La globalización tiene estas cosas, que lo que decide una persona poderosa en una punta del mundo tiene consecuencias en la otra punta del planeta. Y así están Estados Unidos y Turquía, en un momento cuyas relaciones no son las mejores.
En junio, Recep Tayyip Erdogan ganó las elecciones en Turquía. Pero el país se encuentra sumido en una preocupante inestabilidad económica. La lira se ha devaluado un 35% respecto al dólar en lo que va de año, empujada en las últimas horas por el anuncio del presidente de EEUU, Donald Trump, de subir los aranceles a las importaciones de acero (al 50%) y aluminio (al 20%) turcos.
El pastor evangélico
La sanción económica de Trump a Turquía (pero también a Irán, Rusia y China) hay que enmarcarla en la política proteccionista de EEUU y, sobre todo, en la mala relación entre países. Uno de los objetos del conflicto es el arresto del pastor evangélico americano Andrew Brunson por cargos de terrorismo en Turquía. Fue detenido en relación con el fallido golpe de estado en 2016.
Con todo, la depreciación de la lira turca ha provocado un estallido en el sector financiero europeo y en el político, por la intervención del Gobierno turco en la política monetaria del país. En este sentido, Erdogan, que se enfrenta a una de las peores crisis, ha llamado a “cambiar los dólares y el oro que tengan bajo el colchón en una batalla nacional” para frenar el desplome.
El BBVA, pendiente
La debilidad de la lira y la elevada inflación afectan también al BBVA, que tiene intereses en el país. Tampoco ayuda a la situación la fuga masiva de capital extranjero de Turquía, para acabar de sacudir la economía. La contrapartida es la recuperación del turismo, atraído por los bajos precios frente a las divisas extranjeras (un dólar ya se cambia por seis liras).
“Nuestras relaciones con Turquía no son buenas en este momento”, escribió Trump en Twitter. Y el efecto dominó afecta a las principales plazas bursátiles del mundo.