Carles Puigdemont, cuando accedió a la presidencia de la Generalitat, en enero de 2016, recibió una carta en su despacho en el Palau de la Generalitat. La mesa, sin un solo papel, con todo ordenado --Artur Mas le había dejado todo impoluto-- tenía un solo objeto: una misiva de Jordi Pujol. Puigdemont ni se inmutó. Eran unas líneas del veterano presidente, con algunas indicaciones y consejos, que apuntaban a la necesidad de respetar y velar por las instituciones. Puigdemont no quiso contestar ni entrevistarse con Pujol, y ahora ha vuelto a romper con el mundo convergente con su proyecto transversal de la Crida Nacional per la República, al margen del PDeCAT.
¿Tiene todo eso un impacto político de primera magnitud? Lo tiene entre la militancia del PDeCAT, un partido que es el heredero directo de Convergència Democràtica, y que, pese a las transformaciones de la política catalana, y a que el independentismo es ahora la principal corriente política, quiere mantener parte de ese legado. La percepción que se tiene en el seno del partido es que Puigdemont ha roto con los convergentes y que está protagonizando una escisión de lo que fue Convergència. Y ese desprecio a Pujol, que sigue siendo, pese a todo, uno de los máximos referentes, el que propició gobiernos en la Generalitat durante décadas, no se olvida.
El expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol
La fotografía con Cotarelo
El mundo convergente no quiere morir en la cuneta. Y la Crida Nacional de Puigdemont reclama precisamente eso: una palanca transversal, de corte populista, que sea capaz de derrotar a Esquerra Republicana en las urnas, y convertirse en el gran referente del independentismo. Este sábado, la Crida inició sus primeros pasos, y se convertirá en un partido a través de un congreso fundacional en diciembre.
En el acto del sábado en Manresa se vivieron escenas que los viejos convergentes, pero también los alcaldes cuarentones que dirigen ciudades y pueblos de todo el territorio catalán, no pueden entender, como explican fuentes de la dirección del PDeCAT: el abrazo entre el neoliberal Xavier Sala-Martín y el ‘revolucionario’ profesor de Ciencias Políticas Ramon Cotarelo, con la mirada, desde las gradas, de un atento David Madí, el hombre que proyectó la figura de Artur Mas, para suceder a Jordi Pujol. “Esa fotografía es la culminación de un proyecto que no puede conducir a ninguna parte”, señalan las mismas fuentes, al entender que el PDeCAT, llegue o no a algún tipo de asociación con la Crida, debe mantener sus señas de identidad y resistir como fuerza política.
El politólogo Ramón Cotarelo
Asistencias obligadas
¿Cómo se puede caminar de la mano de Cotarelo, o de Antoni Morral, exalcalde de Cerdanyola, que bebe de las fuentes del PSUC, junto a una tecnócrata como Elsa Artadi, que acaba de llegar a la política? Todo eso se lo preguntan los cuadros medios, dirigentes y alcaldes del PDeCAT que se han conjurado para aguantar, por lo menos, hasta las elecciones municipales del próximo mes de mayo.
En el acto en Manresa estuvo presente Míriam Nogueras, vicepresidenta del PDeCAT, que sigue los pasos a rajatabla que dicta Carles Puigdemont desde Waterloo. También otros dirigentes, que recibieron una enorme presión para que asistieran, como la consejera de Empresa, Àngels Chacón, o la alcaldesa de Sant Cugat, Carmela Fortuny. Pero ni estuvo el presidente del PDeCAT, David Bonvehí ni buena parte del grupo parlamentario en el Congreso, ni el grueso de los alcaldes repartidos por todo el territorio. “Aguantaremos, hasta el final, es nuestro propósito”, señalan fuentes del partido, que aspiran a un objetivo: tener una presencia, la que digan los electores, en el Parlament, y a partir de ese momento seguir un camino propio.
Pregunta a la militancia
En la ejecutiva del PDeCAT celebrada este lunes, se acordó que una comisión delegada buscará la fórmula para colaborar con la Crida. La formarán el presidente del partido, Bonvehí, junto con Nogueras y los políticos presos, como Jordi Turull, Josep Rull y Joaquim Forn. A priori, todos, salvo Bonvehí, desean integrarse en la Crida. Pero, ¿cómo y en qué momento? Para ello se acordó también que se consultará a los militantes, sin concretar todavía qué pregunta se formulará. Está todo abierto. El PDeCAT, en ese laspo, y a la espera de las elecciones municipales, irá designando las candidaturas locales y ganando tiempo, mirando de reojo lo que sucede en la Crida.
El pacto es que la Crida no presentará listas propias en el territorio, y que en Barcelona se deberá llegar a algún tipo de propuesta compartida. El PDeCAT desea a Neus Munté en la candidatura, que encabezará Joaquim Forn. Puigdemont desea colocar en la lista a Ferran Mascarell, como número dos de Forn, que, de hecho, y a la espera del juicio en el Supremo, sería el alcaldable real. Los cálculos del partido es que se podrían alcanzar unos cinco o seis concejales.
Antoni Morral, Gemma Geis y Ferran Mascarell, en la presentación de la Crida
Proyecto político propio
Las diferencias se agrandan. El PDeCAT se ha convertido en un trago amargo para Puigdemont, que sabe que tampoco puede prescindir de un instrumento que sigue acumulando mucho poder territorial.
Todo podía precipitarse si se convocan elecciones al Parlament antes de las elecciones municipales de mayo. El PDeCAT sabe que tiene un principal inconveniente: no tiene un candidato claro, pero lo tendrá si es necesario. Ya no se trata de ganar o no, sino de existir como fuerza política, para recuperar un terreno perdido, siendo consciente la dirección que encabeza Bonvehí que ya nada será igual, que el independentismo ocupará el eje central, pero con la necesidad de tener un proyecto ideológico reconocible.
Puigdemont nunca leyó esa carta de Pujol con interés. Nunca quiso encuadrarse realmente dentro del mundo convergente. Pero en el PDeCAT no quieren olvidar a quien fue el fundador de Convergència y presidente de la Generalitat entre 1980 y 2003.