Barrio de El Clot, en Barcelona. La primera fuerza política el 21D fue Ciudadanos, la segunda Esquerra Republicana. Barrio de Diagonal Mar, Ciudadanos obtiene el 33,45% de los votos, Junts per Catalunya es segunda, con el 23,6%. En Besòs i el Maresme, Ciudadanos también gana, pero aparece el PSC en segunda posición. Poca cosa más. La ola naranja se impone en toda Barcelona y en el área metropolitana. Las alcaldías socialistas se ponen en guardia. Si esos resultados se afianzan, el Partit del Socialistes lo tendrá muy mal en las próximas elecciones municipales.
La abanderada del poder municipal es la alcaldesa de L’Hospitalet, Núria Marín, capaz de enfrentarse a Carles Puigdemont, cuando el expresidente pidió a los ciudadanos que reclamaran explicaciones si los alcaldes no cedían locales de cara al referéndum del 1 de octubre y de pedir ella misma explicaciones a la delegación del Gobierno por las cargas policiales del 1-O, podrá exhibir su personalidad y su gestión. Pero la marca, las siglas, lo pasarán mal. Ciudadanos, con Inés Arrimadas, logró el 31,6% de los votos, por el 19,27 del PSC, y con ERC pisándole los talones a los socialistas, con el 18,78% de los sufragios.
De primera a cuarta fuerza política
Es cierto, eran elecciones autonómicas, polarizadas entre el independentismo y el constitucionalismo, y con un complicado papel para la formación que lidera Miquel Iceta, que quiso representar una vía transversal y de “conciliación”. Pero la ola naranja, si convierte su discurso en programas útiles para las municipales, puede borrar al rojo socialista.
En 2015 las cosas ya pintaban mal para el PSC. Se impuso --eran también elecciones autonómicas y muy polarizadas-- en Santa Coloma de Gramenet y en Cornellà. Ahora, en ninguno. El PSC, liderado por Miquel Iceta, sólo ha ganado en dos pequeños municipios del Vall d’Aran, totalmente refractario al independentismo: Canejan y Bausen.
Las cosas pueden cambiar de aquí a 2019, pero Ciudadanos ha ido ganando terreno con una percepción clara por parte de un electorado que había confiado en el PSC en las últimas décadas: es capaz de difundir un mensaje claro, rotundo, frente al soberanismo. ¿Tiene programas y capacidad de gestión para gobernar las grandes ciudades del área metropolitana? A eso se agarran los alcaldes socialistas, como la propia Núria Marín, Núria Parlon, alcaldesa de Santa Coloma, o Antonio Balmón, alcalde de Cornellà.
Si en Barcelona el PSC no ha ganado en ningún distrito, a gran distancia de Ciudadanos, en la comarca tradicional que ha marcado su pasado reciente, el Baix Llobregat, la derrota también es clara. Ciudadanos obtuvo el pasado jueves el 31,65% de los votos, por el 19,27% del PSC --frente al 13,8% final en toda Cataluña--. A escasos pasos se quedó ERC, con el 18,78%. Esa es la realidad.
Parlon, Balmón, toman nota
Para Parlon, que gobierna Santa Coloma de Gramenet sin problemas, los números deberían ser elocuentes. Ciudadanos obtuvo en la localidad el 35,4% de los votos, mientras que los socialistas conseguían el 23,74%. Algo similar ocurrió en Cornellà, con Inés Arrimadas encaramada al 33,4% de los votos, ante el 24,6% de los socialistas. Balmón leyó con atención los datos, aunque persuadido de que se votaba en otra clave, en la de independencia-constitucionalismo, bajo el eje nacional. Otra cosa será, como consideran todos los alcaldes socialistas y la propia dirección del partido, cuando se vote en clave izquierda-derecha y se pidan cuentas a la gestión realizada, algo propio de unas elecciones municipales.
Pero, ¿no se pueden extraer conclusiones de los números de un municipio como Badia del Vallès? Aquí Ciudadanos logró hasta el 39,25% de los votos, por el 23,48% del PSC.
Si se toman los números por comarcas, como el apuntado respecto al Baix Llobregat, todavía son más ilustrativos. En el Vallès occidental, uno de los enclaves del PSC, con Terrassa y Sabadell en sus manos durante años --aunque siempre con acuerdos con lo que fue ICV-- la formación naranja logró el 21D hasta el 29,11% de los sufragios.
Pero en segunda posición no estaba el PSC, sino Esquerra Republicana, con el 19,99% de los votos. ¿Tercero? Tampoco. En esa posición figura la lista de Puigdemont, Junts per Catalunya, con el 16,9%, y, finalmente, el PSC, en cuarto lugar, con el 15,45%. En las mismas posiciones, y con porcentajes similares, quedaron las distintas fuerzas políticas en el Vallès Oriental, con el PSC en cuarto lugar y con el 13,92%. Y el partido que lidera Albert Rivera en lo más arriba del podio, con el 25,9% de los sufragios.
El reto de Ciudadanos es presentar programas de gestión
La clave, se insiste, era otra. Ya se verá qué pasa en 2019, en las municipales. Sin embargo, poco a poco, la mancha roja en los mapas es más pequeña. La cuestión es si esos municipios en manos del PSC pueden resistir por más tiempo al margen de las características ahora de un puñado de alcaldes y alcaldesas. ¿Hay renovación, hay otros rostros, otros proyectos, o de forma inexorable el PSC deberá conformarse con porcentajes exiguos, como complemento de otras fuerzas políticas?
Un alcalde capaz de sortear las dificultades es Àngel Ros, que dirige Lleida y que no duda cuando se ve en la necesidad de llegar a acuerdos con Ciudadanos. En la ciudad, el resultado fue también muy claro: Cs obtuvo el 24,54% de los votos; mientras que la segunda fuerza fue Junts per Catalunya, con el 23,05% de las papeletas y, por detrás de ERC, se situó el PSC, cuarto, con el 12,3% de los sufragios, por debajo de la media en toda Cataluña que fue del 13,88%.
Ahora el reto es también para Cs, si sabe armar equipos municipales, si sabe atraer a cuadros profesionales, si puede, realmente, competir con los gestores municipales socialistas.