Carles Puigdemont es el dueño y señor del movimiento independentista en estos momentos. Este sábado regresó a Waterloo, procedente de Alemania, con una manifestación del fervor y del liderazgo que atesora. Pero la paradoja es que ha secuestrado el independentismo, porque impide cualquier movimiento que tenga en cuenta la acción política. Puigdemont no quiere negociar con el Gobierno de Pedro Sánchez, no desea un acercamiento sobre el capítulo de inversiones, infraestructuras, o, incluso, en el terreno simbólico. Prueba de ello es la decapitación de Marta Pascal, al frente del PDeCAT y de la propia desaparición, en la práctica, del partido, que se diluirá en su movimiento peronista Crida Nacional per la República.
Pero no es un capricho de Puigdemont, sabe que Sánchez puede entrar en un terreno que él se reserva en exclusiva, y ante ello ha cerrado las puertas para que nadie salga. Es el análisis del politólogo Oriol Bartomeus, que vive entre encuestas y datos de carácter cualitativo, con un seguimiento exhaustivo a lo largo de los últimos años. Bartomeus sostiene que “hay una franja de electores, que puede oscilar, pero que puede llegar a unos 600.000 votantes, que son independentistas no independentistas, es decir, personas que están a la expectativa de los pasos del nuevo Gobierno, y según cómo puede variar todo el escenario político en Cataluña”.
En el redil
Esos electores están en el redil, ahora, de Puigdemont, y de su hombre en la Generalitat, Quim Torra. Pedro Sánchez lo sabe. Le han asesorado. En el PSC todos esos datos se conocen bien. Y lo que pretende el presidente del Gobierno es buscar un acercamiento, restando argumentos al independentismo, que reste apoyo. Puigdemont quiere todo lo contrario: cerrar ventanas, recogerse, cohesionarse y endurecer el discurso. Que nadie escuche nada, y todos juntos en la Crida Nacional per la República.
Prueba de ello fue la votación de este viernes en el Congreso. Las órdenes fueron claras desde el Gobierno de la Generalitat a los diputados independentistas, del PDeCAT y de Esquerra: como mucho una abstención al techo de gasto sobre los presupuestos del Gobierno para el próximo año. Nada de ofrecer un gesto de apertura, aunque esas cuentas –es cierto que las podía vetar el PP en el Senado— contarían con 460 millones de euros adicionales para Cataluña, gracias a la negociación del Ejecutivo español en Bruselas para alcanzar un objetivo de déficit de cinco décimas más, del 1,3% al 1,8%.
Acercamiento imposible
La otra prueba se producirá este miércoles, con la reunión de la comisión bilateral Estado-Generalitat. El presidente Torra quiere hablar del referéndum de autodeterminación. Y el Gobierno de inversiones, de Cercanías, de traspasos, de retirada de recursos al Constitucional sobre diversas leyes autonómicas, diálogo, en definitiva. Ocurrió igual en la entrevista entre Torra y Sánchez en la Moncloa. En los puntos del día, por parte de la Generalitat, se incluyeron cuestiones relativas a los símbolos franquistas y a la situación de los políticos presos. Es decir, ningún interés en actuar políticamente.
El ensayista y filólogo Jordi Amat, autor de un éxito de ventas a priori impensable, La conjura de los irresponsables, señala que la posible solución, para no mantener dos bloques enfrentados en Cataluña es que “una parte de ese independentismo vea que es posible un acercamiento, aunque es cierto que la situación de los políticos que están en prisión es un grave problema para todo ese movimiento”.
Bajar al 35%
¿Un cambio sobre los políticos presos desbloquearía el escenario político? El Gobierno de Pedro Sánchez ha expresado su interés en esa cuestión. Por ahora lo que quiere y puede hacer es insistir en la vía política.
Y no está solo. Esquerra Republicana cree en ello, y muestra su perplejidad por la opción de Puigdemont. Es la vía que defiende Oriol Junqueras desde la cárcel.
Bartomeus insiste con los datos. El independentismo que defiende Puigdemont es el de los duros, los convencidos. Ahora todo el movimiento tiene sobre el 45% del voto, pero en función de esa tensión entre Sánchez y el propio Puigdemont o de Torra, ese porcentaje podría caer al 35% y eso generaría otro escenario completamente diferente al actual.
Puigdemont lo ha decidido. Ha secuestrado el independentismo, cerrando las vías a un independentismo legítimo que pueda avanzar con la renuncia a las vías unilaterales.