Reunión en la Moncloa, agitación en la calle, referéndum, rumores de adelanto electoral… La política catalana vive una sensación de déjà vu en estos días previos a la reunión de Quim Torra con el presidente Pedro Sánchez. “Hemos retrocedido seis años”, aseguraba esta semana un diputado de la oposición en los pasillos del Parlament. Lo dice por el ambiente que se ha generado en torno a esa cumbre, muy similar al que rodeó el encuentro de Artur Mas con Mariano Rajoy en 2012.
Sea porque el independentismo ha aprendido de los traumáticos acontecimientos vividos en la legislatura anterior, sea porque el objetivo real es prolongar el procés, lo cierto es que la estrategia del Govern, orquestada por Carles Puigdemont, suena a cosa sabida. Ejemplo de ello es la moción soberanista aprobada el jueves en el Parlament con los votos de Junts per Catalunya, ERC y CUP. “Es una declaración de intenciones políticas”, precisaban las formaciones que dan apoyo al Govern. Es decir, que de implementar la república catalana, nada. Lo dicho, puro procés. Así empezó todo.
Voluntad de ultimátum
Torra acude el lunes a la Moncloa, tal como hizo hace seis años el expresidente Mas. Al igual que en aquella ocasión, el presidente de la Generalitat acude con voluntad de ultimátum, en este caso para pedir sí o sí la celebración de un referéndum. Otro más, dado que el 9 de noviembre de 2014 ya hubo una consulta secesionista. Esa fue la respuesta, previo adelanto electoral, que Mas daría meses después a la negativa de Rajoy a conceder un pacto fiscal al que el dirigente convergente renunció enseguida. El mandatario catalán se sentía avalado por la manifestación independentista de la Diada, celebrada días antes del encuentro en la Moncloa y que el propio Mas había encomendado a la recién creada Assemblea Nacional Catalana (ANC). Una excelente tapadera de la corrupción de CDC y de los recortes aplicados por el president, los más drásticos de Europa.
La agitación que precede ahora al encuentro de Torra y Sánchez está relacionada con el encarcelamiento de los políticos independentistas, recién trasladados a las cárceles catalanas, acusados de rebelión. Pero también con la necesidad de “hacer república”, pues ese es precisamente el lema que la ANC ha reservado para la Diada de este año, planteada como un ensayo general de las grandes movilizaciones que tendrán lugar cuando se celebren los juicios de los procesados secesionistas, previstos inicialmente para este otoño, aunque las últimas noticias judiciales es que podrían retrasarse.
Torra, o mejor dicho el fugado Puigdemont, tomarán la temperatura de esa excitación ciudadana para decidir si vuelven a adelantar las elecciones en busca del gran objetivo: ampliar la base social secesionista. Así lo hizo Mas, convencido de que las urnas le responderían con una mayoría aplastante. No fue así.
Rueda de prensa en Blanquerna
Aquella cumbre en la Moncloa del 20 de septiembre de 2012 dio el pistoletazo de salida al procés. Mas se convirtió en el primer presidente catalán de la democracia que se negó a comparecer ante los medios de comunicación en la sede de la presidencia del Gobierno español. Lo hizo en el Centro Cultura Blanquerna de Madrid, donde la Generalitat tiene su delegación. Torra hará lo mismo el lunes, tras una reunión de la que no se esperan grandes avances. Se hablará de todo, dicen ambas partes, lo cual ya supone un punto de inflexión, puesto que las relaciones entre Generalitat y Gobierno español estaban rotas. Pero habrá portazo a las pretensiones, expresadas por Torra en sede parlamentaria, de cumplir con el mandato del 1-O y con la declaración de independencia del 27 de octubre.
Sánchez ha dejado claras sus posiciones al anunciar, tres días antes de su encuentro con Torra, un recurso ante el Tribunal Constitucional contra la moción, recién aprobada en el Parlament para revalidar la resolución independentista del 9 de noviembre de 2015. De nuevo, los letrados de la Cámara catalana avisaron de que esa iniciativa vulneraba las resoluciones del TC. Regreso, por tanto, a los convulsos 6 y 7 de septiembre, cuando se aprobaron las leyes del referéndum y de transitoriedad jurídica. Más procesismo.