La división se queda y la tensión crece. Arenys de Munt (Barcelona), la considerada zona cero del procés, amenaza con imponer multas de hasta 200 euros a quienes, de noche, limpien la vía pública de símbolos independentistas tales como los lazos amarillos. De hecho, esta medida lo convierte en el primer pueblo que castigará a los ciudadanos por la limpieza propagandística.
Fue el jueves cuando el pleno del ayuntamiento, gobernado por ERC, acordó esta medida con los votos a favor de los republicanos, PDeCAT, PSC y CUP y la negativa del PP. La resolución incluye castigos, además, a quienes retiren los símbolos de los espacios privados.
"Encapuchados y fascistas"
El argumento esgrimido es que “lo que colocan ciudadanos durante el día no lo pueden destrozar encapuchados por la noche”, en palabras del alcalde, Joan Rabasseda. Y la medida se dirige, en concreto, contra los llamados GDR (grupos de defensa y resistencia), los grupos que se encargan de retirar cualquier símbolo independentista de las calles. El consistorio añade que estas organizaciones las integran “fascistas y franquistas” con la intención de buscar confrontación.
Por su parte, el exalcalde y actualmente concejal Josep Manel Ximenis (Jiménez de nacimiento e hijo de aragoneses) destaca en las redes sociales: “Plantamos cara a los limpiadores de la república catalana”. Es necesario recordar que en Arenys tuvo lugar la primera consulta sobre la independencia de Cataluña, el 13 de septiembre del 2009.
Tensión
La medida de Arenys contrasta con la tomada por el ayuntamiento socialista de Castellebell i el Vilar. En su caso, quienes quieran colgar cualquier símbolo político (lazos amarillos, banderas de España…) en la vía pública, tendrán que recibir la autorización municipal. Ello ya lo está pagando la alcaldesa, Montserrat Badia, a quienes algunos independentistas empiezan a señalar.
Por otro lado, estas decisiones políticas contrastan con los cada vez más frecuentes enfrentamientos ciudadanos entre quienes están a favor y en contra de la independencia y, en concreto, porque el soberanismo se está apropiando de la vía pública para lucir sus mensajes. Basta con ver lo que ocurre, por ejemplo, en la playa de Llafranc (Girona). Casi llegan a las manos.