Fractura, y de un calado importante. La sociedad catalana se ha dividido. El independentismo creyó que podía mantener un pulso con el Estado y que el conjunto de Cataluña aguantaría la unidad, pese a las diferencias entre los distintos proyectos políticos. Pero no ha sido así. Todo se ha puesto en cuestión, y los diferentes expertos consultados por Crónica Global mantienen un denominador común: será necesario un nuevo contrato social, que no podrá gustar a todos, pero que será una exigencia para seguir adelante. Aunque también creen que la actual situación puede durar, sin cambios aparentes, sin llegar a grandes consensos.
El independentismo juega ahora a formar gobierno o a convocar unas nuevas elecciones. Los gurús del movimiento, como Salvador Cardús o Eduard Voltas, se muestran optimistas, no ven retrocesos a la vista. Voltas asegura que, en realidad, no hay apenas diferencias entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, y que sólo se trata de cómo acompasar los tiempos y que ya no se retrocederá hacia el autonomismo. Eso es ya algo del pasado.
Parálisis, oferta y ley
Pero si se toma distancia, ¿qué se puede hacer para superar esa fractura social, que existe, que se evidenció con los resultados de las elecciones del 21 de diciembre? Antón Costas, Oriol Bartomeus, Francesc de Carreras, Pau Marí Klose y Antoni Fernández Teixidó toman la palabra.
Aparecen en el análisis tres recetas, tres posibilidades: en la primera, el pulso se mantiene, y se trata de conllevarlo, minimizando costes, con el independentismo en el gobierno, tratando de avanzar, pero bloqueado por la otra mitad de la sociedad catalana y el Gobierno español.
Nuevas reglas
En la segunda, se busca una salida, una oferta por parte del resto de España, identificada con el Ejecutivo español, que trata de encajar de nuevo todas las piezas. Y una tercera receta o posibilidad que ofrecen los expertos consultados es que se asista a una reacción que obligue a nuevas reglas, al respeto de la ley, pero a cambios profundos en el funcionamiento de la sociedad catalana, un nuevo contrato social que puede ser traumático para algunos, especialmente para el independentismo.
El economista Antón Costas, expresidente del Círculo de Economía, hombre prudente, bien conectado con el presidente Mariano Rajoy, incide en los resultados del 21-D. “Las elecciones reflejaron una división clara entre el independentismo, y el consenso que ha representado la Constitución, dos bloques, dos realidades, con una lección para el independentismo: propuso un pulso con el Estado como si Cataluña fuera una, un pueblo unido, y ha visto que el problema es interno, no es con España, existe en el seno de la sociedad catalana”.
PEPE FARRUQO
Eso implica, según Costas, que “se va a poner en cuestión todo, que se ha acabado el dejar hacer que caracterizó a una parte de la sociedad catalana desde 1980. Eso no es negativo, es esperanzador. Yo tengo una visión sobre la democracia, o tomo partido por una interpretación. Para muchos, la democracia se alcanza cuando ya hay un consenso previo. Pero para otros, entre los que me encuentro, la democracia es el resultado de una situación en la que nadie puede imponer sus propias reglas. Y el acuerdo es sobre las reglas, sobre cómo funcionamos, y eso creo que va a pasar en Cataluña”.
En una línea cerca se pronuncia el catedrático de derecho constitucional Francesc de Carreras, quien insiste en la ley: “La división es una realidad, ya no se puede ignorar. Lo que ha ocurrido en todos estos años es que el nacionalismo iba ocupando parcelas de poder, de forma constante. Y la receta para superar la situación simplemente es que se respete lo que se ha fijado, que el gobierno independentista –porque tiene mayoría para formarse—gobierne de acuerdo a las reglas establecidas”. Sin embargo, De Carreras va más allá: “Habrá cosas que, aunque molesten mucho, se deberán recuperar, incidiendo en la ley, por ejemplo haciendo respetar las sentencias sobre la política lingüística en el sistema escolar; o rehaciendo un nuevo acuerdo sobre los medios públicos. Eso será obligado si se quiere superar la fractura”.
