La derecha se presenta con tres partidos, pero pretenden repetir en la Moncloa la experiencia de Andalucía, con PP, Ciudadanos y Vox. Ante eso, y con el peligro de que suceda lo mismo que, precisamente, ocurrió en Andalucía, Pedro Sánchez ha reclamado desde Mérida toda la unidad y el esfuerzo necesario para combatir la desmovilización de la izquierda.
Y lo ha hecho en un territorio de tradición socialista, pero que ha tenido a dirigentes siempre críticos con la cúpula del PSOE. Sánchez ha buscado la complicidad de Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura y el único de los seis presidentes autonómicos socialistas que pertenece a la ejecutiva del PSOE. Vara, distanciado con Sánchez en su momento, crítico siempre, y ahora más cercano, ha respondido ante el líder socialista: “Quienes estamos juntos somos nosotros, y contra nosotros unidos no puede nadie ni nada, y ellos ni juntitos”, ha señalado, en referencia a PP, Ciudadanos y Vox.
Ni como en Andalucía y ni caso a Guerra
Sánchez sabe que ese puede ser un problema, aunque, con unas elecciones generales y con la posibilidad real de un gobierno de coalición entre los tres partidos de centro-derecha, eso se puede conjurar. En Andalucía el problema fue, según el entorno de Sánchez, que una gran parte del voto socialista no se movilizó por la propia campaña organizada por Susana Díaz, y por su propia persona. En las elecciones primarias, que ganó Sánchez, en Andalucía fueron reñidas, pero Díaz no se acercó a los ‘sanchistas’ andaluces, y eso mermó sus posibilidades en las elecciones andaluzas. Esa es la interpretación de Moncloa.
Alfonso Guerra y Pedro Sánchez
Ahora no se desean fisuras. Todos a una, ni Fernández Vara, ni Emiliano García Page ni Javier Lambán, presidente de Aragón, ni tan sólo Ximo Puig, presidente de la Comunitat Valenciana, han simpatizado con Sánchez. Sin embargo, no es el momento de presentar diferencias, pese a que algunos pesos pesados –cada vez menos para la militancia—como Alfonso Guerra digan que no saben a quién votarán, porque no dan por hecho que Pedro Sánchez sea el candidato del PSOE a las elecciones el 28 de abril, como ha asegurado en el programa de Jordi Évole de este domingo.
La unidad con Fernández Vara
Fernández Vara lo ha querido dejar claro en un primer acto claramente electoral en Mérida: “El voto al PSOE es un voto seguro, estable, es un voto intergeneracional, integrador. Un voto seguro que no traiciona, que compromete y nos compromete”. Todo el esfuerzo de Sánchez se centrará en movilizar a la izquierda, a toda la izquierda, buscando votos del propio socialismo desencantado y de Podemos, y de esa frontera que comparte el PSOE con Ciudadanos, para impedir un Gobierno del PP de Pablo Casado, junto a Vox, y también con la tentación de que se sume el partido de Albert Rivera.
Sánchez y los barones socialistas Puig, García Page, Lambán y Fernández Vara
“La amenaza existe, la vemos en Europa y otras partes del mundo”, ha señalado Sánchez, en referencia a las experiencias de Brasil, o de partidos de extrema derecha en países europeos. “Que se movilice no solo la izquierda, que se movilicen todos los ciudadanos que quieran conquistar el futuro y no regresar al pasado”, ha remachado Sánchez, en un acto que ha contado con más de 2.000 personas. Frente a la movilización de la derecha, expresada en la plaza Colón de Madrid, Sánchez pide la máxima respuesta de la izquierda. “El 28 de abril debemos dar la espalda a la crispación y a una derecha que se ha mirado al ombligo”, ha insistido Sánchez.
Frente a la derecha
La apelación a la unidad, a la fuerza de esa izquierda, y también en el seno del PSOE es, curiosamente, la misma que pide el independentismo, que sigue sin rumbo, y con grandes divisiones internas, con partidos distintos.
Mientras el propio Pablo Casado reclama esa unidad también de la derecha, --con menos entusiasmo por parte de Albert Rivera, en el caso de Ciudadanos—para dejar atrás el “sanchismo”, un concepto que repite hasta la saciedad el conjunto de la derecha.
Las elecciones del 28 de abril se presentan, por tanto, como una gran polarización entre el bloque de izquierda y de derecha, con el independentismo de fondo, como gran argumento que combatir desde la derecha, y como posibilidad de integrar a través del diálogo, a medio plazo, por parte del PSOE.