Joan Ferran Serafini (Barcelona, 1951), exdiputado del PSC, mira los toros desde la barrera, pero con mucha atención. Han pasado diez años de su crítica feroz a los medios públicos de la Generalitat. Fue en diciembre de 2007 cuando, en una entrevista en El Periódico, Ferran pedía que se “arrancara” la “costra nacionalista” en TV3 y Catalunya Ràdio. Ahora, lejos de que se produjera ese cambio, asegura que “se ha consolidado”, y que resulta tan importante que los independentistas, Junts per Catalunya y ERC, “se pelean por la costra de TV3 y Catalunya Ràdio”, en alusión a las negociaciones entre las dos fuerzas políticas para formar gobierno. Tras las alusiones en aquella entrevista a Antoni Bassas, entonces al frente del programa matinal de la radio pública, éste recuerda cómo reaccionó al leer aquella entrevista en el libro que acaba de publicar, Bon dia, són les vuit, premio Josep Pla.
—Pregunta. Han pasado diez años de su crítica a la “costra nacionalista” en los medios públicos de la Generalitat. ¿Constata algún cambio desde entonces?
—Respuesta. Cuando se planteó aquella entrevista, la expresión que utilicé era una fórmula vulgar de decir que había un universo simbólico, desde 1983, que marcaba la ideología nacionalista, la esencia del nacionalismo, con un mensaje subliminal en la televisión y la radio públicas. Lo dije porque era la forma de que se entendiera fácilmente. Alguien lo vio de forma peyorativa, pero era un tema de fondo, que se estaba planteando, que lo que se difundía era un universo no nacional, sino nacionalista. Algunos se sintieron molestos, pero lo que pretendí es dar cuenta de un problema colectivo, una petición de hacia dónde debían ir los medios de comunicación públicos.
Ahora la costra en los medios públicos se ha consolidado, está más asentada
—El periodista Antoni Bassas se sintió aludido, y sigue recordando aquello como una ofensa, como ha expresado en RAC1, a partir de su libro.
—Pues es que sucedía exactamente lo que decía entonces. No eran informaciones. Se editorializaba, a primera hora de la mañana, desde la radio, no con informaciones, sino con valoraciones, con opiniones. No eran imparciales. Y el malestar no venía sólo desde el PSC. Se marcaba una determinada línea, donde los perjudicados eran siempre los mismos. Pero era un tema mucho más allá de los editoriales, era un mensaje subliminal continuo.
—¿Eso ha cambiado ahora, con Mònica Terribas?
—Para nada. Ahora es mucho más escandaloso. La costra es sólida, se ha solidificado. Lo que ocurre es que hay más gente que se atreve a criticarla. Antes eran mensajes parciales y tendenciosos, ahora son directamente independentistas. La dinámica de la discusión, los temas que se eligen, todo es marcadamente tendencioso. En los dos medios. Y lo dicen todos los diputados, los que no forman parte de la mayoría independentista, claro. Esa política se manifiesta también en los programas de entretenimiento, empezando por los comentarios en la televisión de Empar Moliner. Todo gira sobre lo mismo.
—El propio Bassas, sin embargo, niega ese hecho en su libro, y considera que sus tertulias eran plurales, y que llevó a personas como Raimon Obiols o Maruja Torres, que no eran, precisamente, como él dice, “pujolistas”.
—Si, pero eso es como aquello de ponga un pobre en la mesa por Navidad. Ponen a un indefinido, a un unionista, y ya está. Pero no es eso. Además, ahora ya hay gente que se niega a ir, porque no quiere ser linchada. Y en eso de las tertulias, debo decir que me dio un espacio, un cara a cara con Daniel Sirera (PP), con la indicación de que debíamos pelearnos, como espectáculo, y cuando vio que los dos criticábamos con dureza a CiU, se ponía muy nervioso.
—También explica Bassas que recibió muchos apoyos, tras su crítica, incluso de dirigentes del PSC.
—Lo que le digo es que yo sí recibí muchos y muchos apoyos de mucha gente que me dijeron que ya era hora que se dijera eso.
Yo sí recibí muchos apoyos cuando dije lo de la costra, me dijeron que ya era hora de decirlo
—¿No será, como explica Bassas, que el PSC no se enteraba de nada, en aquel momento, en 2007, y que la sociedad catalana ya empezaba a apostar por la vía soberanista?
—Tal vez quien no se enteraba de nada era él, porque después de aquellas manifestaciones que él recuerda, en 2007, orientadas ya hacia el soberanismo, llegó la victoria de Rodríguez Zapatero, con un resultado entre los catalanes espectacular. Los problemas de la socialdemocracia son muchos y variados, pero seguramente no son los que apuntaba Bassas en sus editoriales.
—¿Pero ha cambiado o no la sociedad catalana?
