El bloque independentista ha mostrado sus debilidades internas. El pulso entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, soterrado durante meses, se ha evidenciado cuando se trata de proponer medidas efectivas que aseguren la investidura de Carles Puigdemont. Y, en gran medida, todo se debe a la posición firme y sin subterfugios de los negociadores de la lista del candidato, dispuestos a provocar nuevas elecciones, con giros y compromisos a medias que dejan “perplejos” a los republicanos, como admitió su portavoz, Sergi Sabrià.
Son los llamados cinco magníficos de Puigdemont, que buscan un objetivo hasta ahora imposible: la investidura del presidente destituido. Pero que persigue, en realidad, un cambio de paradigma, al arrinconar a Esquerra, llevarla hasta el extremo y que sea la dirección de los republicanos la responsable de unas posibles nuevas elecciones. O, en su defecto, que el Gobierno lo paralice todo, y mantenga el 155 de la Constitución, para agrupar fuerzas y mantener una situación de resistencia.
La fuerza del "legitimismo"
Se trata, además, de dirigentes que acaban de asumir sus primeras responsabilidades políticas: Elsa Artadi, académica y sin militancia en ningún partido tras su paso fugaz por el PDeCAT; Eduard Pujol, con vocación política, pero hasta hace cuatro meses director de RAC1. Junto a ellos, también se unen a las negociaciones Jordi Turull y Josep Rull, dos hombres de la antigua Convergència, con trayectorias distintas, que asumen ahora una posición inflexible junto a Puigdemont. En el caso de Turull, se debe tener en cuenta su frustración cuando, a pesar de ser el elegido por Artur Mas –aunque el expresidente de la Generalitat jugó con varias cartas a la vez—, se vio apartado de la dirección del nuevo partido, el PDeCAT que surgió de la refundación de Convergència.
Falta un quinto elemento, que no está directamente, pero genera el discurso orientador e ideológico. Se trata del historiador Agustí Colomines, que colaboró con Artur Mas y lo hace ahora con Carles Puigdemont. El expresidente huido, que exige su restitución desde Bruselas, le escucha con atención. Y la tesis es clara: aguantar, presionar y llevar hasta el final la apuesta por la investidura, con una convicción previa: las bases independentistas vibran con Puigdemont, porque ha planteado un pulso con el Estado, porque, después de ganar a ERC en ese pulso particular el 21D, es el que representa la “dignidad” del “pueblo catalán”.
Un nuevo partido-movimiento
Los cinco magníficos dan entrada, en ocasiones, a otros miembros del club como Damià Calvet y Laura Borràs. Es una mezcla entre gente de partido, que ha conocido a fondo la administración y que ha gestionado el poder, junto a otros diputados que tienen un conocimiento “prepolítico”, pero que están ahí, precisamente, porque Puigdemont los incluyó en su lista. También figura con una actividad frenética Aurora Madaula, profesora especializada en la historia del nacionalismo vasco.
Todo ello ha llevado a Colomines a teorizar en la necesidad de superar el actual mapa de partidos. El pulso que se mantiene en el Parlament es también una disyuntiva sobre qué partido, y qué clase de partido, debe canalizar el independentismo catalán. Y la idea es que ya no podrá ser el PDeCAT, sino un amplio movimiento que permita el acceso de nuevas generaciones, libres de ataduras con prácticas de corrupción, con un pasado anclado en el autonomismo y a la negociación permanente para avanzar, sólo, a través de pequeños pasos. En eso Colomines es insistente.
Bajar la pelota al suelo
La apuesta es tan alta que se corre el riesgo, conscientemente, de provocar unas nuevas elecciones en las que se da por seguro que el “legitimismo” avanzaría por encima de Esquerra Republicana.
El temor de los republicanos, curiosamente, es que esa victoria sirviera para llegar a acuerdos con el Gobierno, desde una posición de fuerza para Junts per Catalunya. Un acuerdo que permitiera bajar la pelota al suelo para volverla a tocar con delicadeza. Es decir, para recuperar el espíritu de pacto, algo muy convergente.
La decisión, en breve
Los hombres de Puigdemont no dan tregua; negocian, pero no concretan nada. Y mantienen la tensión, dejando a Esquerra sin capacidad de maniobra, pese a los últimos giros del presidente del Parlament, Roger Torrent.
En los próximos días, y tras las declaraciones en el Tribunal Supremo de un reguero de dirigentes independentistas, llegará la hora de la verdad. O acuerdo con otro candidato –sin Puigdemont— o bronca asegurada y camino de elecciones. Los cinco nombres del expresident tienen la palabra.