Renovación generacional
El politólogo Oriol Bartomeus, que acaba de publicar el libro El terratrèmol silenciós, sobre el cambio político en Cataluña, recuerda un dato con el que no se cuenta, y es que desde las primeras elecciones autonómicas, en 1980, se han producido 2,2 millones de muertos. Es decir, una tercera parte de la población catalana de 1981 ha fallecido, con las consecuencias políticas que ello tiene, porque eran personas que vivieron la Guerra Civil, que tenían otros objetivos a los de las nuevas generaciones.
Una vez arrojada una cuestión que puede ser determinante, el acceso de nuevas generaciones al debate político, con otros deseos, sin los mismos miedos que sus padres y abuelos, Bartomeus señala que hay dos tendencias que tienden a la confrontación, la que se identifica con los independentistas y la que representa, a su juicio, Ciudadanos. Una primera ruptura la ha protagonizado el independentismo, al romper la idea de un solo pueblo, utilizando la lengua como arma identitaria. “Muchas personas bilingües se han distanciado del catalán, al comprobar que el independentismo se la ha apropiado”. Y recuerda que en los distintos estudios del CEO se ha producido una clara distinción entre tipo de voto y lengua utilizada, con una distancia cada vez mayor.
¿Y el valiente?
Eso provoca que los discursos moderados caen, dejan de interesar. No ocurre solo en Cataluña. Bartomeus afirma que pasa algo similar en el Reino Unido, en Francia, en Italia, con fracturas particulares en cada sociedad, profundas.
La superación de la fractura en Cataluña, a juicio de Bartomeus, pasa por la asunción de un discurso más realista, por parte del independentismo, y eso se identifica ahora con Esquerra Republicana. La oferta desde el resto de España se identifica por parte del PP, por ahora, porque deberá aguantar la embestida de Ciudadanos, que quiere aprovechar su momento. “El problema, el gran escollo, es que no se percibe que surja el valiente que lidere esa idea, alguien que decida asumir esa responsabilidad, a pesar de que se reconozca que es urgente que aparezca”.
Catalanismo, siempre
En ese terreno aparece Antoni Fernández Teixidó, quien, al frente de Lliures, y al margen de cómo evolucione su nuevo proyecto político, defiende la fórmula del catalanismo puesto al día para actuar de necesario pegamento que supere la fractura social. “Todavía somos un solo pueblo, el peligro no es dejar de serlo hoy. Pero el nuevo reto es contar con la inmigración, con la nueva inmigración. Y ahora son subsidiarios. Por ello, el catalanismo político, diferenciado y opuesto a los dos nacionalismos que se presentan batalla, el catalán y el español, es el cemento que debe propiciar un nuevo pacto”.
Teixidó señala que, teniendo en cuenta que la ciudadanía democrática siempre es “pacto en evolución”, ahora se deberían afrontar dos pactos: “uno con España, y otro con Cataluña”, un externo, otro interno.
Determinados
El sociólogo Pau Marí-Klose entra de lleno en el conflicto social que está latente. Le parece “un tiro en el pie” lo que ha intentado el independentismo, porque ha despertado a una parte de la sociedad catalana que había aceptado la situación que había impuesto el nacionalismo en todos estos años. “Ahora replanteará las cosas, las querrá discutir”, asegura.
Pero advierte dos escenarios. “El primero pasa por una situación que se alargue en el tiempo, con muchos años por delante sin que se solucione nada, con una permanente tensión, hasta que el hartazgo acabe por provocar alguna salida. En el segundo escenario, lo que se percibe es una reducción de la tensión, en la medida en la que el independentismo frene, busque una pausa, recuperando el gobierno en clave autonómica, y tratando con ello que la otra parte de la sociedad catalana también rebaje la tensión. También Ciudadanos podría moderar sus posiciones, si eso se produce. Eso lo veo, en el campo independentista, cuando se analizan los datos y se comprueba que la mitad de los electores de Junts per Catalunya quieren fórmulas intermedias, que desearían un acuerdo”.
Para largo
Sin embargo, Marí-Klose defiende una cuestión: “La sarten por el mango la tiene el independentismo, porque se trata de personas más determinadas, más capaces de mantener su causa. El perfil sociológico no es como el de la otra parte. El llamado unionismo ha tardado en manifestarse, y tiene más intereses, es más plural”.
Si los gurús independentistas aciertan, esto irá para largo, y el movimiento independentista se ha preparado para ello, con lo que todas esas recetas y posibilidades quedarán en suspenso. La fractura social se ha producido y ha llegado para quedarse.