—Ha cambiado todo, con una enorme fragmentación política. Pero veo el mismo problema de fondo. Y es que ahora se pelean por la costra, por dominarla en los medios, precisamente. Es motivo de disputa para formar gobierno entre JxCat y Esquerra. Se pelean por la presidencia de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals. Es mucho más determinante ahora que hace diez años, con esa exhibición constante, con la retransmisión en directo de actos de la ANC, de Òmnium, de manifestaciones de 20 personas en Ginebra, porque se paseaba por allí Anna Gabriel. La magnificación de todo eso es lo que crea movilización, y eso lo hacen una y otra vez los medios públicos de la Generalitat.
—¿Pero qué responsabilidad tiene el PSC, cuando gobernó con el tripartito?
—Se legislaron unas leyes magníficas con el objeto de desgobernalizar, con una ponencia conjunta, con el acuerdo de todos. Pero la ley, en su aplicación, cayó en el reparto partidista, a la italiana. Y falló, desde el punto de vista del PSC, que Esquerra se quedó con Cultura y los medios de comunicación, que les sirvieron para proyectar una cosmovisión, un universo simbólico.
—Eso lo sabía el PSC. ¿Pudo haber hecho otra cosa? ¿Por qué dejó hacer?
—Sí, lo sabía, pero fue una dejadez. Lo dejó de lado, y pensó que era mejor dedicarse a gobernar sobre los asuntos centrales. Y dejó la identidad en manos de otros, y así estamos ahora.
El PSC cometió una dejadez al asumir que ERC, con el tripartito, se quedara con Cultura y las emisoras públicas
—Usted dice que el control es determinante para la política catalana, pero TV3, pese a todo, tiene la audiencia que tiene, importante, pero hay otros medios muy seguidos. ¿Por qué cree que influye tanto?
—Porque va dirigida a una franja de la sociedad especializada, nacional, independentista. Una sociedad que acude a ellos por proximidad. Cuando se quiere saber qué pasa con el tiempo, se acude a los dos medios de la Generalitat. Las temáticas son más cercanas, y toda una parte de la sociedad catalana se siente cohesionada. También es verdad que cada vez más gente se siente decepcionada por los contenidos, por operaciones como hablar del “tema” a todas horas y aprovechando todas las secciones de un informativo. Por ejemplo, se habla de deportes, y se comenta el lazo amarillo que lleva Pep Guardiola. Para mucha gente todo eso es ya excesivo.
—Si esa parte de la sociedad catalana está más cohesionada, si esa mayoría parlamentaria no tiene ningunas ganas de cambiar, ¿entonces, no hay salida para solucionar el problema político?
—Pues es que existe una división, es que hay dos millones a un lado y dos al otro. Es una realidad. Y hay ya malhumor y fractura social.
—¿Se puede poner en cuestión el carácter público?
—Ese es el problema. Es lo que no entendió Antoni Bassas, que tenía que ser objetivo al dar la información, y con la opinión que hiciera lo que fuera necesario, pero los comentarios sobraban. A él le fue muy bien, porque habla mucho ahora en el libro, y se hace pasar como una víctima, cosa que no es así, porque sus problemas con la Corporació eran de índole económica y contractual. No se fue por una presión del PSC. No era Joan Ferran, no era yo solo el que se manifestaba ante la emisora pública. Eran otros ciudadanos. También se quejó del trato Josep Antoni Duran Lleida, porque Unió también era machacada.
Antoni Bassas se fue de la radio no por ninguna presión, sino por un problema de índole económica, contractual
—Pero, insisto, qué se puede hacer para que esa televisión sea, de nuevo, la ‘teva, la nostra’?
—Lo que ha ocurrido es que es más la de “ellos” que nunca. Porque con el Govern de Artur Mas se rehicieron las leyes, con la ley Òmnibus, se fue hacia tras. Con Brauli Duart, que ahora se ha recuperado de su enfermedad, y con Núria Llorach, dominando la Corporació, con un CAC con miembros caducados, con un comisario político que es Roger Loppacher, y lo que sería idóneo es volver al espíritu de la profesionalización.
—El Parlament aprobó, antes del pasado verano, revertir la situación, para recuperar la ley de 2007, por la cual el presidente de la Corporació debe ser elegido por el Parlament, con mayorías cualificadas.
—También reprobó a Vicent Sanchis como director de la televisión y continúa. En realidad, hay una gran hipocresía, se quiere a profesionales, pero a la hora de la verdad nadie se fía de nadie.
—Pero, ¿no quedarán muy tocados, después del proceso soberanista?
—Sí, claro. Porque cuando se pierde el hilo conductor de lo que debería ser, se entra en un camino sin salida. Y luego están los costes económicos, si por unos medios tan partidistas vale la pena invertir tanto dinero. El problema es que si se cuestiona eso, puedes ser acusado de intervencionista, de querer manipular.