"Desde que CDC desapareció todo son desgracias", repite muchas veces un cargo del Partit Demòcrata del Área Metropolitana de Barcelona. La frase, que podría ser anecdótica, refleja un sentimiento bastante extendido entre la militancia y parte de los cuadros de mando postconvergentes, que no es otro que la frustración de haber fracasado en la construcción de una nueva nave nacionalista que tomara el relevo a la histórica Convergència Democràtica de Catalunya. El Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT), que nació débil pero con la voluntad de ser un barco que aguantara otros 40 años, se defiende como puede de la OPA del entorno de Puigdemont y la Crida Nacional.
La gestación de este desastre comienza en 2016 con el pas al costat de Artur Mas al frente de la presidencia de la Generalitat. Tras su salida a marchas forzadas de la plaza Sant Jaume, el que fue cinco años presidente tuvo que lidiar con la construcción de un nuevo pal de paller que substituyera al entonces colapsado partido fundado por Jordi Pujol. Entre tanto, un desconocido Carles Puigdemont tomaba el control de Cataluña sin saber que acabaría convirtiéndose en un referente del procés que llegaría incluso a ser incómodo para los suyos.
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"CDC ha vendido su alma y se ha convertido en un partido prescindible". Así de contundente se expresa el profesor de comunicación política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Lluís Pastor. El experto prosigue con que "el partido que dirige Puigdemont desde Bélgica está vacío, es como un árbol fresco por fuera y seco por dentro". Una opinión que matiza el diputado en el Congreso de los diputados, Sergi Miquel, que considera que la ideología del PDeCAT se debe a "la gran transversalidad que agrupa la figura del president Puigdemont", y explica que hay muchos electores que "votaron también por el candidato que tienen formas de pensar opuestas a la suya". El representante en Madrid reconoce que "Convergència no tenia estos problemas" y considera que este "desdibujamiento" ha dejado huérfano el espacio del centroderecha independentista.
Las discrepancias sobre cómo afrontar el 1-O y la estrategia política posterior al 155 también han tensionado a un partido dividido por la mitad. Marta Pascal, con escaso éxito, intentó marcar perfil propio y derivar a la nave postconvergente hacia postulados más pragmáticos y moderados. "Intentó hacer como el PNV: una estructura bicéfala entre la presidencia de la Generalitat y la dirección el partido", explican algunas fuentes cercanas. De hecho, se le atribuye a ella la decisión de votar a favor de la moción de censura de Pedro Sánchez que hizo caer al gobierno del Partido Popular, desoyendo a un Puigdemont que quería la abstención. De la misma forma, los afines de la excoordinadora general del partido en Madrid y en la ejecutiva buscaban una política de apaciguamiento y pretendían rehuir del cuanto peor, mejor. A Pascal le costó su carrera política y David Bonvehí parece que resiste, aunque le está costando.
Acoso de Puigdemont
"Si a PDeCAT, JxCat o la Crida le quitas a Puigdemont no lo votaría nadie", sentencia el profesor de la UOC. De hecho, uno de los problemas a los que tiene que hacer frente el mundo postconvergente es el hiperliderazgo del que fue presidente hasta el 155. "No es carismático, él asume su rol. Había mucha gente que pensó que no haría marcha atrás y lo sigue pensando", explica Pastor. El experto añade que el expresident se nutre electoralmente de "alimentar la borrachera" que Cataluña "ha vivido durante años".
De hecho, el PDeCAT votó a puerta cerrada en un Consell Nacional en la UPF saltarse sus propias reglas para permitir que las listas del 21D de Junts per Catalunya se construyeran desde Bélgica en su totalidad, según explican distintas fuentes allí presentes. La decisión se tomó porque era la única forma de asegurarse que Puigdemont sería el candidato, en un momento en el que se estaba gestando la posibilidad de hacer una agrupación de electores liderada por el titular de Waterloo. El partido ya había hecho primarias y en muchos casos se ignoraron los resultados de las votaciones de los asociados. En L'Hospitalet, por ejemplo, el ganador de la contienda interna quedó fuera de la lista mientras su contrincante fue candidata por Barcelona. Esta situación podría repetirse en las elecciones del 28A, puesto que cargos de la formación exconvergente temen que la configuración de la lista se haga íntegramente desde Bélgica.
