El balón corre. Pero todo sigue en el terreno de la ficción. Esquerra Republicana ha decidido seguir el juego a Carles Puigdemont, pero desde la incredulidad más absoluta. La reunión del expresidente con los negociadores de las dos formaciones, en Bruselas, celebrada este fin de semana, no ha servido para concretar nada, aunque sí para mostrar las diferencias, que se visten con un “se sigue avanzando de forma positiva”.
Esquerra ya ha tomado una decisión, y es que no se involucrará en nada que suponga cometer una ilegalidad. La fórmula de los republicanos es clara: investidura de un candidato que no tenga causas judiciales abiertas, que permita recuperar el mando en la Generalitat, y que decaiga el artículo 155 de la Constitución, y si se quiere una investidura del presidente “legítimo”, que se recurra a la asamblea de cargos electos.
Carga sentimental
¿Cómo? Esa es la exclamación formulada, precisamente, por los negociadores de Puigdemont, sus hombres y mujeres de confianza, que insisten en que la investidura debe ser formal y real, la de Puigdemont, y que la pare, si puede, el Gobierno español, apelando, de nuevo, al Tribunal Constitucional.
Pero Esquerra se lo toma muy en serio. La propuesta se puso sobre la mesa en Bruselas, y pasa por retomar una vieja idea, que estaba prevista para después del referéndum del 1 de octubre: una asamblea de electos, diputados, presidentes de diputación y otros cargos públicos, como alcaldes, concejales, senadores, diputados en el Congreso y en el Senado y eurodiputados, a partir del impulso de la AMI (Asociación de Municipios por la Independencia). Esa asamblea elegiría a Puigdemont como presidente “legítimo”. Y tendría valor, pero sin ninguna trascendencia en cuanto a que no dirigiría la Generalitat. Sería una doble investidura: la de mentira, pero con una gran carga sentimental y simbólica; y la real, la que mandará en la Generalitat.
Rajoy se juega los presupuestos
Con la fórmula corriendo de boca en boca de los negociadores de Esquerra, el portavoz de Junts per Catalunya, Eduard Pujol, se apresuró a negar que se hubiera acordado. No. El núcleo de Puigdemont pretende presionar todo lo que pueda, hasta el final, con el propósito de mantener un pulso con el Estado.
Puigdemont, una y otra vez. Es el único candidato de Junts per Catalunya. Con ello se pretende forzar al Gobierno al máximo, para que asuma que debe moverse, si quiere, por ejemplo, aprobar los presupuestos de 2018. Mariano Rajoy depende de los votos del PNV, y los nacionalistas vascos no quieren aprobar nada si antes no decae el 155 y se recupera el autogobierno catalán.
La CUP, con Puigdemont
Esquerra lo ve todo con un gran escepticismo. Espera una reacción en el seno del grupo de Junts per Catalunya, consciente de que, en algún momento, el PDeCAT deberá mostrar qué quiere hacer en la vida. Para los republicanos, sin embargo, el papel de la CUP no es alentador. Los anticapitalistas, que viajaron este lunes a Bruselas, insisten en que no votarán a ningún presidente “impuesto por el Tribunal Constitucional”. Y la CUP, en ese caso, se ha alineado con Junts per Catalunya.
Es la guerra en el campo nacionalista, una vez más. Esquerra aguanta, desde la incredulidad, pero lo que pretende Junts per Catalunya es forzar la investidura de Puigdemont o cargar a ERC el muerto de convocar unas nuevas elecciones. Oficialmente, todo marcha de forma favorable. Es la ficción en la que se ha instalado el independentismo.