El presidente de la Generalitat, Quim Torra, quiere que el Gobierno de Mariano Rajoy decida sobre el 155, con la formación de un Ejecutivo con dos almas muy claras, pero en la que se ha impuesto la voluntad de mantener la confrontación.
La inclusión de dos consejeros en prisión, Josep Rull y Jordi Turull, y de dos consejeros huidos de la justicia, Toni Comín y Lluís Puig, rompe su idea de diálogo, expresada en una carta a Rajoy, en la que Torra pedía una entrevista cuanto antes. Todo queda en manos del Secretariado del Gobierno, como se difundió en un comunicado desde La Moncloa, que es “el único competente para autorizar la publicación del decreto de nombramiento propuesto, y analizará la viabilidad del nuevo Govern anunciado, dadas las circunstancias personales de algunos de los designados”.
El 155 sigue en pie, por ahora
¿Quiere el nuevo presidente iniciar una etapa de gobierno? Su decisión responde a la voluntad de Carles Puigdemont, quien, desde Berlín alienta un proceso de confrontación, que pueda justificar nuevas acciones desde Barcelona. Es decir, si el Gobierno de Rajoy no levanta el 155, se difundirá que es “un ataque a la democracia”, como ya ha verbalizado Lluís Puig desde Bruselas. Sin embargo, ¿puede Rajoy levantar el 155 sin más, tras esa nueva “provocación” de ya presidente de la Generalitat, como se indica en el comunicado del Gobierno? Torra quiere nombrarlos este miércoles, pero todo dependerá del Gobierno, que sigue controlando la Generalitat a través del 155, y que dijo que se levantaría cuando hubiera un “gobierno efectivo”.
La oposición se mostró airada. Mientras la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, dejaba claro que no se podía levantar el 155, el socialista Miquel Iceta calificaba el nuevo Govern de "gran error", y Xavier Garcia Albiol, el líder del PP catalán, aseguraba que el sucesor de Puigdemont había perdido una gran oportunidad.
Las órdenes de Puigdemont
El Govern del exeditor tiene dos almas muy diferenciadas, aunque domina la de Puigdemont, y su entorno, que está convencido de que no se puede ni se debe rectificar. Al contrario. El momento exige subir los decibelios, y aprovechar lo que se entiende como una victoria en el campo judicial, con la última decisión de la justicia belga de rechazar la extradición de Toni Comín, Lluís Puig y Meritxell Serret, aunque fuera por un defecto de forma que la justifica española quiere corregir de inmediato.
Puigdemont ordena, y el nuevo presidente obecede, con la designación de Elsa Artadi como el eje principal de un gobierno que actuaría con comisionados para paliar la falta de consejeros como Rull o Turull que están en prisión. En ese núcleo figura también Miquel Buch, que podría dirigir Interior –todo a la espera de qué ocurrirá con el 155—y que fue el presidente de la ACM, la asociación catalana de municipios. Independentista de primera hora, Buch es uno de los duros dentro de Junts per Catalunya, miembro del PDeCAT, pero uno de los más críticos contra la actual dirección que encabeza Marta Pascal. Otro de los elegidos en ese círculo es Jordi Puigneró, que presidió el Centro de Seguridad de la Información de Cataluña, que se condieró el embrión de un futuro CNI catalán.
Ilustración por PEPE FARRUQO
Esquerra, en un brete
La cuestión es que el otro flanco, el de Esquerra Republicana, pretende todo lo contrario que Torra y Puigdemont. Desea iniciar una nueva etapa, con Pere Aragonés como vicepresidente del Govern y consejero de Economía. Fiel colaborador de Oriol Junqueras, diputado en el Parlament con experiencia, y convencido de un propósito: Esquerra debe constatar que puede ser la fuerza política que cohesione la sociedad catalana en los próximos, con credenciales en la gestión y en la eficacia de sus decisiones al frente de la Generalitat.
El caso de Toni Comín es singular. Torra lo nombra consejero de Salut, y Esquerra lo recoge en la lista de sus consejeros, pero es claramente una elección de Torra y Puigdemont, alejado cada vez más Comín de la dirección de Esquerra, que no quería restituir a los consejeros en prisión o fuera de Cataluña.
Horizonte corto
La elección de Esquerra se muestra con la recuperación de Josep Bargalló, consejero con los tripartitos de izquierdas, y con Ernest Maragall, que, aunque ya con carnet de Esquerra, y pese a su verbo afilado contra su expartido, el PSC, puede ser un enganche para contactar con la izquierda de los Comuns, en el Parlament y en el Ayuntamiento de Barcelona. También con la designación de Chakir El Homrani Lesfar, como consejero de Trabajo, contactando con el mundo de la UGT.
Esquerra lo tiene claro. Buscará acercamientos con los Comuns, y con el PSC, aunque el trecho será largo. Quiere iniciar una nueva etapa, pero, ahora, dentro del Govern de Torra, con un horizonte corto, tal vez hasta las elecciones municipales de juni de 2019. Y asume, aunque no le guste, esas acciones del nuevo mandatario, aunque es consciente del riesgo de que no se pueda avanzar, y de que Rajoy no levante, con este Ejecutivo, el 155.
¿Ampliar la base social con el discurso de Torra?
Dos almas, pero con el rostro del elegido por Puigdemont, pegado al expresidente que vive en Berlín, frente a la impotencia de Esquerra.
La pregunta, que se hacen algunos dirigentes republicanos, como el diputado en el Congreso Joan Tardà, es si Esquerra debería ya plantarse, máxime cuando el discurso ideológico de Torra, mostrado en sus escritos nada tiene que ver con lo que pretende difundir el viejo partido republicano: un discurso de izquierdas que pueda ampliar la base social del independentismo, en lugares como Cornellà, por ejemplo, de donde fue concejal el propio Tardà.