Toda casa que se precie tiene un sótano y un desván. Y el día que Anna Gabriel propuso a Raül Romeva para que fuese el candidato de consenso a la Generalitat ya se entendió que la escalera de la CUP no tiene descansillos o no distingue entre abajo y arriba. Quisieron a Romeva, un marxiano de escuela y bolsillo roto, para que hiciera de menchevique. Les salió bordado con la fuga de Artur Mas, el último nacionalista escolástico, un afrancesado de Aula, aquel colegio inventado, mucho después de Virtèlia, para formar a la futura élite. ¡Un nyap!
Pues a lo que vamos. La CUP no se precia y por eso ha acabado rebajando planteamientos a nivel de calle: ahí va Carles Riera, el nuevo jefe de lista por la circunscripción de Barcelona con una nota no tan baja del último CIS, pero escasamente entendible. Ahora los sacamos de la Crida a la Solidaritat, aquel bodrio de movimiento entre el excursionismo de chiruca y el power flower. Los de ahora ya no son ni jóvenes; van de cincuentones con un gran expertise en el manejo del pacifismo acanallado, del tiro la piedra y escondo la mano. Son el Potere Operaio de los setenta pero sin pólvora; el sindicalismo de Sastre, aquel muchacho que te sacaba un pijama de madera por menos de lo que canta un gallo y que ahora practica el sindicalismo de huelga general política, sin la connivencia de las centrales de clase y con el apoyo del cutre-corporativo de CGT, resto ultraísta de la CNT tonta (no la primera).
La luz impura del sótano siempre será mortecina. El desván en cambio, o el terrado de siempre, es el balcón a cielo abierto al que asoman los años vividos. Entre las páginas amarillentas de abajo se viven inviernos duros como el que recién entra en Barcelona. Riera debe saber que en esta campaña, o te asas bajo el sol o te hielas en la luna. Lo habrán escogido por lo montaraz, digo: es militante de Endavant-Osan, una de las organizaciones con más peso dentro de CUP, un digámosle partido en el que son pocos y están divididos. Endavant gana peso en el seno del grupo plataformero y anti-racionalista simbólico, frente a la otra gran corriente, Poble Lliure; lliure de murgas, espero.
Repite como diputado
Aunque la CUP dispone de una normativa interna muy estricta que prohíbe a los diputados volver a ser candidatos en unas elecciones catalanas más de una legislatura, Carles Riera se beneficia de una interpretación abierta según la cual, si no han podido ocupar el escaño toda la legislatura, pueden volver a figurar en las listas. El número uno actual ocupaba el puesto número 11 en la lista de Barcelona de las elecciones del 27S y asumió el escaño en octubre de 2016 en sustitución de Pilar Castillejo, por lo que únicamente ha sido diputado durante un año. Y claro repite. El esquema de Arrufat, el puro, no le sirve; tampoco el de Antonio Baños. Y no sé si le valen los casos de Mireia Boya y Xavier Safont-Tria, quienes en su momento también sustituyeron a otros parlamentarios del mismo palo.
Ellos son los radicales del proceso involucionario que vive un país civilizado y violentado hasta las cachas; ellos castigarán al entorno industrial vertebrado hasta convertirlo en la llanura de Atacama. Son los sans-culotte; la mezcla de marginalidad y Montaña jacobina teórica que le va tan bien a todo movimiento levantisco que se precie. Viven entre El azul del cielo erotomaníaco de Georges Bataille y el delirio tangerino de Bowles y una larga lista de sin causa ajena, que va de Cleaver hasta Jean Genet pasando por Barbara Probst Solomon, una señora con pasado.
Carles Riera es sociólogo de profesión; ha sido presidente del Centre Internacional Escarré per a les Minories Ètniques i Nacionals (CIEMEN) entre los años 2010 al 2015. Anteriormente había militado en varias organizaciones soberanistas, entre ellas la inevitable Crida, crisol de la cosa del Bages y de Osona, las tierras altas, donde se confunden los obispos puritanos con los purpurados de hoyuelo y sonata impúdica.
¿Por qué los cupaires, que podrían ser bandadas metropolitanas juntas pero no revueltas, tienen ese toque antropológico que todo lo santifica? Les va la concomitancia con Teresa Forcades, la monja total, y con el hipersolidario Arcadi Oliveres, y con Albano Dante Fachin, que no falte, otro internacionalista que abrazó la patria porque la bandera y la pandereta le ponen. Los cupaires están solos y son utilizables por el PDeCAT y la ERC de la mojigata (no tan sencilla, ella). No quieren distinguir entre el bajo vientre y la mollera. Entre el maderamen del cuarto de las ratas y la lechuza de las alturas, como escribe Michel Tournier. Saben que el roedor es competitivo a matar y desoyen la virtudes de Minerva, diosa de la sabiduría.