Los estrategas del PSOE consideran que el escenario político que se presenta es el más idóneo para los intereses de Pedro Sánchez. Las cosas no están claras para los socialistas, pero si se podía intentar ganar unas elecciones y esperar a que se presente algún socio con ciertas garantías para gobernar era éste.
La lucha sin cuartel en el seno de los tres partidos que se han agrupado en el espacio de la derecha deja a Sánchez el campo abierto para ocupar el centro, y aprovechar las reglas de hierro de la ley electoral española, siempre, claro, que pueda a atraer a una buena parte de la gran masa de indecisos, que los expertos calculan en una horquilla entre los 250.000 y los 700.000 electores.
¿Es Sánchez un político con suerte después de todo un periplo de dificultades, dentro del propio PSOE, que lo derribó con la votación de investidura de Mariano Rajoy? La coyuntura, en todo caso, le favorece. La irrupción de Vox, que supuso la pérdida del gobierno de Andalucía, supone ahora, sin embargo, un desgaste enorme en el PP y la desorientación en Ciudadanos, que ha acabado apostando por Inés Arrimadas como cabeza de cartel por Barcelona para remontar una situación delicada.
Todos por España
El PSOE, según distintas encuestas, se sitúa en estos momentos sobre el 27% del voto, y se mueve entre los 110 y 115 escaños. En la Moncloa se calcula que se podría llegar a los 120-125 con una buena campaña electoral, lo que resultaría una subida notable, desde los 84 diputados alcanzados en las elecciones de 2016. Pero Sánchez, para ello, no ha dudado en ofrecer un discurso que se basa en el terreno nacional, en la defensa de España, “la España que queremos”, tras su intento de diálogo con el Gobierno catalán.
Albert Rivera e Inés Arrimadas
Y, siendo consciente de que difícilmente se podrá repetir un esquema de apoyos parlamentarios similar al que se produjo con la moción de censura a Mariano Rajoy, con los partidos independentistas, Pedro Sánchez espera que Ciudadanos se replantee su veto, y piense también en todo lo que pasará tras las elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo. La Mesa del Congreso se podría constituir el 23 de mayo, tras las elecciones del 28 de abril, y a sólo tres días de las elecciones locales y autonómicas. Es decir, los pactos y coaliciones podrían llegar en bloque, con todos los votos sobre la mesa.
Distritos electorales pequeños
Pero, ¿a qué juegan el resto de candidatos? La ley electoral española será determinante. El politólogo José Fernández Albertos señala la “racionalidad” de Ciudadanos cuando plantea el veto al PSOE. Lo hace porque conoce su realidad, lo que se juega en los distintos espacios electorales. El politólogo Oriol Bartomeus también insiste en cómo Ciudadanos reacciona por la “fuga” de votos a Vox.
Todo ello teniendo en cuenta una cuestión central: sólo cuando los partidos logran un porcentaje superior al 20%, pueden conseguir una cierta equivalencia entre los escaños logrados y el número de votos. En cambio, el resultado es muy cruel cuando se quedan por debajo del 15%. Eso se explica por la dimensión de las circunscripciones electorales, que en España coinciden con las provincias. En 41 de esos distritos electorales se reparten entre 3 y 8 escaños. Y en 17 entre tres y cuatro. Es decir, o se llega primero o segundo en esas pequeñas circunscripciones, o los votos que se obtienen se van directamente a la papelera y no se traducen en escaños.
Electores de Rivera hacia Vox
Y lo que está pasando, según los expertos en demoscopia, es que Vox, con un porcentaje modesto a nivel global, sobre el 13,3%, según la última encuesta publicada por El Mundo, sí es capaz de ser segundo partido en muchas circunscripciones, donde llega al 25% o 30% de los votos. Y eso se traduce, según esa misma encuesta, en un salto hasta los 44 o 46 diputados.
