Hace un año, en el mismo escenario, Carles Puigdemont presentaba la ley del referéndum que colocaría a Cataluña en una situación de confrontación con el Estado sin precedentes en la democracia española. Lo hizo en el Teatre Nacional de Catalunya, lo que dio pie a muchas metáforas respecto a las altas dosis de ficción que tenía el procés. Ahora, esa ficción es admitida por varios dirigentes independentistas que están en prisión preventiva, no así Quim Torra --al menos públicamente--, a quien se le ha encomendado la ingrata y en ocasiones humillante tarea de mantener esa “farsa”.
Ayer lo hizo de forma solemne en una conferencia en la que hubo mucha soflama independentista, mucha arenga ciudadana y mucha gesticulación política. Pero concreciones, ninguna. El presidente catalán, en su larga y plomiza conferencia “Nuestro momento”, obvió desgranar la supuesta hoja de ruta que Junts per Catalunya y ERC han preparado para “implementar la república catalana”, tal como exigen la CUP y la Assemblea Nacional Catalana (ANC). O para cumplir con el mandato del 1-O, que Torra invocó en diferentes ocasiones, sin explicar cómo piensa hacerlo efectivo.
Marcha por los derechos y libertades
Eso sí, el presidente ungido por Puigdemont --con quien discute todos y cada uno de sus movimientos-- tiró de Martín Luther King y de Nelson Mandela para proponer una “marcha por los derechos y las libertades”, así como de las manidas referencias al "Estado español fascista". No explicó cuándo ni dónde se producirá ese gran acto ciudadano. Ni cómo pretende declarar la independencia de Cataluña si, como es obvio, el Gobierno de Pedro Sánchez rechaza un referéndum de autodeterminación.
Entre bambalinas se cocía el enfrentamiento entre Junts per Catalunya y ERC, socios de gobierno que ni siquiera se ponen de acuerdo ya para decidir si Puigdemont debe renunciar al acta de diputado o pedir una especie de “excedencia parlamentaria” a la espera de juicio. Oficialmente, ambas formaciones cierran filas entorno a la necesidad de hacer realidad la ruptura con España, pero discrepan respecto a la forma en que se debe llevar a cabo. Las últimas revelaciones sobre la “traición” de Puigdemont, quien dejó abandonados a los suyos, han acentuado esas divergencias.
Torra arrancó aplausos, sí, y también gritos de “libertad, libertad”. Jugaba en casa, pues la mayoría de asistentes eran miembros de la vieja guardia convergente, de PDeCAT y de Junts per Catalunya. Por parte de ERC acudió el presidente del Parlament, Roger Torrent, quien --más allá de los asuntos de intendencia y gestión ordinaria-- mantiene cerrada la Cámara catalana hasta octubre.
Un monólogo
Como ha denunciado la oposición, Torra ha sustituido el Debate de Política General que se suele celebrar a finales de septiembre por esta conferencia en la que nada se habló de acción de gobierno. Y mucho menos de política social o económica. La portavoz del PSC, Eva Granados, que asistió a la conferencia, afeó al president que en lugar de dar la cara en el Parlament "dé un monólogo en un teatro" y reiteró la oferta de diálogo y de reforma constitucional del Gobierno socialista.
Por su parte, la líder catalana de Ciudadanos, Inés Arrimadas, acusó a Torra de "calentar la calle, poner las instituciones al servicio del independentismo y reforzar la propaganda exterior y la desobediencia". Exigió al Gobierno español que tome las medidas oportunas: "Señor Sánchez, reaccione y protéjanos". Para el presidente del PP catalán, Xavier García Albiol, se trata de "una declaración de sublevación en toda regla de Quim Torra. Lo importante hoy ya no es este último desvarío sino cómo Pedro Sánchez va a parar este ataque a la libertad y al Estado de derecho en Cataluña".