Carles Puigdemont y sus fieles trabajan con determinación. Improvisan, pero también tienen claro el objetivo. Y el principal es complicar las cosas a Esquerra Republicana. Lo intentarán por todos los medios y en todas las elecciones. En el Ayuntamiento de Barcelona el dibujo comienza a esclarecerse: tras la candidatura de Joaquim Forn, y con Elsa Artadi como número dos, se ha integrado en la lista de Junts per Catalunya el exsocialista Ferran Mascarell, actual delegado del Gobierno de la Generalitat en Madrid. Queda, sin embargo, un fleco: Jordi Graupera. La obsesión es unir el independentismo para impedir una posible victoria del republicano Ernest Maragall.
El equipo de Puigdemont, en el que participa Artadi, y el propio Forn, desde la cárcel de Soto del Real, presiona al entorno de Graupera para que dé el paso. Sin embargo, el profesor de Filosofía Política persiste en su candidatura. Mantiene reuniones sectoriales, difunde vídeos en las redes sociales, organiza actos en los distritos, y no tiene intención de integrarse en Junts per Catalunya. Pero el círculo de Puigdemont no renunciará, y hasta el último segundo insistirá en que “no queda otra” que aglutinar diferentes sectores del independentismo para ganar a Maragall o para lograr un resultado suficiente como para que Esquerra no pueda prescindir de Junts per Catalunya.
Impedir un gobierno municipal de izquierdas
Fuentes del círculo de Puigdemont, de la candidatura a la alcaldía de Barcelona, señalan que el objetivo es que Maragall “no pueda gobernar sólo con el apoyo de los comuns”. Ese es el peligro para el expresident, y el anhelo de los republicanos a medio plazo. Con gobiernos de izquierda —desde el independentismo y desde el llamado derecho a decidir— se pretende iniciar una nueva etapa, en el Ayuntamiento de Barcelona, pero también en el Parlament. Y Puigdemont está ahí para impedirlo, porque, en gran medida, él perdería su papel de liderazgo en la política catalana, al margen de lo que pueda suceder en el juicio del 1-O.
Mascarell ocupará el número cuatro de Junts per Catalunya por Barcelona, tras Joaquim Forn, Elsa Artadi y Neus Munté. La marca es del PDeCAT, pero la Crida de Puigdemont se ha hecho con el partido, con la designación de nombres de su círculo. Esa misma política se ha trasladado para las elecciones generales y para las europeas, con Jordi Sànchez y Laura Borràs, y con el propio Puigdemont, respectivamente, como cabezas de lista. Pero ¿qué ocurre con Graupera? El candidato de la plataforma Barcelona és capital tiene una ventaja: una parte de la ANC le apoya, tras apostar por un proceso de primarias que él mismo organizó y que ha supuesto un revulsivo para el independentismo. El equipo de Graupera mantiene que puede lograr representación. Y que, luego, con los concejales de cada fuerza política, ya se hablará de acuerdos. Pero nunca antes.
¿Y si gana Manuel Valls?
Mascarell y Graupera han mantenido conversaciones en las últimas semanas. Tienen puntos de conexión, sobre la ciudad y sobre la coyuntura política. A eso se agarra el círculo de Puigdemont para intentar esa unidad. Sin embargo, la diferencia entre los dos es que Mascarell no puso en ningún momento en marcha un equipo dedicado a hacer campaña en Barcelona. Graupera lo lleva haciendo desde hace meses, con muy pocos medios, pero de forma efectiva en redes sociales.
Puigdemont presionará hasta el último segundo. El independentismo sabe que se juega buena parte de su futuro en Barcelona. Lo repiten una y otra vez el presidente Quim Torra y los principales dirigentes independentistas. ¿Qué ocurriría con una victoria de Manuel Valls, o con la alcaldía en manos del socialista Jaume Collboni? La capital catalana sería la palanca internacional más potente del independentismo. Sin ella, el movimiento iniciaría un aterrizaje forzoso.
Competir con Maragall
“Lo que se pide en cada acto que se organiza es unidad y unidad”, señalan fuentes de Junts per Catalunya. ¿Es tan necesaria la contribución de Graupera? “Sí, se puede ser alcalde con relativamente pocos votos, y con nueve o diez concejales”, añaden las mismas fuentes, y para ello todos los sufragios que se queden fuera, al no superar el necesario 5% que determina la ley para tener participación, habrán servido para ayudar al adversario político.
Al margen de lo que pueda decidir Graupera, Junts per Catalunya considera que puede competir con Ernest Maragall. Y que las encuestas irán variando a partir de ahora, y que los doce o trece concejales de los republicanos irán en descenso, llenando la cesta de los ahora cuatro o cinco regidores que se apuntan para Junts per Catalunya. El filósofo político se lo pensará, señalan, aunque ahora diga que no.