Robert Skidelsky, palabras mayores. El biógrafo de Keynes, y azote de la ortodoxia, pero sin apartarse de la socialdemocracia clásica, acogido en el Círculo de Economía, y presentado por el exconsejero de Economía, Antoni Castells, quien destaca, precisamente, que “ya no se escuchan esos discursos”. Y es que Skidelsky ha abogado por el impulso de “bancos de inversión públicos”, que puedan revertir las consecuencias de la crisis financiera y económica que se originó a partir de 2008.
El economista, miembro de la cámara de los lores en el Reino Unido, exmiembro del Partido Laborista, y muy activo en los medios de comunicación con análisis sobre la situación política y económica europea, ha considerado que hay un consenso sobre lo que ha funcionado mal, y sobre las recetas que se deberían impulsar, pero no existe el convencimiento necesario para ejecutar un plan alternativo que se aleje, aunque sea mínimamente, de la ortodoxia. “Ocurre porque hay una debilidad en las ideas, y se renuncia, de antemano, a promover otras políticas”.
El poder financiero, sigue igual
Skidelsky ha pronunciado una conferencia en el Círculo de Economía con motivo del ciclo que ha impulsado el lobby empresarial para explicar la nueva situación económica global diez años después del colapso de Lehman Brothers. Organizado por EuropeG, el think tank que dirige Antoni Castells, junto al propio Círculo, y el CIDOB, las diferentes conferencias programadas analizan desde distintos ángulos qué sucedió y qué ha cambiado una década después.
El economista británico entiende que ha cambiado poco. “Para algunos comentaristas los cambios han sido importantes, porque han incidido en el sistema financiero, pero yo no lo veo así. Lo que ha ocurrido es que los bancos se han protegido más, con la exigencia de más capital, pero es una especie de barrera ante la línea Maginot que puede servir para poco”.
Mala economía
Es decir, el problema central de las economías occidentales sigue siendo el mismo, a juicio de Skidelsky, y es el excesivo peso del mundo financiero, la “financiarización” de la economía, que se origina y cobra fuerza a partir de los años ochenta. Las razones se explican por diversos motivos. El principal, que comparte el economista, es que la economía se paralizó, no crecía lo suficiente. El consumo no tiraba con fuerza, la consecuencia de una cierta parálisis, con crecimientos bajos. Y se recurrió al crédito, con Estados Unidos como la gran máquina que tiraba del resto de países occidentales.
Todo ello provocó lo que Skidelsky llama “una mala economía”, que ha generado, a partir de la gran crisis de los últimos años, “una mala política”, que es la reacción en clave nacionalista, y que ha tenido sus primeros frutos en los países del este, como Hungría o Polonia.
Señal de alarma
Ahora bien, ¿llega el fascismo como en los años treinta del pasado siglo? Para el gran experto en la obra de Keynes, lo que se denotan esos movimientos populistas y nacionalistas “es una alarma, una advertencia que hay que saber interpretar”.
¿Soluciones? Ninguna revolución, aunque se pueda tratar para algunos –los monetaristas, los que siguen suspirando por Milton Friedman y la reeganomics, (Pablo Casado en España)—de un atentado a la ortodoxia.
Recetas clásicas
Lo que propone Skidelsky es una especie de retorno a la socialdemocracia: “bancos centrales que apoyen a sus gobiernos, bancos de inversión públicos que ofrezcan flujo a las empresas para compensar la especulación del sector financiero en sectores como el inmobiliario, distribución de ingresos para que exista un flujo real entre las rentas más altas y las más bajas, y políticas fiscales”, enumera Skidelsky sin sonrojarse.
Si eso no se acomete, “la mala economía creará mala política, y con ella se generará viento en las alas para el extremismo político”. Mensaje recibido. En la sede del Círculo de Economía, predispuesto, de hecho, a escucharlo.