Este es el discurso oficial que defiende Junts per Catalunya: el acuerdo es inminente. ¿Realidad? Todo bloqueado, y con bronca interna y malos modos. ¿Por qué? El llamado club de Carles Puigdemont ha provocado la ruptura con ERC con un trágala que los republicanos consideran "inaceptable", y que pasa por la designación como presidentes de Jordi Sànchez y, en su defecto, Jordi Turull, dos imputados que antes o después rendirán cuentas con la justicia española.
Eso implica que Puigdemont mantendrá su ascendente sobre la Generalitat. En ningún caso se acepta que esa figura pueda ser la del exvicepresidente Oriol Junqueras como defiende ERC. Se mantiene, por tanto, el chantaje de los chicos y chicas del expresidente y vecino de Waterloo: “O Puigdemont o elecciones”.
El independentismo mantiene una aparente imagen de unidad que no tiene nada que ver con la realidad. La lista de Junts per Catalunya sigue con el mantra de que debe ser Puigdemont el candidato a la presidencia de la Generalitat. En su defecto, si eso resulta imposible, el mismo exmandatario catalán propone dos alternativas, o Jordi Sànchez, que permanece en prisión, o Jordi Turull, que también mantiene una causa abierta por el referéndum del 1-O y la declaración de independencia en el Parlament.
Restitución, ¿pero cuál?
Se trata de una estrategia según la cual cuando ninguno de los dos pueda ser el presidente efectivo de la Generalitat, otro diputado o diputada, pero siempre dentro de Junts per Catalunya, pueda ser elegido o elegida como sustituto. Eso dejaría libre el paso a Elsa Artadi, que, por ahora, no tiene nada pendiente con la justicia española.
Ese principio inflexible de Junts per Catalunya, como explican fuentes conocedoras de las negociaciones, choca con lo acordado sobre la “restitución” del Govern. Es decir, que si no se puede restituir al presidente, se recupere la figura del exvicepresidente del Govern, que no es otro que Oriol Junqueras.
La vicepresidencia
Los republicanos mantienen esa tesis, y ello ha llevado a un bloqueo total de las negociaciones, lo que, realmente, podría conducir a unas nuevas elecciones. Existe, además, otra cuestión.
En el caso de que Esquerra aceptara, finalmente, un candidato de Junts per Catalunya, la vicepresidencia del Govern debería asumir mayores competencias, para ejercer el gobierno en la “práctica”, y ese papel le debería corresponder a un candidato republicano.
Cómo se amplía la base 'indepe'
Los republicanos también discrepan de una cuestión esencial. La voluntad principal debe ser, a juicio de Esquerra, "ampliar la base independentista", con un Govern que trabaje en esa dirección. Y se considera que eso sólo se puede hacer con un mandatario desde Cataluña, con políticas pensadas en clave interna, y no con estructuras o dirigentes desde "el exterior". En cambio, Junts per Catalunya pretende mantener "la intensidad" del proceso soberanista, desde ahora mismo, sin pensar en ensanchar esa base.
Lo que se ha demostrado en los últimos días no es ninguna sorpresa, pero contrasta con los mensajes públicos que trasladan todos los protagonistas de esas conversaciones internas. Y es que Junts per Catalunya y Esquerra mantienen su particular guerra por el poder, la misma que desde hace más de una década ha hipotecado la política catalana.
Esquerra, en segundo plano
Los negociadores de Puigdemont, Elsa Artadi, Eduard Pujol, el mismo Jordi Turull y Aurora Madaula, insisten en esa apuesta personal por el expresidente, con la idea, además, de convertir en un movimiento-partido la opción de Junts per Catalunya que supere los límites del actual PDeCAT.
En el último momento estarían dispuestos a ceder, pero dejando a Esquerra en un segundo plano, con un equilibrio interno en el Govern que les dejara mermados, a pesar de que la diferencia electoral entre las dos fuerzas políticas fue únicamente de 10.000 votos.
Sigue el 155
En ese lapso, el Gobierno central se limita a aplicar el 155, aunque se trata de una medida que no beneficia a nadie, ni a la propia administración autonómica, que apenas toma decisiones, ni al Ejecutivo español, que anuncia cosas que sabe que no puede cumplir como la idea de potenciar el castellano como lengua vehicular en el modelo de inmersión lingüística en las escuelas.
Todo parado. Todo bloqueado. Sin gobierno y con una ruptura, en la práctica, del bloque independentista. Es la decisión del club de Puigdemont.