“Los sindicalistas, a los centros de trabajo; y los políticos, a la política”. “No nos dejaremos llevar por corrientes de la situación actual que intenten sacar a la organización de lo que representa, el sindicato está con la gente”.
Entre estas dos declaraciones del presidente de UGT de Cataluña, Matías Carnero, y del secretario general de CCOO, Javier Pacheco, han pasado 19 meses. El tiempo que ha transcurrido desde el congreso en el que se implementó la bicefalia en la cúpula de UGT, con Camil Ros como secretario general, y la recuperación de un cargo casi a medida para el líder del comité de empresa de Seat, y de la asamblea que CCOO organizó en Barcelona el pasado martes para debatir sobre la actualidad política, social y laboral en Cataluña.
Línea roja
Ambas organizaciones arrastran una fractura interna por una cuestión política que es paralela a la de la sociedad catalana. Pero con la particularidad de que en este ámbito los partidarios de la secesión no llegan a representar la mitad de los afiliados por la naturaleza de las organizaciones. Al movimiento independentista le ha costado permear en ámbitos como la región metropolitana.
Pero ante el fantasma de la ruptura de las organizaciones, las respectivas cúpulas han dado un golpe sobre la mesa. Han trazado una línea roja tanto frente a la aplicación del artículo 155 como en la declaración unilateral de independencia (DUI). Reivindican la salida de la cárcel de los exconsejeros del Gobierno catalán y de los líderes de ANC y Òmnium Cultural pero sin ir más allá porque consideran que su papel no es el de ejercer de portavoces políticos.
Distancia de los “independentistas hiperventilados”
La primera muestra clara de este distanciamiento conjunto de los sectores “más hiperventilados”, según fuentes internas, se puso de manifiesto al distanciarse de la convocatoria de la huelga general del pasado miércoles. Con una actuación previa de la Taula per la Democràcia, el ámbito de diálogo transversal en el que las entidades favorables al procés intentaron forzar a los sindicatos y las patronales Pimec y Cecot a sumarse a un nuevo paro de país que fue contestado con un plantón.
Javier Pacheco, secretario general de CCOO de Cataluña, pide la libertad de los presidentes de ANC y Òmnium Cultural tras la asamblea del sindicato en Barcelona / CG
“Mucho más rotundo de CCOO”, indican los mismos interlocutores. Pacheco ha aguantado chaparrones de ambos lados. De los afiliados que les acusa de tibio y que reclaman un papel más claro en el sindicato a favor del independentismo y por parte de quienes le acusan de haberse acercado demasiado a los nacionalistas.
Pacheco refuerza el liderazgo
“Somos una organización que tenemos transversalidad y diversidad a nivel interno”, asegura en conversación con Crónica Global, “interpretamos la pluralidad para encontrar la síntesis en reivindicaciones que tengan que ver con el conjunto de la gente”. Frente a la asamblea de Barcelona reivindicó la cohesión interna del sindicato para convertirse en una “herramienta de los que viven en Cataluña para construir puentes y hacer frente a la fractura social y de convivencia”.
Su liderazgo se ha reforzado en el proceso. Sus allegados aseguran que su pasado tanto en el comité de empresa de Nissan como en la todopoderosa federación de Industria le ayuda a desenvolverse con naturalidad frente a asambleas divididas.
Proceso interno de UGT
UGT tiene ante sí un proceso interno más complejo. Las bases miran a Carnero para que marque directrices claras para establecer este punto y aparte ante la situación política actual y la gestión que ha hecho hasta la fecha la organización. “Genera cierto hartazgo”, apuntan fuentes del sindicato.
Matías Carnero (d) y Camil Ros (i) en una imagen de archivo de UGT de Cataluña / CG
Su problema es que el acuerdo que existe de que las consecuencias sociales y económicas que se han generado no se puedan trasladar a los centros de trabajo, con el mismo rechazo tanto de la aplicación del artículo 155 como de la DUI, no se ha manifestado públicamente de forma clara. Es más, se ha trasladado con matices, hecho que genera inquietud y que ha propiciado algo inaudito hasta la fecha en la comunicación de la organización: secciones sindicales concretas han hecho sus propios manifiestos públicos, tal y como ocurrió en el paro de país del 3 de octubre y se ha repetido en la antesala del 8N, antes de que la Taula per la Democràcia se desmarcara de la huelga general. De nuevo, una decisión divulgada tras pasarlo por un tamiz que se decanta a favor del independentismo.
En algunos ámbitos, incluso se opta por acogerse a las comunicaciones que se emiten desde el confederal por recoger mucho mejor la política de distanciamiento con opciones políticas. El liderazgo camaleónico de José María (Pepe) Álvarez en su etapa en Madrid también ha pasado página a su coqueteo con el nacionalismo catalán.
Ros, en horas bajas
Todo ello, en un momento en que el liderazgo de Ros está en horas bajas. Especialmente desde que decidió participar en el acto en la plaza de la catedral de Barcelona en la pasada huelga general. UGT de Cataluña había decidido no secundar el paro y no participar en ninguna actuación para este fin, pero el secretario general se sumó a la concentración, hecho que derivó en un abucheo público al sindicato, “no a su persona”, puntualizan los interlocutores consultados.
“Lo más fácil hubiera sido no estar aquí, quedarnos escondido, pero damos la cara”, manifestó Ros. Unas palabras que levantaron polvareda en la organización. Sí que se alienta reclamar la excarcelación de una de sus afiliadas, la consejera de Trabajo destituida, Dolors Bassa, pero sin que ello mute en un apoyo o rechazo a la independencia. Se apuesta por respetar las opciones políticas de todos sus miembros sin ningún apunte al margen y centrarse en la defensa de los derechos laborales. Con la necesidad de hacerlo de “forma más clara”, se añade desde la organización.
No se descartan movimientos internos, aunque no está sobre la mesa replantear el liderazgo bicéfalo. Incluso los más críticos consideran que hacerlo sería debilitar la organización y que el escenario actual no es el más propicio.
21D, un punto de inflexión
El horizonte que dibujan los sindicatos es que el 21D sea también un punto de inflexión en este debate. Las cúpulas de CCOO y UGT comparten que la convocatoria no ha sido la ideal, ya que trabajaron para reclamar que la hiciera el presidente de la Generalitat cesado, Carles Puigdemont, sin éxito.
Pero se han reforzado y plantean los comicios como un momento de poner un punto y aparte. El momento de aparcar de forma definitiva la agenda política y centrarse en la social. A más de un mes de que se celebren, CCOO ya ha empezado esta transición. UGT le sigue con algo de distancia.