Carles Puigdemont se ha convertido en una especie de héroe para el mundo independentista. Salió de España, buscó refugio en Bruselas, y tras su particular periplo, fue detenido en Alemania, para ser ahora, otra vez desde Bélgica, el dirigente que domina el movimiento independentista capaz de descabezar al PDeCAT y de impulsar la Crida Nacional per la República. Muchos independentistas, que buscan un hueco con esa nueva situación, o agitadores desacomplejados, han comenzado a alabar la figura de Puigdemont para contrastarla con la de Oriol Junqueras, al que consideran que se equivocó por completo al aceptar quedarse en España e ingresar en prisión. Desde Hèctor López Bofill hasta Núria de Gispert, pasando por los ideólogos directos de Puigdemont, como Agustí Colomines.
Quien ha provocado la polémica, que expresa el debate de fondo, es el diputado de Esquerra en el Congreso, Gabriel Rufián, quien, en una entrevista en El Nacional, ha señalado que si él hubiera sido Puigdemont no se hubiera marchado de Cataluña. Es lo que sostiene toda la dirección de Esquerra, que no perdona al expresident una estrategia que ha roto puentes, y que ha dejado a Junqueras en prisión, sin capacidad de maniobra.
Hiperventilados
Contra Rufián se han abalanzado todos los llamados “hiperventilados” que consideran que Puigdemont “ha hecho mucho más por la causa” con su decisión de “internacionalizar” la llamada causa catalana. Especialmente dura ha sido De Gispert, que fue presidenta del Parlament como dirigente de Unió Democràtica, pero que ahora es una ferviente conversa del independentismo.
Y también López Bofill, que se fue distanciado de Esquerra, impulsó Solidaritat Catalana, con Alfons López Tena, y ahora es uno de los promotores activos de la Crida Nacional, el proyecto personalista de Puigdemont.
Lo que permanece en el debate es qué hacer a partir de ahora. Esquerra sigue considerando que se debe iniciar una nueva etapa, que el gran objetivo es ampliar la base social del independentismo y que una de las soluciones será el retorno de Oriol Junqueras, que, aunque no pudiera seguir en primera línea –al margen de lo que pase en el juicio a los políticos independentistas presos—si pudiera orientar y liderar el independentismo en algún momento.
La otra vía es la de Puigdemont, y la de un puñado de fieles, que han conseguido arrastrar hasta 50.000 adheridos para la Crida Nacional, y que busca un choque con el Estado para lograr, en un determinado momento, como reitera el presidente Quim Torra, un triunfo político rotundo en las urnas que obligue al Gobierno central a una negociación.
Elecciones
Por eso Puigdemont quiere elecciones, y fuerza a Torra a justificar esa decisión, con la cuestión ahora de los presupuestos. Mientras, Esquerra va aceptando como puede esas pullas, que ha llegado esta semana a un punto culminante, con escraches de los CDR a la propia sede de Esquerra.
Detrás, los republicanos no tienen ninguna duda: está el movimiento de Puigdemont, y los “hiperventilados”, incluidos los dirigentes de la CUP, que se sienten a gusto con esa estrategia del héroe de Bruselas.