La bronca es de gran calibre, aunque ahora oficialmente el mensaje sea que han reorientado las negociaciones. Junts per Catalunya, la lista que apoya a Carles Puigdemont, insiste en una fórmula que permita al expresidente tener un poder efectivo desde Bruselas. Y Esquerra, que trata de parar las pretensiones del entorno de Puigdemont como puede, traslada esas peticiones a Oriol Junqueras, que desde la prisión, rechaza por completo.
Esa es la gran disyuntiva. Se puede llegar a un pacto para que el Parlament elija a un presidente de la Generalitat distinto, pero siempre que Puigdemont tenga un poder ejecutivo, una capacidad de maniobra en Bruselas, la capital de la Unión Europea, y que, por tanto, pueda hacer política frente al Gobierno del Estado, manteniendo esa idea del “legitimismo”.
Seguir adelante
La reunión de este viernes en Waterloo, de Puigdemont con el vicepresidente del Parlament, Josep Costa, y el equipo jurídico del expresidente, exploró esas vías posibles, con la voluntad de conseguir un poder ejecutivo, acabe siendo o no presidente de la Generalitat.
De esas conversaciones también algunos dirigentes de Junts per Catalunya intuyeron que Puigdemont podría valorar seriamente una retirada en el último minuto, según las fuentes consultadas, pero ahora lo que prima es aguantar y mantener el pulso, con el Gobierno, pero también con Esquerra Republicana y Oriol Junqueras, que no quiere saber nada de “dobles soberanías” entre Barcelona y Bruselas. Y que no mantiene ninguna relación con Puigdemont, como expresó su cuñado la pasada semana en el programa de debate FAQS de TV3.
Rango superior
La idea ahora es “superar las restricciones que impone el Estado”. Es la expresión de Elsa Artadi, que ha llegado, sin inmutarse a contradecir a la coordinadora general del PDeCAT, Marta Pascal. La opción es negociar con ERC una figura “con rango superior” que tome el mando en el Palau de la Generalitat, en sustitución de Puigdemont, una vez éste sea investido. Eso implicaría tomar decisiones en Barcelona, pero también en Bruselas. ¿Cómo? Eso es otra cosa, nadie lo sabe concretar.
Pero con el movimiento independentista otra vez en la calle, con las protestas que ha suscitado la voluntad del Gobierno de Mariano Rajoy de buscar una vía para modificar la inmersión lingüística en las escuelas –sea o no una opción realista—la defensa de la figura de Puigdemont tiene más adeptos. Es lo que teme Esquerra, que se ha visto superada en estas últimas semanas, con negociadores que no saben cómo actuar, con Junqueras en prisión, pero que sigue siendo el único referente. En el otro lado, los hombres y mujeres de Puigdemont pisan el acelerador, o se consigue una fórmula satisfactoria, que mantenga viva la llama del independentismo, de la “república proclamada”, o se forzarán nuevas elecciones. Y eso provoca pavor entre los republicanos.
Esperando a Rajoy
El presidente del Parlament, Roger Torrent, se ha visto presionado desde todos los flancos. Por ahora, aguanta el empuje de unos y de otros, incluso ahora de Inés Arrimadas, que pretende forzar un pleno en la cámara para desbloquear la legislatura. Torrent espera la comparecencia de distintos dirigentes independentistas, que deben declarar ante el Tribunal Supremo la próxima semana. Entre ellos, figura Marta Rovira, la secretaria general de Esquerra, que está angustiada ante la posibilidad de ingresar en prisión preventiva.
En ese clima de presión de judicial, de falta de liderazgo en ERC, el entorno de Puigdemont se siente libre para seguir sus objetivos. Mientras, los referentes de ese movimiento en los últimos años, desde tribunas periodísticas y académicas, insisten en que lo único realista es formar un nuevo Govern, sacrificar la figura de Puigdemont, y dejar atrás la aplicación del 155. Pero lo que se dirime ahora, y eso lo ha captado Junts per Catalunya, es llegar hasta el final y que sea el Gobierno de Rajoy, en una situación muy delicada, el que decida si mantiene el 155 o si convoca nuevas elecciones y cuándo lo hace.