OPA de la Crida
De la misma forma, el universo Waterloo ha renegado de todo aquello que tiene que ver con Convergència, pero está obsesionada con controlar la estructura del PDeCAT. La presión descabezó a Pascal en la I Assemblea Nacional puesto que, tal y como afirmó en rueda de prensa, "no tenía la confianza del president Carles Puigdemont, como es evidente". El diputado Sergi Miquel confiesa que "contra CDC todo esto no se habría podido hacer" y argumenta que la extinta formación era "un proyecto sólido y potente con mucho arraigo". De hecho, esta es una de las claves que Pastor atribuye como descalabro del espacio político neoconvergente: "Los miembros del partido han perdido la identificación ideológica y también la identificación de su marca. Más allá de la independencia no sabemos qué son ni cómo se llaman".
Acto de fundación de la Crida Nacional per la República en el Fórum de Barcelona / CRIDA NACIONAL
De toda esta situación nace la Crida Nacional per la República, registrada como partido político aunque definida como "movimiento político", a la que el profesor de la UOC define como "emocional y populista". Esta formación de reciente creación tiene como único objetivo la secesión y se compromete a disolverse una vez conseguida la independencia catalana. De momento, ERC y la CUP resisten el intento de OPA, a través de las listas unitarias que se ponen sobre el tablero. Eso sí, el objetivo está puesto en el PDeCAT, que es quien tiene los derechos electorales de CDC según denuncian los cargos del partido.
Apertura exprés
"No se puede cerrar un partido en un fin de semana y abrir otro en el mismo sitio", afirma un fundador y cargo del PDeCAT. El fin de semana del 8 al 10 de julio de 2016 se hicieron coincidir dos congresos en el recinto del Fòrum de Barcelona: uno que votaba la disolución de CDC y otro que definiría cómo sería el nuevo partido que daría luz en ese lugar. Precisamente, una de las cosas que más autocrítica genera en el seno de la antigua Convergència es que las mismas personas que estaban cerrando la primera nave eran las que decían como se tenía que abrir la segunda: "Tal vez hubiera sido mejor dedicar un fin de semana a cerrar Convergència y a partir de aquí abrir un proceso largo de configuración del nuevo partido. Allí había gente que quería salir con todo resuelto, como con el nombre, y puede que no fuera lo más importante".
Las votaciones de las ponencias del partido se acabaron votando a las dos de la mañana: "Ahí solo quedaban los de la JNC y cuatro personas más". De hecho, se impuso un cuadro de incompatibilidades que impedía la acumulación de cargos en el nuevo partido y que estuvo a punto de ser impugnado por falta de quórum. El punto y final lo puso la votación final del nombre, que acabó siendo Partit Demòcrata Català (PDC) frente a la opción Junts per Catalunya que querían los expresidentes Puigdemont y Mas. Ese nombre, por una impugnación de Demòcrates de Catalunya (la escisión independentista de Unió Democràtica), tuvo que añadir la palabra Europeu y convertirse en PDeCAT. Durante ese litigio, la nueva formación estuvo meses fluctuando en la provisionalidad de un nombre del que no podían hacer bandera.
Absorción de estructuras
El nuevo partido nace herido, en parte, como consecuencia de la forma en cómo resolvió su relación con CDC. Desde el Congreso Fundacional, todos los grupos de representación política del extinto partido fueron quedando absorbidos por la recién estrenada formación. Así, muchos grupos municipales de Convergència i Unió pasaron a ser Grup Municipal Demòcrata o PDeCAT. Lo mismo pasó con los diputados y senadores en las Cortes, que se habían presentado como Convergència apenas un mes antes. En el caso de los diputados convergentes de Junts pel Sí, esa relación se hizo casi de forma automática. Tampoco hubo renovación en las caras de la primera línea, puesto que Artur Mas asumió la presidencia simbólica del PDeCAT, hasta su dimisión en enero de 2018 evitar la relación entre el Partit Demòcrata y el caso Palau. Además, Neus Munté lo acompañaba con la vicepresidencia de la nave hasta su destitución en el congreso en julio de 2018.
