Cuando la Guardia Civil se topó con "el reflejo del odio" durante el 'procés'
Agentes del instituto armado testifican sobre los episodios de amenazas y enfrentamiento con los manifestantes que se produjeron durante los registros
22 marzo, 2019 00:00"Vi en la cara de la gente, por primera vez en mi vida profesional, el reflejo del odio”; “los Mossos se tuvieron que emplear a fondo”; “se masticaba rabia; “la calle era una ratonera”; “el respeto a la autoridad se había evaporado en horas”... Es parte del rosario de elementos que conforman la narración efectuada por los agentes de la Guardia Civil que este jueves han desfilado ante el tribunal encargado de juzgar a los doce acusados del procés y que se han visto impelidos a hacer frente a la estrategia de las defensas encaminada a desmontar las acusaciones de violencia y a denunciar las irregularidades en las que habrían incurrido los efectivos del cuerpo durante uno de los registros previos al 1-O.
La vigésima jornada de la vista oral no ha sido parca en detalles en torno a cómo vivieron los brigadas del instituto armado los episodios de enfrentamiento que se produjeron a las afueras de la empresa Unipost --mercantil en cuya sede de Terrassa fueron hallados más de 43.000 sobres para el referéndum con el membrete de la Generalitat--, del almacén de Bigues i Riells donde los agentes se incautaron de hasta 9,9 millones de papeletas y de algunos centros de votación durante la celebración del referéndum.
Como el "conflicto vasco"
Entre los momentos más significativos, ha sido sintomático el silencio que ha generado la afirmación del último testigo de la mañana: “No he vivido el conflicto vasco, gracias a Dios, pero un compañero me dijo que aquello se asemejaba mucho a sus inicios”. “Bueno, vamos a hacer otra pregunta, por favor”, ha terciado de inmediato el presidente del tribunal, Manuel Marchena, para evitar que la declaración se desviase por otros derroteros.
Las miradas entre varios de los procesados han sido continuas a lo largo de la sesión, sobre todo entre el exconsejero de Interior Joaquim Forn y el de Presidencia Jordi Turull. No es para menos, a tenor de las aseveraciones que los testigos iban vertiendo sobre los insultos y amenazas de los que fueron víctimas.
“Nunca me habían escupido”
“A mí no me agredieron, lo que sufrí fui daño moral por los insultos que me profirieron. Nos llamaron asesinos. Me ha quedado grabado cómo me miraban, no sé si por desprecio o por odio, por mi condición de guardia civil... pero a mí, por hacer mi trabajo, nunca me habían escupido. Y a día de hoy no entiendo cómo unas personas que eran del pueblo se habían comportado, por decirlo con una palabra que no sé si es la adecuada, como delincuentes”, ha relatado con afectación uno de los testigos, sargento primero que junto a otros compañeros intervino, el día de la consulta, a las afueras de un centro de votación de Sant Andreu de la Barca.
Precisamente, en el municipio barcelonés se produjo otro de los episodios expuestos ante los magistrados por parte de un agente que se vio abocado a denunciar a un instituto de la localidad por instar a su hijo a salir a protestar con pancartas a raíz de la actuación policial del 1-O. "El instituto está para enseñar. No puedo consentir esos hechos”, ha indicado. El mismo agente ha descrito acometidas en Sant Joan de Vilatorrada por parte de “una masa de oponentes” mediante “patadas y puñetazos”. “Me dieron puñetazos en la espalda y algún arañazo, pero no lo denuncié", ha incidido el testigo, quien ha reconocido haberse visto en situaciones “diversas y peligrosas, pero el personal que vino conmigo temió por su integridad. Se masticaba rabia y odio”.
Las ironías de Van den Eynde
Mientras los agentes hablaban de vallas tiradas, todoterrenos de la Benemérita que no podían salir ante las aglomeraciones o del secretario judicial que pidió “algo para taparse la cara” y que no le reconocieran los concentrados en uno de los registros, Andreu Van den Eynde, abogado del exvicepresidente Oriol Junqueras, volvía a apoyarse en la ironía, como ya hiciera un día antes, al calificar de “grupillo de gente” a las decenas de manifestantes que, según los guardias civiles, llegaron a hacer acto de presencia en los exteriores de la nave de Bigues i Riells con el objetivo de dificultarles el paso. “Se me quedó grabada la cara de un señor mayor, una cara de odio extremo, como si le estuviéramos quitando algo de su familia”, ha sido el testimonio de uno de los efectivos que participó en el registro del almacén y que ha justificado el hecho de que el letrado de la Administración de Justicia, a quien finalmente uno de los agentes entregó un pañuelo para ocultar su rostro, tuviera “miedo”. “Era para tenerlo porque la gente estaba muy exaltada”, ha subryadado.
Tras varios días en los que numerosos guardias civiles han depuesto ante el tribunal para ofrecer su versión sobre los hechos que presenciaron durante los días previos al 1-O y a lo largo de esta jornada, todas ellas hilvanadas por la tensión y la hostilidad como telón de fondo, parecía improbable que nuevos datos salieran a la luz, máxime cuando todos ellos participaron en las mismas diligencias judiciales. Sin embargo, ha sido incesante la cascada de nuevos pormenores que las acusaciones han visto servidos en bandeja para reforzar su tesis de la rebelión y de la vinculación del material requisado con la celebración de la consulta.
Las defensas, al derribo
Las defensas, por su parte, se han arrojado con todas sus armas para derribar el discurso de los agentes y han hilado una maniobra conjunta dirigida a atraparles en un renuncio, principalmente en lo relacionado con la autorización de la que disponían para acceder a Unipost.
El letrado Jordi Pina, defensor de los exconsejeros Josep Rull y Jordi Turull y del expresidente de ANC Jordi Sànchez, ha sido, en este sentido, el más beligerante. El desliz de uno de los agentes se ha producido cuando ha apuntado que contaban con el permiso de un responsable de la empresa. “Si él nos autoriza a inspeccionar por encima el material, para mí es suficiente", tras lo cual ha precisado que el material quedó retenido en el almacén "a la espera de la autorización judicial de intervención".
El papel de los Mossos
Los testigos no han cedido en su relato sobre el ensañamiento que vivieron y, de hecho, otro de los guardias civiles ha recordado que, durante el registro de Unipost, la calle se convirtió “en una ratonera”. “No soy un especialista en control de masas, pero aquello me pareció inaudito. Ni siquiera los Mossos podían contener a la gente y se tuvieron que emplear a fondo", ha remarcado, alejándose de las tesis que acusan a la policía autonómica de haber mostrado un papel pasivo durante el procés para facilitar la celebración del referéndum.
Un alegato que contrasta con el ofrecido por el agente que actuó en el local de votación de Sant Andreu de la Barca, a cuyas inmediaciones y ante los incidentes que se estaban registrando, ha manifestado, “en ningún momento se acercaron los Mossos a prestarnos auxilio o colaboración. Estuvieron todo el rato a unos cuarenta metros, al otro lado de la calle”.