Negociación y acuerdo. Nadie impone. Ninguna de las dos partes está en condiciones, aunque los próximos días serán decisivos. El PDeCAT y el expresidente Carles Puigdemont negocian el reparto del poder, pase lo que pase, finalmente, con la figura del candidato de Junts per Catalunya para presidir la Generalitat, esté o no en Bruselas. La coordinadora general del partido, Marta Pascal, y el coordinador territorial, David Bonvehí, se entrevistaron con Puigdemont este miércoles en Bruselas, con la idea de buscar una salida para su investidura, pero también para establecer una clara frontera entre las atribuciones del partido en el Parlament y las de la lista de Puigdemont, que cuenta con numerosos independientes.
La situación jurídica es compleja. En el registro electoral aparece el PDeCAT como pieza fundamental de Junts per Catalunya. La condición para aceptar todas las condiciones de Puigdemont fue que el presidente del grupo parlamentario sería del partido, y que también las subvenciones económicas serían gestionadas por el PDeCAT. Pero Puigdemont y su núcleo de fieles se han crecido en los últimos días, con la idea de que sólo él puede ser presidente, y que, precisamente por esa campaña basada en la restitución del gobierno “legítimo”, se lograron 34 diputados, algo que sobrepasó todas las expectativas electorales, quedando por delante de ERC. Piden que eso se pueda negociar.
Los fieles del expresidente presionan
Dirigentes como Aurora Madaula, Eduard Pujol o Elsa Artadi, que rodean a Puigdemont, no se sienten comprometidos con el PDeCAT, que controla, en realidad, a 15 diputados de los 34. Ahora bien, fuentes conocedoras de la negociación sostienen que Pascal hará valer los compromisos adquiridos y que Puigdemont no quiere plantear una batalla interna por esa cuestión. Sin embargo, en el caso de que el expresident no vuelva de Bruselas, ni pueda ser investido de forma telemática, porque un recurso del Gobierno español lo impida, se pondrá en marcha el plan B que pasa por otro candidato de JxCat. En ese caso, aparecerá de nuevo la brega: Artadi, Pujol, o Jordi Turull o Josep Rull. El partido se inclina por los dos últimos, aunque Turull ha estado en el campo del expresidente.
Los estrategas de Puigdemont presionan. La idea es que todo lo que se ha conseguido con Puigdemont debería servir para poner en pie un movimiento como Junts per Catalunya, en el que el PDeCAT sólo sea una pieza más que se integre en un instrumento político de carácter transversal que pueda jugar a corto y medio plazo el papel del SNP, el partido nacionalista escocés, que monopoliza el proyecto independentista allí. Quien más insiste en ello es el historiador Agustí Colomines, que lo indicó claramente cuando Artur Mas justificó su salida como presidente del PDeCAT el pasado miércoles 10 de enero. En ese momento, Colomines recordó a Mas que debía atener el “cambio histórico”, que supone, a su juicio, la lista de Junts per Catalunya.
Puigdemont no quiere forzar más, por ahora
Quien defiende esas tesis, no obstante, debe tener en cuenta lo que sostiene Pascal: la estructura la tiene el PDeCAT, heredero de Convergència, con una presencia territorial enorme, con más de 600 alcaldes, con consejeros comarcales y diputados provinciales. Esa presencia es esencial, y, aunque las marcas electorales cambien, como pasará en las elecciones municipales, donde se repetirán las fórmulas de Junts per…(los nombres de cada localidad, incluida Barcelona), la columna vertebral será la del PDeCAT.
Pero hay un imponderable, y es la posible opción de Puigdemont. Si pese a todo, logra ser el nuevo presidente, aunque sea de forma temporal, mientras hace frente a sus responsabilidades judiciales, él puede ser el referente de todo el movimiento, con el PDeCAT en su seno.
Las mismas fuentes consultadas aseguran que Puigdemont escuchó a Pascal, y que no desea, por ahora, estirar más de la cuerda.