La excoordinadora general del Partit Demòcrata, Marta Pascal, con su nuevo equipo frente a la sede de CDC en la calle Còrsega / EUROPA PRESS
De la misma forma, la primera sede del nuevo partido fue la calle Còrsega de forma interina. La fotografía de presentación de la candidatura a la nueva ejecutiva, liderada por Marta Pascal, se hizo en la puerta de la histórica formación nacionalista. Poco después se desplazaron a la sede de Provença, que también era propiedad de CDC hasta que se la vendió en 2018. De la misma forma, la mayoría de sedes y de patrimonio de Convergència pasaron a ser automáticamente del PDeCAT. La relación era tan continuada que el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata imputó al Partit Demòcrata en la causa del 3% al considerar que había sucesión de empresas entre ambas formaciones. El Partit Demòcrata publicó un comunicado en el que se desvinculaba de la corrupción de su antecesor y donde insistía en que "el partido no se había constituido" cuando se produjeron los hechos.
Gen 'convergent'
El proceso de creación del PDeCAT estuvo marcado por unas expectativas que poco a poco se convirtieron en frustración. Los 16.000 militantes de CDC estaban llamados el 26 de mayo de 2016 a las urnas en lo que ellos denominaron el Súperdissabte. En esas primarias, los convergentes debían escoger qué futuro querían para su formación: una renovación a fondo o la refundación. El aparato del partido se había mojado claramente por dejar atrás Convergència. De hecho, Artur Mas vendió que el proceso entre la formación vieja y la nueva estaba atada y sería modélica, pues sería ideal para fer net (hacer limpieza). Lo hizo, entre otros sitios, en el Consell de Federació de Barcelona que la formación convocó de forma extraordinaria en la UAB en abril, según explican fuentes presentes en el acto.
El día llegó y el resultado dio como ganadora la opción de crear una nueva formación. Un 67% de los electores, del 53% del censo llamado a las urnas, se decantó por enterrar el partido político frente al 32,5% de los votantes que preferían mantener vivo el histórico partido fundado por Jordi Pujol. No obstante, CDC había celebrado con anterioridad lo que llamó Torn Obert, una gran encuesta a la militancia y simpatizantes que arrojaba otro dato: Un 64,4% de los preguntados quería mantener la identidad de Convergència de alguna manera (un 29,4 estaba contra la refundación y un 35% quería que la nueva formación conservase la palabra histórica). "Tal vez debimos desacomplejarnos más y llamar al nuevo partido Convergents o algo parecido, y reafirmar quiénes éramos", afirman fuentes de. Estas mismas personas hacen autocrítica y consideran que "votaron con más ilusión que con la razón. Nadie nos dijo cómo se iba a hacer el traspaso. Nosotros tampoco preguntamos, teníamos plena confianza".
Resultados del Torn Obert y el Súperdissabte que CDC celebró antes de la fundación del PDeCAT / CG
Resistencia a morir
A pesar de la situación, los convergentes clásicos quieren mantener viva la esencia de lo que significó ese partido fundado en la clandestinidad de Montserrat en 1974. ¿Pero hay espacio? Lluís Pastor considera que "hay pocas personas que demanden estos planteamientos. Lo que hace 10 años se veía como algo osado ahora es una posición casi de traidor". Para Sergi Miquel esa nueva CDC ya se está gestando "y se llama Junts per Catalunya", marca a la que reconoce haber dado "buenos resultados" y con la que se presentarán en las próximas municipales y generales.
Otras pequeñas formaciones, de momento con discreto éxito electoral, pretenden representar ese espacio que ha dejado huérfana la antigua Convergència. De hecho, una escisión en el PDeCAT dio lugar a Convergents, el partido de Germà Gordó y Teresa Pitarch. Su líder reivindica a esta formación como "soberanista" y de "centro amplio" que quiere hacer "un proyecto lo más parecido a CDC". Otro partido que quiere recuperar esa esencia es Lliures, que cuenta con el apoyo de los exdiputados de CiU Xavier Cima, Roger Montañola y el exconsejero de Pujol Antoni Fernández Teixidó. Sea como sea, hay una parte del electorado que se siente huérfana, porque tal y cómo reconoció Artur Mas en una entrevista al Via Lliure de RAC1: "Hay mucha gente que necesita identificarse con alguna cosa que se parezca a Convergència Democràtica de Catalunya".