Un movimiento que traspase los partidos, que sea transversal y que tenga como único objetivo la independencia de Cataluña. Ese es el deseo de Carles Puigdemont, que ha impulsado Crida Nacional per la República, con un carácter peronista hacia su persona, y con dirigentes que se han sumado al carro, como el exsocialista Ferran Mascarell. Pero todo está conectado: el partido de Puigdemont pasa los datos de sus adheridos al PDeCAT, a través de un curioso proceso que constata que la operación consiste en ampliar el universo de los exconvergentes, con independientes, para ganar espacio en contra de Esquerra Republicana.
La dirección del PDeCAT ha estado muy preocupada en las últimas semanas. Y lo está de cara al congreso que celebrará este fin de semana. Pero entiende que no pasará nada si los miembros del partido se suman también a la Crida Nacional, aunque el movimiento de Puigdemont pretende convertirse en los próximos meses en un partido, para que se presente en todas las elecciones, empezando por las municipales, con primarias que den lugar a listas unitarias del independentismo.
En manos de los ideólogos
El PDeCAT pretende mantenerse vivo, aunque subsumido en el proyecto de Puigdemont. Así, cuando se llama a la puerta de la Crida Nacional, el movimiento advierte de que se pasarán los datos personales a los miembros del grupo parlamentario de Junts per Catalunya, una marca registrada a nombre del PDeCAT. En ese grupo parlamentario, el control lo tienen los hombres y mujeres afines a Puigdemont, como Aurora Madaula, Eduard Pujol o Albert Batet, más conectado al PDeCAT. Y, en cualquier caso, la marca la tiene el PDeCAT.
La necesidad de ampliar el espacio, de dar cobertura política a Puigdemont, y de tratar de dejar fuera de juego a Esquerra, ha llevado a los ideólogos del expresidente catalán, como Agustí Colomines, a idear ese movimiento de corte peronista, como es la Crida Nacional.
Como los comunistas
A efectos prácticos, la Crida Nacional se podría transformar en una marca electoral, con el PDeCAT en su seno, y también Junts per Catalunya. El universo convergente se rehace, pero sin un ideario ideológico robusto.
Simplemente se pide la independencia, y se asegura que el movimiento se diluirá cuando se consiga la República. Sería como el ideario de los partidos comunistas occidentales durante la guerra fría, que reclamaban la dictadura del proletariado, pero, bajo la etiqueta del eurocomunismo, iban ganando tiempo mientras gobernaban o intentaban gobernar en las instancias en las que pudieran, básicamente a nivel local.