José Rosiñol asume la presidencia de Societat Civil Catalana (SCC) en sustitución de Mariano Gomà con el objetivo de visibilizar todavía más esa mayoría constitucionalista que, en dos ocasiones, ha salido a la calles masivamente para rechazar la ruptura con España. Rosiñol (Ripollet, 1970), cofundador de esta entidad, defiende su transversalidad interna, donde conviven personas afines a PP, PSC y Ciudadanos
—Pregunta. ¿Por qué son tan frecuentes los cambios en la presidencia de SCC?
—Respuesta. Es difícil mantener un cargo como este que es voluntario y con el nivel de presión que hay. Lo hacemos compaginando ese papel con la familia y el trabajo. Es normal el relevo cada año.
—¿Será una etapa más académica o más de movilización?
—Pretendemos recoger las esencias del origen de SCC, que básicamente es visibilizar una mayoría constitucionalista catalana. En 2014 ya dijimos que existía esa mayoría. Y queremos llegar a un mayor volumen de población hasta ahora silenciado.
—Las dos últimas manifestaciones organizadas por SCC fueron muy masivas. ¿Se debe más al buen hacer de esta entidad o a la situación extrema de la política catalana?
—SCC nació con una mentalidad empresarial muy señalada: un mensaje, un estilo, una marca… Con esa misma lógica, tenemos tres ejes de actuación: mensaje, momento y oportunidad. Estas tres variables se dieron en las dos manifestaciones. Nuestro mensaje es muy claro: seny, convivencia y reconciliación. Aprovechamos ese mensaje en un momento tan crítico como éste.
José Rosiñol, en la redacción de 'Crónica Global'
—¿Habrá más actos en la campaña del 21D?
—Hemos preparado algo sorprendente, pero no puedo decir nada más.
—¿Habrá esa transversalidad que hemos visto en las últimas manifestaciones? Con Iceta, Frutos, Albiol…
—Absolutamente. Sin esa transversalidad, SCC no tendría razón de ser. Pero no será una manifestación, será algo muy diferente.
—¿Llamarán a la participación en las elecciones?
—Nuestro mensaje se basa más en la convivencia. Parece naif, pero en una situación como la que estamos viviendo, es importante. Necesitamos volver a una normalidad social, institucional y política. Nosotros no decimos a quién tienen que votar.
—¿No pedirán el voto para las formaciones constitucionalistas?
—No, en absoluto. Sí que animamos a que haya una participación masiva y que el Parlamento catalán sea un mapa fidedigno de las opciones catalanas. Pero tenemos el hándicap de que en Cataluña se aplica la ley electoral general —es la única comunidad autónoma sin ley propia—, que hace que el nacionalismo del interior esté sobrerrepresentado. No se ha cambiado porque no les interesa.
Una vez en un escenario de secesión, el Estado tiene que reaccionar, protegiendo los derechos y libertades de todos los catalanes. No quedaba otra que el 155
—¿Qué opina de la aplicación del artículo 155?
—Me hubiese gustado que el Estado no hubiera tenido que actuar. Que antes de eso, el expresidente Carles Puigdemont hubiera reflexionado y asumido que no hay una mayoría social suficiente para romper y hubiera vuelto a la sede constitucional. Una vez en un escenario de secesión, el Estado tiene que reaccionar, protegiendo los derechos y libertades de todos los catalanes. No quedaba otra que el 155.
—¿Cree que el Estado tenía que haber intervenido en TV3?
—No es una televisión pública, responde a una ideología. Hay dos formas de cambiar esa situación. Que un nuevo ejecutivo nacionalista cumpla con sus obligaciones y gobierne para todos, y no solo para quienes le han votado. Eso es idílico, porque nunca se ha hecho. O que un gobierno no nacionalista comience a desmontar esa estructura.
—¿Y en educación?
—Ahí la única manera es desideologizar las escuelas. Se educa en un marco mental o en una cosmovisión muy concretos. Hay casos lamentables. Pero el relato en general se basa en sutilezas. Por ejemplo, no se habla de España o, si se habla, se hace de forma peyorativa. La ley educativa catalana contemplaba la aplicación gradual de la inmersión. No es lo mismo el espacio sociolingüístico en L’Hospitalet de Llobregat que en Taradell. Hay que equilibrar para que todos seamos competentes en ambos idiomas.
—¿Cuántos socios tienen y cómo se financia SCC?
—Tenemos una organización muy sencilla, con pocos socios, unos 75, y miles de colaboradores. Es una estructura parecida a la de Greenpeace. Tenemos donaciones de empresarios y particulares, no tenemos ayudas públicas. Esto es sociedad civil.
Me preocupa profundamente las consecuencias sociales, económicas y de visibilidad en el extranjero. La marcha de las empresas me recuerda a la caída de Lehman Brothers, cuyos efectos se notaron dos años después con la pérdida de empleo
—¿Compensa su labor? Vemos ataques en los campus universitarios a las carpas de SCC, por ejemplo.
—Es algo personal. Cuando la gente te dice que, por fin, hay alguien que habla como ellos, te compensa. Pasamos de la espiral del silencio a la del susurro, personas que te decían en voz baja que estaban de acuerdo contigo. Poco a poco, hemos salido de ahí y, pese a los peajes, estamos ahí.
—Llama la atención la transversalidad de los manifestantes, donde hay desde personas de barrios obreros, pero también de clase alta…
—Eso ha sido absolutamente espontáneo. Nosotros no damos ninguna consigna. Cada manifestante acude como quiere y con los símbolos que quiere. Creemos en la libertad personal, dentro de los márgenes constitucionales y del respeto al prójimo. Eso nos diferencia de otras manifestaciones donde todo está pautado y preparado.
—¿Llegaron a imaginar, cuando se fundó SCC, que se llegaría a una situación en la que medio gobierno estaría en Bruselas y el otro medio, en la cárcel?
—Es esperpéntico. Me preocupan profundamente las consecuencias sociales, económicas y de visibilidad en el extranjero. Han destrozado la marca de Barcelona que creció a partir de 1992. La marcha de las empresas me recuerda a la caída de Lehman Brothers, cuyos efectos se notaron dos años después con la pérdida de empleo, entre otros.
—Hay quien dice que ese es el discurso del miedo.
—Cuando nosotros proponíamos foros no políticos, sino económicos o sociales, los independentistas nunca quisieron acudir. Ya advertíamos de que se irían empresas, y se han ido 2.000. Hemos vivido en dos planos, la propaganda y la realidad. La propaganda tapó la realidad, pero es que ahora la realidad se ha tragado la propaganda.
—Si tras el 21D ha una mayoría constitucionalista, ¿SCC se disuelve?
—Hay dos planos, el político y el social. Y la fractura social no desaparecerá con una solución política. Habrá que coser estas heridas. No puede haber vencedores y vencidos. El papel de SCC debe ser trabajar en un escenario de convivencia y reconciliación.