Pau Marí-Klose está feliz, pero consciente de la carga que supone su nueva responsabilidad. Profesor de Sociología en la Universidad de Zaragoza, investigador en el CSIC, autor de numerosos estudios y trabajos académicos sobre las reformas necesarias para reforzar y mejorar el Estado de bienestar, acaba de ser nombrado por el Gobierno como director de la oficina del Alto Comisionado para la lucha contra la pobreza infantil. Dependerá de Presidencia, y de la comisionada, María Luisa Carcedo. Sabe qué se debería implementar en España en esa cuestión, con una premisa incuestionable: “Si queremos una sociedad productiva, hay que reducir la pobreza infantil”.
Marí-Klose se explica, en una entrevista con Crónica Global, a partir de las experiencias de otros países, y con la satisfacción de comprobar que Pedro Sánchez ha querido ponerse manos a la obra en ese campo. A pesar de sus errores, de ser criticado con dureza desde la propia izquierda europea, Tony Blair combatió la pobreza infantil a lo largo de su mandato, en 1999, en el Reino Unido y redujo, al mismo tiempo, el fracaso escolar. En diez años, la pobreza infantil relativa cayó un 16%, “más que ningún otro país de la OCDE en ese periodo, y la pobreza absoluta se redujo a la mitad”, como recuerda Marí-Klose. No hacerlo, y poner el acento en las medidas paliativas posteriores, tiene un coste enorme. El dato hay que buscarlo en Estados Unidos, donde el coste total de esa pobreza infantil, según estudios de Marc R.Rank que ha dado a conocer The New York Times, supone el 5,4% del PIB.
Educación y sociabilidad
¿De qué estamos hablando cuando se habla de pobreza infantil? “Es un cálculo que se realiza a partir de los ingresos familiares, y si éstos son inferiores al 60% de la medida de los llamados ingresos equivalentes se habla de pobreza infantil. En España hay una pobreza infantil del 28%, cuando la media europea es de un 20%”, señala este sociólogo, que dirigió los Informes de la Inclusión Social en España de Caixa Catalunya en 2008 y 2009.
¿Y qué condiciona ese hecho, cómo incumbe a toda la sociedad? “Esa fase es para el niño que será adulto totalmente determinante, desde el punto de vista de su estado de salud, del educativo, de su sociabilidad, y de su formación como profesional que podrá contribuir, a su vez, a la sociedad, como alguien productivo, que paga impuestos y que contribuye a la sociedad. Eso es lo que nos debemos preguntar, qué sociedad queremos y qué recursos queremos ahorrarnos después, desde la necesidad de cuidar a nuestros niños, por todo tipo de razones”, afirma Marí-Klose.
Fracaso escolar
La idea, que otros investigadores como Gosta Sping.Andersen han defendido con pasión en los últimos años, es que las diferencias sociales se establecen en los años de más corta edad, entre un año y tres años. “Por eso hay que ver cómo podemos incrementar recursos para la escolarización en esos años, por parte de familias que no pueden acceder a la oferta privada que existe”. La realidad, según este sociólogo, es que, tras la crisis económica, los datos no ofrecen que se recupere la situación anterior. “Las mejoras, tras el desastre de la crisis, son muy lentas, no se revierte”.
Porque lo que está comprobado, y Marí-Klose lo verbaliza con el lenguaje de los investigadores sociales, “se verifica, se ratifica”, es que el fracaso escolar está directamente conectado con la pobreza infantil. “La pobreza infantil está relacionada con la exclusión posterior. En los percentiles más bajos, en el 25% más bajo, el porcentaje de repetidores es del 53, mientras que en el 25% más alto –respecto a los ingresos familiares— ese porcentaje cae al 8".
Transferencias fiscales
Pero, ¿cómo se aplicarán esas ayudas? Marí-Klose tomará contacto esta semana con su nueva responsabilidad. Tiene los estudios realizados sobre la materia, las publicaciones y conoce la realidad, y las políticas comparadas en otros países del entorno europeo. Una primera idea es “la trasferencia monetaria” a las familias con mayores problemas, con el diseño de políticas que sean transversales por parte de los diferentes ministerios. Los modelos aplicados son diferentes. En el caso del Reino Unido se opta por las transferencias fiscales, por las desgravaciones, como ya ocurre en España, con exentos a partir del número de hijos en la declaración del IRFP. “El problema es para aquellas familias que no deben declarar el IRPF, porque no llegan a los ingresos mínimos, y la situación es mucho más grave. Aquí se podría intervenir directamente”. El otro modelo es el de Francia, con transferencias directas.
Marí-Klose piensa en otros campos. Uno es el que se presenta ahora mismo, en pocas semanas, con los campus de verano. “Es un espacio en el que podemos trabajar, en el ocio-educativo-estival, porque aquí se generan grandes diferencias”. El argumento es que muchas familias dependen por completo de los centros educativos, de los comedores escolares, de las ayudas de padres y madres, y en verano todo eso desaparece. Pero, desde el punto de vista estrictamente educativo, también se producen pérdidas importantes. “Una familia con recursos transmite a sus hijos experiencias diferentes, educativas, vivenciales, con lo que, con la vuelta al colegio en septiembre, las capacidades cognitivas se han vuelto a ensanchar entre unos y otros”.
Educación o policías
De esto se trata, partir de ahora con el Comisionado contra la pobreza infantil. No entrar en ese campo, no incidir en esas tempranas edades, supone luego paliar una sociedad poco cohesionada, con recursos que se deberán emplear en aspectos menos amables. Marí-Klose se refiere a los estudios de investigadores como Richard Wilkinson y Kate Pickett: “Las sociedades más desiguales gastan más recursos para protegerse frente a amenazas reales e imaginadas provocadas por la pobreza: policías, seguridad privada o instituciones penitenciarias”.
En esa encrucijada está ahora España, entre un modelo que mire hacia las sociedades escandinavas o directamente a Francia –pese a todos sus problemas internos— o al mundo anglosajón, y, en concreto, hacia Estados Unidos.