos fuimos de allí sin esta norma asegurada de cumplimiento, era casi obsesivo”. Incluso, al ser preguntado sobre si supo de las dificultades que tuvo la comisión judicial para abandonar el edificio, hasta el punto de que la secretaria tuvo que salir por la azotea, el cantautor ha aseverado que ambos líderes sociales le pidieron que movilizase a diputados presentes allí para que “acompañaran a la señora secretaria”. “Hubo diputadas que propusieron que se colocase entre ellas para salir y así nadie se enteraría”.
En cuanto al papel de la Guardia Civil, Llach no ha dudado en elogiar su conducta: “Puedo dar fe absoluta de que su comportamiento fue ejemplar y que también fueron siempre respetados. Con los Mossos tampoco hubo ningún problema. Les vi continuamente”. El testigo, quien ha declarado durante unos 45 minutos, ha abandonado la sala saludando a los acusados con golpes en el pecho. Ha sido la declaración que, en esta trigésimo séptima jornada, más expectación ha generado en el Supremo y que incluso ha arrancado alguna broma sobre el libro que llevaba consigo: “¿será el de Abascal?”.