La debacle electoral del PP en las elecciones del 21D se ha saldado oficialmente con dos dimisiones. La del secretario de Estudios del partido, Juan Arza, y la del líder del PP de Osona, Jesús Cañas. Sin embargo, el hundimiento electoral ha tenido otros efectos en el partido que lidera Mariano Rajoy.
La marcha de Jorge Moragas ha causado más polémica por el alto sueldo que cobrará como embajador en la ONU –200.000 euros anuales— que por los motivos reales de ese cambio. El hasta ahora jefe de gabinete de Mariano Rajoy tenía como cometido actuar de enlace entre Cataluña y la Moncloa. Pero el político ha ido reduciendo progresivamente sus viajes a la comunidad catalana, propiciando una desconexión con sus antiguos compañeros de filas que, con el tiempo, ha tenido consecuencias.
Moragas asegura que decidió regresar a la vida diplomática hace más de un año. Pero otras fuentes aseguran que el motivo tiene que ver mucho con la situación catalana.
Desconocimiento de la realidad catalana
Dirigentes populares han atribuido la debacle del 21D al desconocimiento del presidente español sobre la realidad catalana, lo que se ha traducido en una tardía aplicación del artículo 155 de la Constitución. Esos dirigentes reprochan a Moragas que no utilizara su condición de hombre de confianza de Rajoy para advertirle antes de la deriva independentista. Y hacerle ver que el 155 debió aplicarse mucho antes y prolongarse durante seis meses, como en principio se acordó. De forma inesperada, el presidente español optó por un recorrido más breve.
Tal como informó Crónica Global, tras las elecciones autonómicas, en las que el PP pasó de 11 a 4 escaños, el Gobierno se planteó si fue oportuno convocar elecciones catalanas al mismo tiempo que aplicaba el artículo 155 .
En círculos políticos es conocida la capacidad de Rajoy de abstraerse del equipo que le rodea y de tomar decisiones que o bien solo estaban en su cabeza o no eran las acordadas con el resto de dirigentes populares. Sin embargo, son otros los que paran los golpes. Moragas es uno de los damnificados del hundimiento electoral del PP catalán y parece que ha sabido retirarse a tiempo. No así Soraya Sáenz de Santamaría, que mantiene sus ambiciones políticas.
La "operación diálogo"
El silencio de la vicepresidenta del Gobierno tras el 21D es elocuente. “Se equivocó con la llamada operación diálogo, confió en quien no debía confiar. Y eso ha pasado factura al partido”, explican fuentes del entorno gubernamental. Santamaría, que llegó a tener despacho en la Delegación del Gobierno en Cataluña para pilotar esa apuesta por tender puentes con el independentismo, arriesgó mucho en sus mediáticas reuniones con el exvicepresidente catalán Oriol Junqueras. Ambos políticos exudaban complicidad y entendimiento en sus encuentros. Sectores sociales y empresariales llegaron a creer que Junqueras era el “nuevo Duran”, la persona que podía ejercer de puente entre el Gobierno y la Generalitat secesionista para llegar a un acuerdo que evitara el choque de trenes. La realidad, como se ha demostrado, era muy diferente y mientras Santamaría optaba por el entendimiento, los secesionistas preparaban el golpe final de su desafío.
En clave de partido, la postura conciliadora de Santamaría suponía un pulso contra el sector duro del PP que lidera la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, partidaria de ejercer medidas más contundentes contra el independentismo. Identificado con esa familia popular se encuentra Xavier García Albiol, presidente del PP catalán, que tras el 21D quiso presentar su dimisión, pero desde la Moncloa se decidió aplazar la crisis a la espera de encontrar un sustituto.
Albiol también defendió un 155 más prolongado. Incluso insinuó la conveniencia de que se visibilizara mejor la presencia del Ejército en Cataluña. La dureza del discurso del exalcalde de Badalona siempre provocó recelos entre otros dirigentes catalanes más implicados con la operación diálogo, como el delegado del Gobierno, Enric Millo. Aunque también en su caso hubo errores de cálculo. Advertido de que, durante la jornada del referéndum del 1 de octubre, se podían producir graves alteraciones del orden público, Millo confió en el compromiso de los Mossos d’Esquadra. La dejación de funciones ese día obligó a la Policía Nacional a actuar de forma tardía y precipitada.