El independentismo quiere desbordar al Estado, pero para ello no dudará en superar a los propios partidos políticos. Y ha despertado una guerra abierta en el seno del movimiento independentista por las elecciones municipales. Es la gran cita, que podría ser la previa de unas nuevas elecciones autonómicas. La ANC, conducida por Elisenda Paluzie y el entorno de Carles Puigdemont, que empuja desde Junts per Catalunya, han puesto contra las cuerdas a Esquerra Republicana y al PDeCAT. Los nervios han comenzado a aflorar, y da cuenta de un sentimiento que está lejos de quedar en un segundo plano: el independentismo no tiene ningunas ganas de volver a la lámpara de Aladino.
El referente es el 1 de octubre. El independentismo sigue convulsionado por los días posteriores, con la incógnita de saber por qué los partidos no proclamaron al día siguiente la República, y por qué no aprovecharon el referéndum como palanca para mantener un pulso al Estado desde la calle. De hecho, ese era el plan inicial. Pero ni el PDeCAT ni Esquerra quisieron en ese momento llevarlo a cabo, aunque aprobaran una declaración de independencia en el Parlament el 27 de octubre.
Superar al Estado
Todo eso lo plantea la ANC, y el entorno de Puigdemont, con Agustí Colomines, como el gran motor de la operación. Y también el grupo que promueve el periodista y profesor Jordi Graupera, y Democràtes, el partido que lidera el exdemocristiano Antoni Castellà. La fórmula es que se convoquen primarias en cada municipio, y se defiendan programas independentistas, con listas unitarias. El máximo objetivo es ganar la alcaldía de Barcelona, y el mayor número posible de ciudades y localidades. “La presión será máxima, no para prescindir de los partidos, pero sí para lograr listas de todo el independentismo, porque no es el momento de diferencias, sino de superar al Estado”, asegura un dirigente de la ANC.
La dirección de Esquerra se ha asustado. No quiere ni oír hablar de ello. Los republicanos están dispuestos a mantener la tensión con el Gobierno español, pero quieren gobernar y gestionar, y buscar un proyecto político autónomo que les acerque a su sueño: ser la fuerza política hegemónica en Catalunya, ocupando la centralidad, como hizo CiU en los años ochenta y noventa. “Para maximizar los votos independentistas es mejor ir en solitario”, asegura la portavoz de ERC, Marta Vilalta.
Excepcionalidad
Lo que Esquerra pretende es que cada fuerza política se presente con sus propias siglas, con el argumento de que, si se forman listas unitarias, eso será el acicate para Ciudadanos, que planteará, de nuevo, las elecciones como un sí o no a la independencia, polarizando toda la política catalana, también en el ámbito municipal. Esa idea la rebate la ANC y Junts per Catalunya: “es que la situación ahora es de excepcionalidad, y no se puede decir que sólo se eligen alcaldes. Se ganan o se pierden municipios para proclamar la república”, se insiste desde la ANC.
En el caso del PDeCAT es distinto. La situación que se vive es de subsidiariedad respecto a Junts per Catalunya. La cúpula del partido, que trata de salvar los muebles en el congreso que celebrará a finales de julio, sabe que es Puigdemont quien lidera el movimiento independentista, y cederá para confeccionar listas unitarias, con independientes y afines a Puigdemont y también de ERC, si así lo decidieran los republicanos.
Orgullo republicano
Cuando a un dirigente de ERC se le pregunta por esa posibilidad, la respuesta es un “no” rotundo, pero la presión de las entidades independentistas, del mundo mediático y de los gurús como Agustí Colomines o Pilar Rahola, pueden hacer mella en el último instante. “Los que se mueven cada día, los que mantienen en la memoria el 1-O no quieren saber nada de las peleas de los partidos, y exigirán que se pongan de acuerdo”, aseguran las mismas fuentes de la ANC.
Por eso Esquerra ha ido preparando el terreno, y una de las primeras medidas ha sido la carta de Oriol Junqueras, leída por el diputado Gabriel Rufián en la conferencia nacional de ERC de este fin de semana. La idea es difundir que la organización del 1-O se debió, fundamentalmente, --esa es la versión—a los republicanos, que estaban al frente del departamento de Economía, y no al PDeCAT, que ponía trabas, también al propio presidente, Carles Puigdemont, que estaba más cerca de la CUP que de su propio partido.
Batalla partidista
El mensaje también tenía una clave interna: pedir tranquilidad a las bases republicanas para que no exijan ahora la vía unilateral, contagiadas por los militantes de la ANC, bien organizados en todo el territorio.
La guerra está abierta, porque, al margen de las buenas palabras y de los proyectos sobre “la República”, se reproduce otra vez la batalla partidista entre los herederos de Convergència, vestidos de PDeCAT y de Junts per Catalunya, y Esquerra Republicana. Esa batalla dura ya muchos años, y explica la actual situación de bloqueo en Cataluña, lo que demuestra que se vive un problema interno, que se camufla con un supuesto conflicto con el Gobierno español.