Carles Puigdemont ha movido ficha. No por esperada, su congelada declaración de independencia ha sido menos impactante. Sobre todo en las filas de la CUP, donde la renuncia del presidente catalán ha provocado indignación y decepción a partes iguales. El presidente catalán ha puesto rumbo a unas elecciones ya inevitables, tras renunciar a la ruptura unilateral.
Dos factores han sido determinantes en esa decisión: la falta de una mayoría social suficiente –la manifestación a favor de la unidad de España del pasado domingo así lo demostró de forma contundente— y el choque con el poder económico catalán –fuga de empresas y bancos—. Gestionar la frustración entre las bases independentistas y aclarar su hoja de ruta en las próximas semanas será el principal reto del president, que ayer aseguraba tener contactos con un posible mediador internacional. Intentó apaciguar los ánimos de la CUP firmando, junto al resto de diputados de JxSí, un simbólico compromiso con la república catalana sin ningún efecto práctico. "Nos ha cambiado el guion una hora antes del Pleno", denunciaba anoche el antisistema Quim Arrufat.
El exalcalde de Girona solo ha logrado añadir más incertidumbre. Gana tiempo, sí, y evita el definitivo choque de trenes, pero no garantiza la estabilidad que exige un sector empresarial, donde puede continuar la sangría de deslocalizaciones.
Plante de Pdecat
Masiva manifestación en contra de la independencia, fuga de empresas, pero también el amago de plante de dirigentes de PDeCAT, el cerco judicial y la amenaza de la aplicación del artículo 155 –suspensión de la autonomía— han arrugado a Puigdemont, quien se ha visto obligado a “suspender” la DUI. No dijo “posponer” ni “aplazar”, sino que el presidente catalán utilizó un verbo mucho más fuerte. A la altura de las presiones de una CUP que, aseguran sus dirigentes, ya se lo veían venir.
Han sido dos años de relación contranatura entre convergentes y antisistema que ayer quedó herida de muerte. El dictado de los cupaires, secundado por las entidades responsables de las movilizaciones ciudadanas (Assemblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural), no ha sido suficiente para arrancar definitivamente la DUI. Hace un año, lograron que Puigdemont se comprometiera a celebrar un referéndum a cambio de apoyar los presupuestos de la Generalitat y salvarle en una cuestión de confianza a la que él mismo se sometió. Ya entonces parecía que Puigdemont iba de farol y, de hecho, ni finalmente han tenido lugar el referéndum prometido –el 1-O se saldó con una votación sin garantías— ni la proclamación de la independencia que contemplaba la Ley del referéndum.
Frustración en la oposición
Pero Puigdemont no solo ha defraudado a la CUP, sino a los partidos de la oposición, que insisten en abandonar para siempre la idea de una república catalana creada sin apoyos internacionales, sin seguridad jurídica y sin mayoría social. Los tres requisitos que en su momento se autoimpuso el expresidente Artur Mas, quien recientemente, advertía de que Cataluña no estaba preparada para ser independiente. La lio. Pero transmitía el parecer de otros muchos dirigentes de PDeCAT, incluso de ERC.
Sin embargo, a quien realmente ha parafraseado Puigdemont ha sido el consejero catalán de Empresa, Santi Vila, quien en un artículo de opinión pidió darle una oportunidad al diálogo. El Gobierno español tomó nota de esas corrientes moderadas que rodean a Puigdemont y, el pasado viernes, paralizó la aplicación del 155. Tras el llamamiento al diálogo del mandatario catalán, la pelota ahora está en el tejado del Ejecutivo de Mariano Rajoy, que anoche insistía en equiparar el discurso de Puigdemont con una DUI.
Santi Vila fue una de las personas más buscadas ayer por los periodistas en los pasillos del Parlament. Se le vio sonriente. Nada que ver con las caras largas de los miembros de la CUP y los rostros de desolación de decenas de independentistas que siguieron el Pleno a través de una pantalla gigante en las inmediaciones del Parlament. "La confianza ha quedado tocada", dijo el antisistema Arrrufat, quien dio un plazo de un mes al presidente catalán para aprobar definitivamente la DUI.