Sostiene el independentismo catalán que nada ha tenido que ver en el auge de Vox en Andalucía. Un argumento poco convincente, pero que abunda en ese enemigo exterior del que usa y abusa el secesionismo irredento de Carles Puigdemont. El pacto entre el partido de Santiago Abascal, PP y Ciudadanos para formar la Mesa del Parlamento andaluz, antesala de un acuerdo para formar gobierno en la Junta, es utilizado por el núcleo duro del expresidente para marcar distancias de una España que propicia ese tipo de “tripartitos ultras”.
Sin embargo, esta entente aflora las contradicciones de este sector secesionista, aliado de los ultras flamencos, heredero de un partido que pactó con los xenófobos de Plataforma per Catalunya a nivel local y cuyo rechazo a los presupuestos de Sánchez allana el camino a un Gobierno español tan partidario de aplicar un nuevo 155 como detractor de cualquier tipo de concesión a los presos independentistas.
¿Qué preferís, un Gobierno de Sánchez o la triple alianza de derechas? Esta es la difícil pregunta a la que ese sector duro de Junts per Catalunya, en fase de transición hacia La Crida Nacional per la República –este nuevo partido no figura todavía en el registro del Ministerio del Interior pese a que nacerá oficialmente el 19 de enero--, se enfrenta tras el pacto andaluz. Pregunta que califican de “chantaje”, lo cual supone ganar tiempo y eludir entrar en el fondo de la cuestión.
Dirigentes neoconvergentes como Míriam Nogueras, el enlace de Puigdemont en el grupo de PDeCAT en el Congreso, o Josep Costa, vicepresidente del Parlament, insistían ayer en su rechazo a apoyar los Presupuestos Generales del Estado. Mantienen una línea dura, diferente a la de ERC y PDeCAT, en el marco de un discurso que tiene más de floritura secesionista que de ruptura real. Ya no convencen ni a la Assemblea Nacional Catalana (ANC) ni a la CUP, que quieren república catalana y la quieren ya. Pero el comunicado firmado por Quim Torra y Pedro Sánchez en su reunión en Barcelona apunta a lo contrario. Es decir, a un postprocés basado en el diálogo y en las amplias mayorías parlamentarias.
Es precisamente esa incapacidad/imposibilidad de implementar la república mientras se mantiene esa línea de confrontación con España el eje de los reproches que Costa recibió en su perfil de Twitter. "Menos llorar y más actuar", rezaba un mensaje a modo de resumen.
Allanar el camino a un Gobierno de derechas español
Los duros de Puigdemont saben que, si mantienen ese rechazo a las cuentas de Sánchez --también se oponían a apoyar la moción de censura contra Mariano Rajoy, pero PDeCAT se impuso en el Congreso--, se allana el terreno de un adelanto electoral y la posibilidad de que el tripartito de derechas andaluz se haga extensivo al Gobierno de España. PP, Ciudadanos y Vox comparten el deseo de un nuevo artículo 155 de la Constitución, más duro que el aplicado por Rajoy. También la idea de que no se puede hacer ningún tipo de concesión a los independentistas. Ni hablar de rebajas penales, y mucho menos indultos, para los procesados por el referéndum del 1-O. Y aunque los presos aseguran que no pretenden conseguir esa medida de gracia, que implicaría un reconocimiento de los delitos, lo cierto es que dentro del secesionismo surgen voces a favor de un ejercicio de responsabilidad.
Los aliados de Carles Puigdemont pertenecen al ultraliberal partido N-VA belga
Sostiene también el entorno de Puigdemont que en Europa no caben ese tipo de acuerdos con la ultraderecha. Sin embargo, cada país tiene su fórmula. Cordón sanitario en Alemania, Francia, Bélgica y Grecia contra los partidos ultras. Cordón solo para la extrema izquierda en Australia, Dinamarca, Holanda, Suecia y Reino Unido. Y sin cordón en Bélgica, Finlandia, Grecia e Italia.
Los aliados europeos de Puigdemont
Es precisamente en Bélgica donde Puigdemont ha encontrado refugio y aliados. La liberal Nueva Alianza Flamenca (N-VA) y el xenófobo Vlaams Belang (VB) han expresado su respaldo al expresidente catalán. Un partido de derecha dura, el primero, mientras que el segundo ha sido tildado en ocasiones de neonazi.
Tampoco puede Puigdemont desmarcarse de un pasado, el de Convergència, que no tuvo problemas para pactar con un partido xenófobo como Plataforma per Catalunya a nivel local. Ocurrió tras las elecciones municipales de 2011, cuando el partido de Josep Anglada, exmilitante de Fuerza Nueva, obtuvo 67 concejales. En Vic (Barcelona), la ciudad que vio nacer PxC, el alcalde Josep Maria Vila d’Abadal (CiU) pactó sus presupuestos con este partido xenófobo. D'Abadal, exdirigente de UDC, se pasó al independentismo a través de Moviment Demòcrata Català. que acaba de comunicar su baja en Demòcrates. Fue presidente de la Associació de Municipis per la Independència.
En El Vendrell (Tarragona) hubo conversaciones entre CiU y PxC para gobernar, aunque finalmente el acuerdo se cerró entre los convergentes y PSC.