Cuando el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont decidió purgar de “no soberanistas confesos” su gobierno independentista, el relevo de Jordi Jané al frente de la delicada conselleria de Interior (faltaban sólo dos meses para el 1-O y la eventual actuación de los Mossos d'Esquadra estaba en el punto de mira de prácticamente todo el mundo) estaba más que cantado. Así lo leyeron los principales analistas políticos y los partidos en la oposición de Junts pel Sí. Sin embargo, lo que no había trascendido hasta ahora es lo que se movió entonces, julio de este año, en la trastienda del Govern.

Joaquim Forn, soberanista confeso, premió a su antecesor con un cómodo y bien remunerado puesto de trabajo en el mismo departamento cuya dirección acababa de abandonar. Insólito: un conseller cesado es automáticamente recolocado en un cargo intermedio de una de las direcciones generales que forman el organigrama del departamento que sólo días antes dirigía.

De 'conseller' a coordinador

Ni siquiera se camufló el enchufe a través de un cargo de asesor, responsabilidad en la que todo cabe y que permitiría disimular de alguna forma la supuesta aportación técnica y profesional de Jané. Forn, tras recibir de Jané la cartera del departamento, nombró a su antecesor como coordinador del área de relaciones institucionales con las policías locales.

Así, Jané es ahora un funcionario al servicio de una consejería dirigida por el ministro Juan Ignacio Zoido tras la aplicación del 155. Ocupa un despacho de poco más de tres metros cuadrados en la cuarta planta de la comisaría de los Mossos de Les Corts.