Eso está afectando mucho al PP y a Ciudadanos. Pero más a la formación que lidera Albert Rivera, porque, por su naturaleza, no sabe a qué carta quedarse, con un poso ideológico maleable. En la frontera con el PP, Ciudadanos tiene la posibilidad de hacerse con un millón de votos, aunque muchos se ven atraídos por Vox. Y el voto fiel a Ciudadanos se va perdiendo: entre 300.000 y 400.000 votos corren el riesgo de decantarse por la ultraderecha que lidera Santiago Abascal. Ante esa realidad, Albert Rivera decidió vetar los posibles acuerdos con el PSOE. Y las matemáticas le dan la razón: una frontera con el PSOE de unos 250.000 votos, según los datos de distintos politólogos, frente al millón que se juega en la frontera con el PP.
La paradoja que afecta a Ciudadanos tiene aires de tragedia: lo que ha ido ganando en los últimos meses en las encuestas son votantes del PP, que se han pasado a la formación naranja. Los expertos detectan que éstos han cambiado al propio partido. Sería como unos visitantes que se hacen con el hogar, porque estos votantes del PP se decantan ahora por Vox. Resulta que Ciudadanos, si quiere retenerlos, debe romper cualquier vínculo con el PSOE y con Pedro Sánchez, que ese votante detesta, porque, viniendo del PP prefiere mucho más el radicalismo de la ultraderecha de Vox.
Sánchez y Fernández Vara
Siempre el centro, el ganador
Todo eso lo saben los estrategas del PSOE, que se lanzan sin dudarlo hacia los indecisos, todavía muy numerosos, y todos aquellos electores que se manifiesten en posiciones moderadas de centro. De forma invariable, en toda la serie histórica de los sondeos del CIS, sobre el 40% de los españoles se autoubica en posiciones del 4 y el 5, en una escala de 0 a 10, de extrema izquierda a extrema derecha. Y el 20% está en posiciones del 6 y 7. Es decir, entre un centro-izquierda y un centro-derecha se configura el 60% de los españoles.
Las opciones de Sánchez para ocupar ese centro son grandes, según todos los expertos consultados, pero el PSOE ha tenido que entrar en el juego marcado por la derecha, que insiste en que el presidente del Gobierno se ha decantado por los independentistas, con una supuesta cesión y acuerdos secretos. Sin embargo, el electorado español ha huido tradicionalmente de los extremos, de los discursos radicales.
Se acabó el bipartidismo imperfecto
La estrategia de todos los partidos se sitúa ahora más bien en un aspecto técnico, de cómo entrar en determinadas circunscripciones, de valorar hasta el último voto. Y todo depende de muchos factores: de la fragilidad de Podemos en la España interior, de la todavía robusta organización del PP en todo el territorio, y de la decisión en el último momento de ese elector conservador que ve en Vox un elemento disruptivo.
Concentración de las derechas en la plaza Colón de Madrid
Esa competencia, la posibilidad de hasta cinco partidos con dimensiones electorales notables, rompe la idea que se había establecido sobre la ley electoral española, la ley D’Hondt, según la cual sólo se podía aspirar a un bipartidismo imperfecto.
El caso paradigmático de Álava
Tal vez se exprese con claridad con el caso de Álava. La circunscripción da cuatro diputados al Congreso. En las elecciones de 2016 se comprobó que había vida hasta para cuatro partidos, todos con un diputado. Y se pudo entender, también, los límites de la representación en distritos tan pequeños. Con el 30,87% de los votos, ganó en Álava la formación de Podemos, con un escaño; el PP consiguió otro, con el 20,44%; el PNV logró otro escaño, con el 15,95% de los sufragios; y el PSE también se quedó con uno, con el 15,95%. Pero se quedó sin representación EH Bildu, con el 9,48% de los votos, y Ciudadanos, con el 4,99%.
Ahora y hasta el 28 de abril, todos los partidos tendrán sus calculadoras en las manos. Pero Pedro Sánchez parte con ventaja. Todos se han empeñado en dejarse un gran boquete en el centro, aunque todos lo hagan siguiendo sus propios intereses.