El malestar es enorme, y a pocos días de las elecciones. La actitud de Carles Puigdemont, que ha pasado por completo de su partido, irrita cada vez más a los dirigentes del PDeCAT y a cargos medios que se sienten heridos por el menosprecio a un legado y a un esfuerzo colectivo de décadas, pese a los casos de corrupción conocidos en los últimos años. La figura que causa mayor malestar es Elsa Artadi, cooptada por Puigdemont como si fuera la gran abanderada de un nuevo movimiento, que busca, en realidad, una nueva refundación de los exconvergentes a partir del 21-D.
Las alusiones costantes de Artadi a la necesidad de poner en marcha un partido que no tenga nada que ver con los casos de corrupción, comentarios que apoya con desparpajo Eduard Pujol --exdirector de RAC1--, elegido también por Puigdemont como guardia pretoriana han causado un gran enojo en las filas del PDeCAT, que no desean que recién llegados den lecciones a tantos militantes y responsables institucionales que lo han dado todo en las últimas décadas.
El clima se ha enrarecido en el último tramo de la campaña electoral, con la posibilidad de que Puigdemont viaje a Barcelona para buscar un golpe de efecto al ser detenido. Aunque algunos nombres de su equipo lo alientan, el propio Puigdemont ha querido descartarlo.
El aval de Mas
No se entiende que Artadi haya seguido como directora general de Coordinación Interdepartamental del Govern, a pesar de la aplicación del 155, y que sea la directora de campaña sin apenas experiencia. Lo que está ocurriendo, en realidad, es que Artadi puede ser la punta de lanza de una operación de Puigdemont para hacer un partido a su medida en el caso de que ganara las elecciones.
Pero si no fuera así, y las encuestas dejan a Puigdemont por detrás de Esquerra Republicana e, incluso, por detrás de Ciudadanos, el proyecto de Puigdemont lo comparten, para seguirlo, otras figuras como Francesc Homs, Joan Piqué, Jordi Cuminal y Víctor Cullell. También se ha movido en las últimas semanas Miquel Buch, que ha dejado la alcaldía de Premià de Mar y la presidencia de la Asociación de Municipios Independentistas (AMI), con el objeto de dedicarse a la campaña de Puigdemont.
En ese proceso, Artur Mas ha quedado en tierra de nadie, aunque él también ha apostado por Artadi. En las últimas semanas ha valorado el anuncio de su retirada definitiva de la política, con la vista puesta en la inminente sentencia del caso del Palau de la Música. Aun así, el inicio de la campaña electoral le hizo pensárselo de nuevo y se mantiene ahora en un segundo plano.
Guerra tras el 21-D
En el otro lado, esperando los resultados y con la idea de gestionar lo mejor posible el partido para reorientar su estrategia, junto a la dirección que encabeza Marta Pascal y David Bonvehí, estarán Jordi Turull y Josep Rull, que buscarán el control del grupo parlamentario, pese a las diferencias en el pasado reciente entre Turull y Pascal.
Dicho apoyo, como ha ocurrido a lo largo de estos meses, se sostenta en diputados del grupo en el Congreso, como Carles Campuzano, Jordi Xuclà y Ferran Bel, encargado ya de enfocar las listas para las elecciones municipales de 2019.
Se trata de un juego de equilibrios para mantener el espacio electoral del PDeCAT, o, mejor dicho, para recuperar --aunque todo haya cambiado-- el espacio ideológico de lo que fue Convergència.
La operación de Puigdemont con Artadi --llamada a ser la Marta Rovira de la lista de Junts per Catalunya-- sólo tendrá posibilidades de éxito si el 21-D obtienen la victoria o un resultado muy cercano al que logre Esquerra Republicana.
Si Junts per Catalunya acaba en cuarta posición, la guerra entre diferentes sectores será total para reorientar el partido y las opciones de un centro-derecha catalanista que pueda ser útil, de nuevo, en la política catalana.