“Bueno, pues a ver lo que dura. ¡Nos vemos en las calles!” La frase, pronunciada por un alcalde, vara en mano, que ayer acudió al Parlament, ejemplifica ese sabor agridulce que, entre políticos, cargos y bases secesionistas dejó la proclamación de la independencia. Al igual que este edil, otros 200 siguieron desde el auditorio de la Cámara catalana otra sesión histórica, supuestamente la definitiva. Pero la jornada en la que fue aprobada la declaración unilateral de independencia (DUI) en forma de resolución tuvo poco de épica.
Concentración ante el Parlament de Cataluña
No hubo brindis tras la votación, que fue secreta, pues así lo pidió Junts pel Sí, dada la división que la ruptura unilateral genera –y generará-- en las filas de PDeCAT. Que en un momento tan trascendente para el futuro de Cataluña, según el ideario separatista, se optara por el voto a escondidas da cuenta de las inseguridades respecto al futuro de la república catalana proclamada.
Tampoco hubo un despliegue total de prensa internacional. La hubo el pasado 10 de octubre, cuando la DUI quedó suspendida. Quizá por eso y por los vaivenes del presidente Carles Puigdemont, que el jueves dio marcha atrás en una anunciada convocatoria de elecciones, no se acabaron de fiar y rebajaron su atención mediática.
"No será fácil"
"Sin miedo", aconsejó el diputado de la CUP Carles Riera. “No será fácil”, había admitido una de las diputadas revelación del independentismo en cuanto a beligerancia, Marta Rovira (ERC). Y esa es la sensación que quedó a las decenas de personas que se agolparon en las inmediaciones del parque de la Ciutadella, donde está situado el edificio del Parlamento de Cataluña. Hubo gritos, sí. Y cánticos, también. Y banderas estelades, por supuesto. Pero poca pasión.
Inevitable comparar esta movilización con aquel amenazador 15M contra los recortes que en 2011 obligó a diputados y miembros del Govern a acceder en helicóptero a la Cámara autonómica. Pero en esta jornada independentista, lo que rodeaba el parque era un 15M de la tercera edad, pues el grueso de los manifestantes eran jubilados. Después, avanzada la tarde, se unieron jóvenes, pero sin un temperamento antisistema que hiciera presagiar, de momento, esa violencia callejera que auguran algunos ante la aplicación del artículo 155 de la Constitución.
Una aplicación que, unida a las querellas judiciales y la actuación del Tribunal Constitucional, han puesto sordina a la euforia que debía suscitar la aprobación de la DUI. Ninguno de los dos adalides de este proceso, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, intervinieron en el pleno para defender la resolución presentada por JxSí y la CUP. Lo hicieron después, fuera del hemiciclo, ante los alcaldes invitados al pleno específico y apostados en la escalinata del Parlament. Sus discursos tuvieron un perfil plano, nada estimulante. Quizá sabedores de que el sueño de la independencia tendrá que esperar.