El viento sopla. Todo a favor. No hay un pero que pueda ensombrecer la economía española, aunque persiste lo mismo de siempre: los motores no han cambiado, el turismo y la construcción seguirán siendo determinantes. Todo para ir tirando si los factores externos --tipos de interés, precio del petróleo-- no varían en exceso. Sin embargo, sí existe una preocupación y un problema de envergadura. El "deterioro" de las instituciones, la falta de reformas, con una "excesiva politización" de todo el orden institucional, amenaza el crecimiento de España.
Los profesores del IESE Pedro Videla y Antonio Argandoña corroboran esas amenazas, con una premisa que se ha despreciado en los últimos años. La superación de la crisis era una necesidad perentoria, pero tampoco se ha aprovechado --como sí se había comprometido el Gobierno y los principales actores económicos del Estado-- para reorientar el modelo productivo. Y con la percepción de que se podía seguir adelante --como así ha sucedido-- no se tiene en cuenta que el mundo circula a toda velocidad.
El freno de las élites políticas
"La biotecnología en España es de alta calidad, las grandes empresas de fabricación de vehículos apuestan por España, y la industria ha mejorado sus porcentajes de crecimiento, pero lo que realmente vuelve a tirar de la economía es el turismo, y, ahora, de nuevo, el sector de la construcción. No se puede menospreciar todo eso, pero hace falta más de cara al medio y largo plazo", asegura Argandoña, que, junto a Pedro Videla, ha desgranado los principales índices de coyuntura de la economía española y europea.
Si eso no se ha producido, si los empresarios, junto con la administración, no han tratado de dar un salto adelante, la cosa se complica realmente si se toma la temperatura de la instituciones. "Existe una sociedad civil extraordinaria, un empuje que ya quisieran otros países --señala Videla, profesor de Economía en el IESE, de origen chileno-- pero que se ve retenida por unos partidos políticos y un modo de hacer que debe pasar por esas élites políticas que se inmiscuyen en todo". Argandoña le precede con comentarios similares, incidiendo en "la politización de las instituciones, comenzando por el Tribunal Constitucional".
Los jóvenes, los castigados
Lo que se pide es un plan para España, para que se sepa qué quiere hacer en las próximas décadas, abandonando esa especie de inercia que acaba sacando el país a flote a base de salarios bajos, turismo y construcción. "A principios de los años 80, China estaba muy por debajo de España, ahora --al margen de las diferencias evidentes de tamaño-- nos ha pasado, y nos puede pasar con muchas otras economías, que van a toda velocidad", insiste Argandoña.
Esas reformas institucionales pasan por la educación, con "claras insuficiencias en la formación", y por políticas activas de empleo, que reconduzcan un verdadero drama según los dos profesores del IESE: que se queden atrás las generaciones más jóvenes, con pocas oportunidades de futuro.
Cómo ganar elecciones
¿Eso pasaría por una especie de pactos de la Moncloa segunda parte? La idea de los expertos de la escuela de negocios es que, entonces, sí se sabía lo que se tenía que hacer, la dirección que se debía tomar.
Ahora, emulando la frase de Jean Claude Juncker --se sabe lo que se debe impulsar, pero no cómo ganar elecciones--, el problema se centra en las dos premisas, ni se tienen ideas claras sobre el futuro de España en una economía globalizada y a toda marcha, ni se sabe cómo ganar elecciones y obtener el liderazgo necesario para poner en práctica esas ideas.
Incertidumbre, lo peor
La cuestión catalana se añade a ese esquema. "La incertidumbre es de las cosas que más afectan en una economía, y parece que se va a mantener", considera Argandoña. La salida de empresas y el freno a determinadas inversiones puede perjudicar seriamente a Cataluña y al conjunto de España si la situación de indefinición se mantiene.
Y el hecho es que todo está relacionado. En gran medida el auge del independentismo tuvo su causa en una situación de parálisis institucional en España. Si no funcionaba España, Cataluña podía tener futuro. Los expertos económicos entienden que todo el Estado debe reformarse para que también se pueda resolver la cuestión catalana.