Carles Puigdemont continúa destilando amargura desde su mansión de Waterloo. El expresidente de la Generalitat no pierde ocasión de cargar contra el Gobierno español, y entre las primeras cosas que ha hecho esta mañana ha sido criticarle de nuevo a cuenta de la reunión mantenida ayer en Barcelona con su sucesor Quim Torra.
Lejos de valorar positivamente el encuentro entre los presidentes de ambas administraciones, Pedro Sánchez y Quim Torra, en el Palacio de Pedralbes, el prófugo de la justicia ha expresado su malestar mofándose de la actitud dialogante del Ejecutivo español a través de sus redes sociales. Apoyándose, incluso, para ello en la airada reacción que el encuentro ha tenido en parte de la prensa editada en Madrid.
Ponsetias como argumento
Puigdemont ha menospreciado al Gobierno echando mano de una serie de contraposiciones sin base sólida. A su juicio, el Ejecutivo socialista se ha limitado a hacer chapuzas en su visita, mientras el catalán ha mostrado una gran profesionalidad. El líder postconvergente ha aludido a la anécdota de la inclusión de una maceta con flores rojas en la sala de la entrevista, junto a las amarillas que Torra quería para hacerse la foto, para armar su peculiar argumentario.
"La estrategia de la ponsetia, o la estrategia de la bilateralidad. Parches torpes e improvisados para tapar la realidad, o plan de trabajo sin límites basados en el reconocimiento. Un gobierno fue con ponsetias y el otro con papeles y proyecto", ha sostenido. Y, para reforzar su razonamiento, no ha dudado incluso en aprovechar las duras críticas a Sánchez por parte de los medios más conservadores de Madrid: "¿El resultado? Leed Madrid", ha concluido. Un tuit que, por cierto, ha sido retuiteado por el propio Quim Torra, su heredero y también protagonista de la reunión.
Puigdemont, que a lo largo de la noche anterior no se cansó de subrayar el carácter "bilateral" de la "cumbre entre los gobiernos español y catalán" --así se sostuvo incluso desde las cuentas oficiales de la Generalitat--, también ha lamentado la decisión del Gobierno de ponerle el nombre de Josep Tarradellas, primer expresidente de la Generalitat tras la dictadura fraquista, al aeropuerto de Barcelona. Al exalcalde de Girona no le ha gustado que la decisión la tome el Ejecutivo: "Queda claro qué concepto tienen de Cataluña", se ha quejado. Y ha apostillado que "nos consideran una posesión".